¡Malditos hijos de P… utin!
No he tenido ocasión de ir a ver la obra de Els joglars ¡Qué salga Aristófanes!, así que esto no es en absoluto una crítica, ni buena ni mala. Y titulo así este artículo porque es un exabrupto que, según me han dicho, se repite a menudo en la representación y da una idea.
Realmente, no puedo entrar a valorar nada, pero sí querría insistir en lo que significa para una compañía de actores catalanes, no sólo haberle plantado cara al procés sin escatimar mordacidades (en la deslumbrante Señor Rusiñol, su obra anterior, por ejemplo), sino también su burla cada vez más descarada a los tópicos favoritos de un progreísmo (nunca progresismo) que es totalmente endémico en la cultureta.
Así que, en un ambiente político-cultural viciado de antemano, es fácil imaginar que los dados de las críticas a su obra de los medios y los periódicos serviles al nacionalprogreísmo vienen cargados de antemano. El pesebre tiene una capacidad de conformación de estilos y opiniones que calificaría de «asombrosa» si no fuera más adecuado el simple «previsible». Créanme, es mucho más saludable acudir a periódicos que no asociemos con aquellos infames 13 del inolvidable editorial conjunto del 2009.
Como El Periódico de Catalunya, donde la crítica de Manuel Pérez i Muñoz (pase por el catalanizador de apellidos, que dirían los «fachas» de Dolça Catalunya) apesta totalmente a revancha autocumplida. La semana pasada ya hablé de una entrevista que les hicieron a los Joglars Dolors Tomeu y Ramón Fonseré en la tertulia de 8tv El pentàgon donde, gracias al odio ectoplasmático que desprendían algunos presentes (Pilar Rahola la más exudante), casi se materializaba la imagen de Albert Boadella. Que todo un represaliado franquista, con huida cinematográfica del hospital donde estaba custodiado, no haya podido ser aprovechado e iconizado por el establishment catalán nacionalprogreísta es algo que no se perdona. En realidad, nunca tuvieron a otro que prometiera tanto como él. ¡Y les dio en todas las narices! Manuel Pérez i Muñoz puede pensar lo que quiera y decir lo que quiera. Pero el tufo apriorístico de las vísceras se hace notar en su escrito.
Al calificarles de «señoros», por ejemplo, que parece salir directamente de las boquitas pintadas de la parte más cuchipandi del Gobierno de nuestro Sánchez Castejón. Y ya no digamos eso de neorrancios y el señalamiento de una «caspa» que siempre ven, indefectiblemente, en cabeza ajena. ¿Y esa actualización del Argumentum ad Hitlerum? Como saben, es una falacia del tipo ad hominem que combina la de asociación y la del argumento ad nauseam para descartar el debate. Reconvertida en Argumentum ad Voxorem, se usa básicamente para ahuyentar a jovencitos ingenuos o dar miedo a devotos jubilados del tipo que se veía en la Vía Catalana. «Por el camino ideológico, el argumento y el espectáculo se pierden hasta desdibujarse en una especie de entremés para mitin de Vox. Ninguna referencia a los jueces o a la censura de estado», escribía el pobre Pérez. El «probe» Manuel.
También en la revista Entreacte, publicada por la Aadpc (Asociación de Actores y Directores Profesionales de Cataluña «organización», ellos dicen que «independiente», y que aglutina a cerca de 1.500 actores, actrices, directores y directoras), después de asegurar que Fontseré y sus actores «ignoran o les importa poco la judicatura politizada, las mordazas a la prensa o los artistas perseguidos y encarcelados, esto no entra dentro de las fronteras de su denuncia parcial y escorada hacia un discurso derechista sordo, ideología sin diálogo», acuden al Argumentum ad Voxorem, el «comodín» de Vox, con su «se empeñan en excluir aparte del público con un discurso reaccionario que hará las delicias de los votantes de Vox».
Así está el nivel de la crítica teatral en Cataluña: sectaria, autorreferencial y revanchista. Como todo lo demás.