La investidura: frente a los oscurantismos, la razón
Filibusterismo parlamentario. Descortesía inconstitucional. Falta de respeto a la democracia. Cobardía a gritos…. Cualquiera de estas expresiones vertidas en las horas posteriores a la primera sesión de debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo son comerciadas entre analistas y ciudadanos. La penúltima pirueta de Pedro Sánchez ha conseguido nuevamente su objetivo, que no es otro que marcar los tiempos de la agenda política. El interesantísimo discurso pronunciado por el candidato popular, cargado de propuestas concretas, orientador de una hipotética acción de Gobierno, no ha sido replicado. Al final lo único que queda es la bronca y el silencio del de Tetuán. El gesto. El alarde de mutismo y la indiferencia. Es difícil no caer en el tópico al hablar de este político, que haría bueno a Rasputín una noche de invierno ruso. Todo son conjuras, tácticas, sacar por delante a la vicepresidenta en funciones para que negocie por mano interpuesta la amnistía, o que sean otros los que marquen la nueva línea roja a cruzar, que será la de consulta popular o referéndum, o como se quiera llamar.
Pero frente a la impotencia, a la rabia que pueden tener muchos de los 11 millones de españoles, sin contar los que no votan o se abstienen, por haber sido omitidos directamente en el debate por parte de un político que atipla la voz para hablar de una concordia que no practica, la única alternativa sigue siendo la razón. La serenidad de manifestar argumentos, de oponerse a los del adversario y de exhibir con trasparencia lo que se pretende hacer con esto que llamamos España. Da igual la lengua en la que se diga, porque para eso no necesitamos ningún pinganillo, ya que se trata de identificar lo que pretenden unos y otros. En lo que sí damos la razón a la bancada socialista, es que cualquier debate de investidura ya tiene un único objeto: amnistía sí o amnistía no. No importan las pensiones, el futuro y presente de la Justicia, el cambio climático o planetario o lo que corresponda, ni, lo que es más grave, el modelo territorial del Estado. Lo único que está en las tribunas, en los papeles y en los bares es el perdón de los pecados del 1 de octubre de 2017… ¿También el de 2024?
Frente a esa operación orquestada e inteligente de desnudar el debate, sólo cabe la fuerza de la razón. Insistir una vez más, y esto debería ser política transversal y no partidista, en que la excepción constitucional es exactamente eso. Algo que choca contra el espíritu y la letra de nuestro texto fundamental. Algo que repugna las convicciones de un Estado de Derecho, que deprime todo el entramado institucional, judicial y policial, que ese decisionismo desatado supone una broma de mal gusto. Frente a la moral de segunda mano, hay que ratificar una y otra vez los valores democráticos que consisten en respetar al distinto, pero dentro de los cauces de la legalidad y seguridad jurídica. Resulta difícil no decir evidencias ante este surrealismo político en que nos encontramos, pero tengo la sospecha de que tendremos que repetir una y otra vez la apología de la razón. O como diría el castizo, señores, luz y taquígrafos. Aunque sean plurilingües.
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
El jurado declara inocente a Pau Rigo, el anciano que mató en Mallorca al ladrón que le asaltaba
-
El juez pondrá en libertad a Aldama tras confesar sus relaciones con Sánchez, el PSOE y varios ministros
-
Matt Gaetz renuncia a ser el fiscal general de Trump: «No quiero ser una distracción»
-
La Copa Davis no evita la reincidencia de Alcaraz
-
Lavadoras para Sedaví y Catarroja: el destino de la recaudación del festival taurino en Cariñena