¿Por qué Hillary Clinton no es un mal menor?
Para explicaros por qué yo jamás votaría a Hillary Clinton bastaría recordaros que le han mostrado su apoyo tanto Zapatero como Pedro Sánchez y hasta Miquel Iceta y esto ya debería ser suficiente para sospechar de ella. Pero viendo la apabullante campaña que existe contra su contrincante, Donald Trump, sostenida por el ‘establishment’ y los grandes emporios de la comunicación a nivel mundial, es posible que sea necesario algún argumento más.
Resulta extraño que esta mujer tenga el respaldo de la izquierda española. En primer lugar porque forma parte de una de esas familias que vienen a configurar lo más parecido a una monarquía en los Estados Unidos de América. Como antes hicieron los Roosevelt y los Kennedy, si gana Hillary, los Bush y los Clinton habrán gobernado durante 24 de los últimos 32 años. Y en segundo lugar por sus finanzas. Hillary confesó en una entrevista a la ABC que Bill y ella dejaron la Casa Blanca «no sólo en bancarrota, sino con muchas deudas». Pero desde entonces se convirtieron en una máquina de generar dinero. La pareja ha ingresado 154 millones de dólares por 728 conferencias desde 2001. De ellos, casi un tercio los facturó Bill mientras Hillary era secretaria de Estado y la mitad del total procede del extranjero, por ejemplo de Moscú, Pekín o Arabia Saudí. Además de eso, tienen una fundación que recibe millonarias donaciones procedentes de Arabia Saudí, Kuwait, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, entre otros. La Fundación Clinton recibió 8,6 millones de dólares de la fundación ucraniana Victor Pinchuk. También recibió millones procedentes de consorcios con intereses en Colombia, previamente a que Hillary apoyara un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Colombia.
Otra cuestión que hace desconfiar de ella es que entre 2009 y 2013 utilizó su cuenta privada de correo electrónico para sus comunicaciones oficiales, incluidos varios cientos de mensajes que más tardes fueron marcados como clasificados. Grave imprudencia que hace sospechar que lo hizo para que sus comunicaciones quedaran fuera de los registros oficiales y del escrutinio público, pese a poner en peligro la seguridad nacional. En general, su carrera política no ha sido nada brillante. Junto al escándalo del uso de su correo privado tiene otras manchas, como su fracasado intento de reformar la seguridad social y su nefasta gestión del ataque al consulado estadounidense en Libia en 2012. Y está salpicada por escándalos, unos con nombres de mujer como los de las ‘antiguas’ Monica Lewinsky o Gennifer Flowers o la ‘moderna’ ‘Energizer’; y otros con nombre de chanchullos, como el ‘Whitewater’ y el ‘Travelgate’.
Pero lo que menos me gusta de esta señora, a cuyo favor parece contar sólo su condición de mujer y el miedo a Trump, son sus ideas políticas. En USA, liberal significa algo parecido a socialista o progresista, y Hillary representa ese tipo de ‘liberalismo’ a la perfección. Propone subidas de impuestos, aumento del salario mínimo, endurecimiento de la legislación contra el ‘fracking’ impulsando las energías ‘limpias’ mediante grandes inversiones públicas, mayor asistencia social, regularización de inmigrantes indocumentados, en 2008 apoyó el rescate de las instituciones financieras afectadas de Wall Street, y está a favor de la prohibición de las armas. Respecto a la religión, Hillary ha declarado: «Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales». Toda una progre, capaz de todo por el poder y el dinero. No, Hillary Clinton no es un mal menor, representa todo lo que yo no querría para mi país.