Opinión

Marlaska: como ministro, una birria; como persona, todo un cobarde moral

Es difícil ser más miserable. Pese a que el Tribunal Supremo ha vuelto a dar la razón al coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, al dejar claro que el Ministerio de Interior actuó fuera de la ley al tramitar tres ascensos al margen de la candidatura del militar purgado, Fernando Grande-Marlaska está dispuesto a llevar su inquina hasta el extremo de no promocionarle al generalato cueste lo que cueste.

A la espera de conocerse la sentencia íntegra, que ambas partes sospechan que podría obligar a Interior a ascender de forma automática al coronel, Marlaska sólo pretende ganar tiempo para llegar a diciembre, cuando toca su jubilación forzosa. Pocas veces, por no decir ninguna, un ministro -que en el colmo del sarcasmo es juez- se ha esforzado más en sortear el pronunciamiento del alto tribunal.

El fallo del Supremo obligará casi con toda seguridad a anular el proceso de ascenso de 2021 en el que De los Cobos fue desplazado -tras ser purgado por el Gobierno al no informarles de una causa judicial secreta-, pero, pese a ello, Marlaska está dispuesto a dejar correr el tiempo y a alargar los plazos hasta el próximo 13 de diciembre, cuando De los Cobos cumpla 61 años, límite de edad para un coronel.

Desde que fue purgado en 2021 por negarse a compartir información sobre la causa secreta por el 8M abierta contra altos cargos del Gobierno de Pedro Sánchez, a De los Cobos se le saltó sistemáticamente de esa lista de méritos en las que figuraba en cabeza, optando por otros candidatos. Una situación que, tras recuperar su puesto en la Comandancia de Madrid, De los Cobos llevó ante los tribunales.

Después, el pasado septiembre, el Supremo anulaba tres ascensos a generales, abriéndole un grave problema a Grande-Marlaska, ya que esos tres oficiales ocupaban puestos de relevancia. El ministro los volvió a nombrar mediante real decreto y el Supremo ha vuelto a dejarlos sin efecto. Todo para perjudicar a un coronel ejemplar que sería ya general de no ser por el odio que acumula un ministro acomplejado cuya figura no le llega a la altura de la suela del zapato de Pérez de los Cobos.