El irracional animalismo…
…y valga la redundancia, porque si hay un tema que suscita especial “controversia silenciosa”, aquella que se topa con lo “políticamente correcto”, es la que predica en favor de unos derechos hacia los animales equiparables a los del ser humano. Y aquellos progres que se quedaron huérfanos y sin sustento ideológico tras la caída del muro, encontraron en la ecología, el feminismo y como moda actual, el animalismo, un nuevo asidero, manteniendo en muchos casos pueriles argumentos desde su típica radicalidad, ortodoxia y una manida demagogia. Pero siento no darles la razón, algo que no es novedoso. Debo indicarles que los seres humanos y los animales no son iguales. Si, inmediatamente seré acusado de “especista”.
Mantengo con absoluto convencimiento que respetar a los animales es una obligación humana inquebrantable. Pero soy contrario a quienes infieren que los animales no sólo merecen un trato ético y una protección legal, esta última existente en casi todas las legislaciones de los países desarrollados, sino que deben ser sujetos de derechos y tratados con igual consideración que a todos los seres capaces de sufrir, de razonar, de reflexionar, de progresar. Para los animalistas, la vida de un feto, de un niño con serios problemas de salud o la de un anciano desamparado vale lo mismo que la de un jerbo, un tití o que la rana bermeja. Los animalistas radicales son capaces de manifestarse contra las obras de una carretera que evite un punto negro y por lo tanto decenas de posibles víctimas, si la meritada obra pone en peligro a la “Apatura ilia”, una bella mariposa tornasolada. Son capaces de exteriorizar con agresividad su oposición a la lidia y no inmutarse ante los miles de abortos que se practican en España cada año.
El animalismo entiende que son sujeto de derechos cualquier ser vivo con capacidad para sufrir, independientemente de que sea o no racional. Entienden por lo tanto el sufrimiento como una simple reacción ante el dolor, sin tener en cuenta que para el ser humano del sufrimiento también brotan la reflexión, la experiencia moral, el arrepentimiento y el aprendizaje. El animalismo carece de una mínima argumentación lógica producto de su contradictoria doctrina. Desconocen que sólo se puede ser titular de derechos cuando correlativamente existe una mínima capacidad para obligarse. En todo derecho existe una correlativa obligación. El derecho a la vida exige el respeto a la vida ajena de la misma forma que el derecho a la propiedad prohíbe el robo o el hurto. Y el engranaje de todo ello es la racionalidad. Los animales, seres carentes de razón, no pueden tener los mismos derechos que el individuo ya que no pueden ser sujetos de obligaciones. El individuo tiene en su origen capacidad para discriminar lo bueno y lo malo y libertad para poder escoger entre una opción y otra. Facultades, la razón y la libertad de elección racional, que no posee ningún animal.
Nos encontramos ante una ideología radical sustentada en una especie de “democracia ecológica” cuyo planteamiento supone una impecable igualdad entre el ser humano y los otros seres vivos. El ser humano es el centro de la naturaleza, con todo sus fallos y sus errores. Y desde ese dominio, está obligado a cuidar, conservar y asegurar aquello que se le ha confiado y que debe transmitir en las mejores condiciones a las siguientes generaciones. Lo demás es una flagrante hipocresía y una notoria doble moral. A los que así pensamos se nos llama “especistas” y se nos responsabiliza de la explotación y el sufrimiento de los animales. Se nos vilipendia por buscar siempre el beneficio de la especie humana en detrimento del resto. Se nos señala con el dedo por entender que se mate animales para comer su carne o para vestirse. Se nos injuria por comprender que se encierre a los animales para experimentar sustancias con ellos, sustancias que lleguen a salvar millones de vidas. Se nos sentencia por negar ciertas condiciones de los animales en pro del bien humano. Como escribió René Descartes: “La razón o el juicio es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales”.
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