Opinión

Iglesias busca el estallido social para aplicar su ‘jarabe totalitario’

Sostiene Pablo Iglesias que si se generalizan protestas de «gente de derechas» contra los domicilios de algunos miembros del Ejecutivo, como es su caso, lo próximo pueden ser concentraciones de «gente de izquierdas» frente al «apartamento» de Isabel Díaz Ayuso,  la casa de Santiago Abascal.  o «periodistas que se convierten en referentes de opinión». Si eso se produjera, asegura, «entraríamos en una situación muy negativa».

El mensaje de Iglesias está claro: instar a la «gente de izquierdas» a salir en su defensa, como acto de desagravio por las protestas «de gente de derechas» ante su casoplón de Galapagar. Pero ese mensaje es tramposo. ¿Qué habría ocurrido si cuando dirigentes del PP como Soraya Sáenz de Santamaría o Esteban González Pons, escracheados a instancias de un Iglesias que defendió el acoso con el argumento de que era «el jarabe democrático de los de abajo», hubieran sugerido hacer lo propio con sus adversarios políticos?

Pablo Iglesias dice que está acostumbrado a «recibir muchos ataques», pero ha sido sentir el aliento de la protesta a las puertas de su lujoso chalet para amenazar al PP o Vox con la misma moneda, ignorando que ni Díaz Ayuso ni Santiago Abascal ni «periodistas que se convierten en referentes de opinión» han alentado, en ningún caso, las protestas frente al domicilio del dirigente de extrema izquierda y vicepresidente segundo del Gobierno socialcomunista. Sólo él defendió en su día el acoso puro y duro como estrategia política. Si lo que pretende Iglesias es que se entre en su juego, va listo. En totalitarismo y en afán de venganza, el secretario general de Podemos es un maestro.

Lo que quiere Pablo Iglesias es que se desate un clima de violencia que le permita justificar su carcundioso ideario comunista y ejercer el poder a la manera que le gustaría: cercenando derechos y libertades.

Iglesias, está claro, busca el estallido social para justificar sus métodos dictatoriales. Pero a los totalitarios como él, se les ve venir de lejos.