Opinión

‘Lost in traslation’: un debate sobre Madrid

  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Me acordé del título de la gran película de Sofía Coppola, Lost in translation, en el debate sobre el estado de la región que celebramos la pasada semana en la Asamblea de Madrid. Y no precisamente porque descartemos usar pinganillos para entendernos entre los que hablamos un lenguaje común, como los que los ultranacionalistas impusieron en el Congreso al desbravado gobierno de Pedro Sánchez.

A esta cita anual con la rendición de cuentas y con las nuevas propuestas de acción política, económica, social y cultural de su Gobierno, ha acudido puntualmente Isabel Diaz Ayuso desde que es presidenta de la Comunidad de Madrid, como establece el reglamento de la Cámara autonómica.

No se puede decir lo mismo de Sánchez, que entre los conocidos tics totalitarios de su desprecio al Parlamento se cuenta el haber eludido el debate sobre el estado de la nación en sus siete años de gobierno, salvo en 2022.

Lo recordó la propia Ayuso para marcar sus diferencias abismales respecto a Sánchez en el respeto a las instituciones, a la democracia representativa, al debate y la rendición de cuentas, a la estabilidad del gobierno, al rigor presupuestario frente al despilfarro descontrolado y al cuidado de los servicios públicos.

De acuerdo con la literalidad del reglamento, la cita en la Asamblea al inicio del curso parlamentario es un «debate sobre la orientación política general del Consejo de Gobierno». La oposición de extrema izquierda, incluido ya el partido socialista en esta acepción, quiso que el debate fuera sobre la orientación de la vida privada de Ayuso. Ya lo señaló ella misma al afirmar que sólo le faltaba que la oposición le dijera que tuviera que ser novia del hermano de Sánchez.

Lo que me suscitó el recuerdo de Lost in translation fueron las intervenciones de las portavoces de Más Madrid y PSOE, que confirmaron cómo la extrema izquierda pierde en Madrid por tratar de traducir la realidad pujante de la región a las mentiras apocalípticas que esgrimen en la tribuna.

Su relato aterrador sobre Madrid no ha variado desde aquella tremebunda falsedad de Manuela Carmena sobre los 25.000 niños desnutridos que se contaban por las calles de la capital. Hasta que su primera teniente de alcalde, en contra de sus costumbres, salió al paso de las mentiras de su propia alcaldesa diciendo, según contó entonces la prensa, que “no nos consta que haya ningún menor en riesgo de desnutrición”.

El debate en la Asamblea puso de manifiesto nuevamente está terquedad de la oposición a la hora de tratar de traducir la realidad a sus propias mentiras. Los éxitos de la sanidad madrileña en todos los indicadores, los buenos resultados de la educación en los informes, la altísima valoración de la red de transportes y del abastecimiento de agua, o el liderazgo en el empleo, la creación de empresas y la atracción de inversión extranjera, son solo algunos elementos evidentes de esa realidad que la oposición se obstina en negar.

Esa pérdida de orientación, esa falta de ubicación, esa ausencia de discernimiento del lugar que ocupas, es lo que llevó a la extrema izquierda a centralizar el debate sobre la política autonómica en Madrid en la guerra entre Hamas e Israel en Gaza, con su creciente balance de víctimas entre la población palestina, que el grupo terrorista suele utilizar como escudos humanos.

Es la misma extrema izquierda que se abraza luego a los testaferros de la banda criminal ETA, los mismos que celebran en el País Vasco cada año cientos de homenajes a los asesinos, incluidos los verdugos de mujeres y niños. Porque la trayectoria de ETA tiene una estela de veintiún ataúdes blancos, como bien recordó en el debate el portavoz popular Carlos Díaz-Pache.

No menos evidente fue la intención de las portavoces de la extrema izquierda al pretender pasar por discursos presuntamente políticos la cadena de insultos personales que vertieron contra Ayuso. Cada vez es más claro que la apuesta por la deshumanización del adversario, incluso de dos mujeres contra una semejante, se hace más fuerte entre quienes no tienen nada que ofrecer como alternativa.

Esto pasa sobre todo cuando tienes enfrente una figura política con un proyecto que responde nítidamente a determinados principios y valores inamovibles, que la propia Ayuso desgranó: libertad, prosperidad, servicios públicos de la máxima calidad, respeto a la vida y a la propiedad, al trabajo, a la convivencia en pluralidad y estar a la altura de nuestro legado histórico y cultural y de nuestros valores.

Una política que es consciente de que la actuación del Gobierno de la Comunidad de Madrid siempre es mejorable, y que exige por ello a sus consejeros un continuo esfuerzo de iniciativa e innovación. En el debate se vio el resultado de esta exigencia, que es el santo y seña del liderazgo que se le reconoce a Ayuso: cincuenta nuevas medidas para mejorar la calidad de vida de los madrileños en todos los ámbitos.

Imposible desgranar en estas líneas toda la batería de anuncios realizados por Ayuso, con la premisa de no repetir políticas fallidas, que apenas merecieron la atención de las intervenciones de la oposición. Propuestas pensadas para todos los ciudadanos: de nuevos programas de salud para mujeres y mayores a la reapertura de la línea 7B de Metro, del cuidado de los pacientes con ELA a la presencia de cajeros automáticos en el medio rural, de la prevención de incendios a la innovación energética.

También anunció medidas que van de las nuevas rebajas de impuestos a la agilización de las valoraciones de discapacidad, de un plan de choque de vivienda protegida a la ampliación de las ayudas a la maternidad, de la creación de cuarenta residencias de mayores a la apertura del nuevo museo del Valle de los Neandertales.

Se ha señalado con razón que Ayuso propuso en el debate el ejemplo de su Gobierno autonómico como contrapunto al elefantiásico y paralizado desgobierno de Pedro Sánchez. En medidas innovadoras, en eficiencia del gasto, en calidad de los servicios públicos y, en definitiva, en atención a los problemas reales de las personas, no hay color entre la respuesta de Ayuso y la incomparecencia de Sánchez ante los grandes retos de la sociedad española.

Pero Ayuso fue incluso más allá al señalar que el mayor desafío al que se enfrenta Madrid es la pulsión demoledora de Sánchez para convertir los cimientos de la libertad, la concordia y la prosperidad de la España constitucional en un montón de escombros bajo los que guarecerse para tratar de perpetuarse en el poder.

Ya lo hemos visto este pasado fin de semana con la suspensión de la etapa final de la Vuelta Ciclista a España en la capital por culpa de la kale borroka alentada por el propio Sánchez. Y esto no ha hecho más que empezar.

Madrid se opondrá con todas sus fuerzas, con todos los recursos legales, a esta demolición, anunció Ayuso. Y no lo dijo por Madrid solamente, lo dijo por evitar que toda España caiga en el abismo que Sánchez está abriendo bajo sus pies. Porque de eso se trata, de Madrid, pero sobre todo de España.