Historias de la desmemoria (7): Josefina Gálvez de Haya

Josefina Gálvez
  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

«Este es uno de esos pequeños renglones con que se escribe la gran historia de las naciones».

Hace unos días descubrí que un reportaje de La Sexta mostraba una pretendida fotografía del aviador Carlos de Haya posando, cosa sorprendente, ante un caza soviético Polikarpov I-15, el famoso Chato republicano.

El error es ciertamente llamativo.  El protagonista de la foto no es el capitán Haya sino el teniente Francisco Viñals, jefe de la 2.ª Escuadrilla del Grupo 26 de Caza de la aviación republicana. Conozco la foto porque tengo una copia que me había enviado la hija de Haya, Mirentxu, a quien está dedicada precisamente la foto: «A la Sra. Mirentxu, afectuosamente. 14-05-06. Viñals».

El lector se preguntará por qué la hija de Haya, que fue piloto de la aviación franquista, tiene dedicada una foto de un piloto de caza republicano. Se trata de uno de esos pequeños renglones con que se escribe la gran historia de las naciones, y que contrasta con la sectaria mezquindad que viene sufriendo desde hace años la familia Haya.

Josefina Gálvez de Haya

Francisco Viñals, natural de Barcelona, tenía 21 años cuando comenzó la Guerra Civil, en la que se hizo piloto de caza del bando republicano y se afilió a UGT. En uno de los siete combates aéreos que sostuvo con la aviación franquista, el del 21 de febrero de 1938 sobre el Puerto de Escandón (Teruel), un Chirri enemigo colisionó contra su Chato, cayendo ambos derribados. Viñals logró saltar en paracaídas, pero no así el piloto contrario, que se estrelló con su avión.

Tres días antes de terminar la contienda, el 29 de marzo de 1939, Viñals y su escuadrilla tomaron tierra en Barajas para entregar sus aviones a los vencedores. Detenido en la cárcel de Porlier, en abril siguiente se le abrió una causa por delito de adhesión a la rebelión junto a otros diez pilotos, entre ellos varios de su escuadrilla. La causa fue trasladada después a Valencia, donde la instrucción se amplió para conocer su actuación en la guerra.

Así, terminó por revelarse que el piloto que murió después de colisionar con el Chato del teniente Viñals fue el capitán Haya. A raíz de esa revelación, el fiscal acusó a Viñals de asesinato y pidió para él la pena de muerte. El fiscal requirió a la viuda de Haya, Josefina Gálvez, y a su cuñado Alfonso, también piloto, para que testificaran contra Viñals ante el consejo de guerra, que se celebró en la ciudad del Turia el 20 de octubre de 1939.

Josefina Gálvez, además de perder a su marido en combate, había padecido en los primeros meses de la guerra un auténtico calvario. Encarcelada por las autoridades republicanas en Málaga por ser la mujer de Haya, tuvo que separarse de sus gemelos recién nacidos, Héctor y Aquiles. Éste último falleció por falta de leche materna durante el cautiverio de Josefina.

Ante la entrada de las tropas de Franco en la ciudad, Josefina fue trasladada como rehén por el gobernador civil de Málaga, Luis Arráez, formando parte de la trágica Desbandá por la carretera de Málaga a Almería. Al llegar a Valencia días más tarde, fue secuestrada por milicias de la FAI y puesta ante el paredón con un grupo de personas. Al ver su final, se desmayó al mismo tiempo que sonaban las descargas, que no la alcanzaron. Los victimarios la dejaron allí, entre los cadáveres, creyéndola muerta. Detenida de nuevo por las autoridades republicanas, en mayo de 1937 fue canjeada por el periodista Arthur Koestler.

A pesar de esta dramática peripecia en manos republicanas, y para sorpresa del tribunal militar, en el juicio contra los pilotos del bando vencido la viuda del capitán Haya declaró que su marido no había sido asesinado, sino que pereció en un combate aéreo y que en esas circunstancias podía haber muerto cualquiera de los aviadores en liza. Lo mismo sostuvo el hermano del aviador.

El gesto de humanidad de Josefina Gálvez salvó la vida del teniente Viñals. La acusación por la muerte de Haya que figuraba en el escrito del fiscal con la petición de la pena capital desapareció en su sentencia, que sólo recoge esta frase: «Intervino en los combates librados en el Frente de Teruel, realizando unos cuarenta servicios de guerra y derribando un aparato» (Archivo Histórico del Ejército del Aire, Signatura 3857). Viñals fue condenado a 25 años de cárcel, que le fueron conmutados en 1940 por la pena de 8 años. En 1941 salió de prisión en libertad atenuada, que sería definitiva en 1946.

Josefina Gálvez trató de salvar la vida también al socialista Luis Arráez, gobernador civil de Málaga, en reconocimiento al buen trato que le dispensó cuando estuvo presa. La viuda de Haya le ayudó a intentar pasar a Gibraltar, proporcionándole documentación falsa y llevándole en coche el 19 de diciembre de 1939 hasta La Línea, pero fue descubierto. Arráez fue fusilado por los franquistas en Alicante en 1940. Su familia nunca olvidó el gesto de la viuda de Haya.

Sin duda, estos actos humanitarios de Josefina surgían de su convicción de que Arráez y Viñals, lo mismo que su marido y que millones de españoles en ambas zonas, se habían visto forzados a tomar partido en aquella terrible contienda civil, implicación de la que muy pocos pudieron escapar.

Más de medio siglo después, Viñals pudo expresar su gratitud por la valiente declaración de Josefina que lo libró del fusilamiento. Lo hizo, entre lágrimas, ante Mirentxu, la hija del matrimonio Haya, en un encuentro en 2006 en Barcelona, donde le dedicó orgulloso, como recuerdo, su fotografía ante el caza “Chato” en el que combatió durante la guerra. Para entonces, Viñals había sido reconocido por nuestra democracia como coronel del Ejército del Aire.

En ese encuentro, la hija de Haya coincidió con otros veteranos de la aviación republicana. Uno de ellos, el teniente Joaquín Calvo, jovencísimo miembro de la escuadrilla de Viñals, con apenas 18 años, que fue condenado por el mismo consejo de guerra y con igual pena que su jefe, recordaba también con gratitud el testimonio favorable de la viuda de Haya cuando estaban siendo juzgados por los vencedores.

«Aquellas declaraciones tan ajustadas a la realidad, a nosotros nos resultaron maravillosas”, afirmó el teniente Calvo en un escrito dirigido a Mirentxu Haya, en el que se refirió a su antiguo adversario en la guerra, con esa caballerosidad tan española, como “Glorioso y admirado, por nuestra parte, Capitán Haya».

Hoy, cuando por sectarismo se intenta borrar de la Historia de España al gran pionero de la aviación y genial inventor aeronáutico, dedico este artículo sobre los humanitarios gestos de su viuda, Josefina Gálvez, a sus hijos Carlos, Mirentxu y Héctor, recordando también a los hijos de este último, Héctor y Christian, pilotos de nuestro Ejército del Aire caídos en acto de servicio en 1987 y 1995, respectivamente, con la esperanza de que tanta ingratitud hacia esta ejemplar familia española se vea al menos atenuada con estas líneas.

Lo último en Opinión

Últimas noticias