Opinión

Llamándose Capellán convertir un convento en centro de menas es un sarcasmo

El Gobierno del discretísimo presidente del Gobierno de La Rioja, el popular Gonzalo Capellán, que rige los destinos de su comunidad desde una cómoda mayoría absoluta, ha comprado por dos millones de euros el convento de las monjas agustinas situado en el Camino Viejo de Oyón (Logroño) para, después de borrar de su interior cualquier símbolo religioso, convertirlo en centro de alojamiento de menas, en concreto de 17 menores trasladados desde Canarias que serán acogidos en un espacio de 12.500 metros cuadrados.

De la solidaridad de Capellán -con ese nombre, la operación se presta a la chanza- no cabe hacer reproche alguno, pero sí de que un inmueble eminentemente religioso sea despojado de su esencia para que vivan 17 menores extranjeros no acompañados. Y es que tras el acuerdo adoptado entre la Orden de los Agustinos y el Gobierno de La Rioja para la compra de dicho inmueble, lo que planea ahora es la estrategia de un Ejecutivo autonómico que se ha caracterizado por no plantear batalla legal alguna al Gobierno de Pedro Sánchez y acatar sin rechistar el reparto de menas decidido por el Ejecutivo.  La Rioja es la única comunidad autónoma gobernada por el PP que no ha tomado medidas legales contra la norma, frente a Aragón o la Comunidad de Madrid, por poner dos ejemplos.

Hasta ahora, La Rioja contaba con una red de pisos tutelados de acogida. Un método que ha comenzado a despertar reticencias. El Ejecutivo autonómico sostiene que todavía no se ha consumado la adquisición: «Es un alquiler con derecho a compra», aclaran, pese a que el propio consejero de Hacienda, Gobernanza Pública y Sociedad Digital, Alfonso Domínguez, reconociera que la adquisición costará 2 millones de euros. A esta información, añaden que el Gobierno riojano asumirá dicho desembolso con «los 3,9 millones de euros traspasados por el Ministerio para la acogida».  En cualquier caso, esto no va de números, sino de algo más profundo. Porque llamándose Capellán, convertir un convento en un centro de menas es un sarcasmo.