Opinión

Margallo dice «¡basta!»

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

En su larga carrera como dirigente político, especialmente como ministro de Mariano Rajoy, no ha sido este columnista precisamente muy caritativo como José Manuel García-Margallo, un hombre bastante pagado de sí mismo, aunque lecturas tiene.

Varias fueran antaño las razones fundadas (a mi entender) que ya no vienen al caso. Como me tengo por persona que no transita por la vida con orejeras u odios africanos, debo escribir y escribo, sin caer en contradicción por ello, que he oído el alegato más sustancial y sustanciado contra un joven que se pasea por el mundo a lomos del exabrupto, la mala educación, la general desconsideración y hasta la injuria. Por supuesto, con una superioridad que en modo alguno tiene.

Fue en la nunca sospechosa Cadena SER donde el ex ministro encontró el número correcto para poner en su sitio a un desconcertado Pablo Iglesias que venía, una vez más, de injuriar gratuitamente al Partido Popular y de paso a su compañero de tertulia como militante. Margallo se puso serio, como cuando un padre no tiene más remedio que amonestar a su chiquillo bien a su pesar. Y le dijo de todo; cada cosa por su orden. La cara del prepotente ex vicepresidente –que sigue disfrutando de coche oficial, escoltas y demás privilegios propios de la «casta»- era un poema. No sabía dónde meterse. Al final, ha quedado como un mal señuelo de aquellos dictadorzuelos a los que se les ve en demasía la mano derecha.

El vídeo se ha hecho viral y goza de millones de visualizaciones. La derecha civilizada, democrática, preparada y moderada ha dicho «¡basta!». Ya está bien de dar lecciones desde la ignorancia, la inmoderación y la tiranía dialéctica. No tuvo suficiente con Álvarez de Toledo que ahora le ha tocado en suerte García-Margallo, persona preparada donde las haya. Antes vino Isabel Díaz Ayuso para hacerle morder el polvo en las urnas, derrota histórica que parece no haber olvidado. Al final, oiga, lo que no puede ser resulta, además, imposible. Era un tigre de papel con ínfulas patibularias.