Opinión

La izquierda se ríe de la igualdad

¿De qué Gobierno progresista hablan Sánchez y sus cuates? ¿Cómo se puede tener tanto rostro y hacer todo lo contrario a lo que se predica por el espurio interés personal? La aprobación legal del concierto catalán (porque es un concierto, hasta el melifluo Josep Borrell lo ve con nitidez) supondría el fin de casi todo.

De ahí, que el manifiesto suscrito por los barones del Partido Popular a favor de la igualdad y solidaridad entre territorios y, por ende, en contra del concierto económico para Cataluña suscrito al alimón por la izquierda independentista y la otra izquierda hasta la llegada de Sánchez nacional y ahora cuasi independentista, cobra todo su sentido histórico en unos momentos en los que el Estado como tal está en almoneda. Es un tema tan serio que todo el mundo cree que no saldrá. Cierto es que eso mismo se decía de los indultos y se dieron; de la amnistía y finalmente ahí está en vigor.

De todos los envites, ciertamente locoides e interesados perpetrados por Sánchez como desafío a la oposición, es decir, del PP, este del concierto fiscal catalán es, sin duda, el más decisivo de cara al presente inmediato y, sobre todo, a un incierto futuro si se plasmara la locura. Harán bien Núñez Feijóo y sus presidentes autonómicos en ponerse al frente de la manifestación de sus respectivos territorios para poner coto a tanto desatino.

Los independentistas catalanes llevan ya mucho tiempo demostrando que no son precisamente de izquierdas, salvo que la izquierda pueda considerarse ideológicamente como un mal remedo del antiguo feudalismo y la encarnación misma del egoísmo territorial sin posibilidad de salvación alguna. El sanchismo, por su parte, ha consumado su ilegitimidad constitucional al romper una de las líneas medulares del Estado moderno y solidario. Su discurso es una farsa por completo.

Es una falsedad cósmica decir que el concierto catalán facilite nada, ni convivencia ni justicia distributiva, excepción hecha de que se entrega la cuchara y la competencia básica del Estado a unos avaros recalcitrantes por parte de un presidente y de un Gobierno sumidos en la paranoia del poder personal y grupal. Frente a hechos no caben argumentos mucho más sin son falaces y tóxicos.