Opinión

Gracias Pedro por llevarnos a la luz

No está bien autorreferenciarse, pero no me resisto a señalar que llevo varios años escribiendo artículos sobre este tema: sobre la descompensación de la matriz eléctrica, que se agrava según se van cerrando las nucleares; sobre la inestabilidad de las renovables en microgeneración distribuida, que se acrecienta por la escasísima capacidad de acumulación y almacenaje; sobre la enorme y absurda proliferación de parques solares y eólicos, que sobrarán en unos años y que costará una fortuna retirarlos a menos que se asuma la degradación ambiental que suponen; sobre la vulnerabilidad que provoca la dependencia externa (entre otros del gas ruso) para alimentar las centrales que estabilizan el sistema cuando las renovables producen mucho, o para atender la demanda cuando no producen, como en esas largas, frías y secas noches de invierno… Bueno, pues los avisos no eran paranoia, y hemos comprobado que al final no era inocuo tener una ministra (ahora comisaria europea) tan radical, soberbia y sectaria como Teresa Ribera.

Y el Gobierno no defrauda, se concentra en hacer lo que mejor, por no decir lo único, que sabe hacer, construir el relato, es decir, engañar. La comisión de investigación creada para identificar causas y determinar las responsabilidades se pretende que sirva exactamente para lo contrario: para evitar la transparencia e impedir que la información fluya de forma clara y comprensible, y para conseguir que el ecologismo radical e ideológico del sanchismo, encarnado en la pasada y en la actual ministra y en el jefe de ambas, no aparezca como lo que realmente es: el autor intelectual del apagón.

Esa comisión ha empezado por formarse únicamente con miembros políticos de su misma cuadra y se pretende alimentar con informes elaborados por institutos u órganos oficialistas de similar cuadrilla. No buscarán causas, que ya se conocen porque las han dejado claras los verdaderos expertos, sino excusas; no harán nada para evitar que puedan producirse eventos parecidos, sino para protegerse ellos mismos de los que puedan ocurrir; y no dejarán participar a las compañías eléctricas que ya han sido elegidas como chivo expiatorio. Es imaginable el bochornoso tenor que tendrán las conversaciones que mantendrán en sus reuniones: ¿Qué es lo que ya se sabe? ¿Qué es lo que no se sabe y sobre todo lo que no se puede saber? ¿Cuál es la forma de culpar a las eléctricas y los operadores privados? ¿Qué ventajas políticas podemos extraer y qué podemos poner en el debe de la oposición?

Conseguirán parar la exigencia de responsabilidad en el correspondiente cargo técnico de Redeia, y es muy posible que se salve hasta su propia presidenta. Un buen amigo muy socialista chateaba un gracioso comentario a cuenta de Beatriz Corredor, diciendo que, aunque él no tenía ni idea de la materia (o precisamente por eso y por el motivante salario), ya había echado el currículum vitae para sustituirla; pero no caía mi amigo en que sí que cumplía con el único requisito que se pide para cubrir estos puestos: tener el carné del partido.

También comentaba la semana pasada que los incidentes en la red eléctrica son síntomas del muy evidente deterioro de los servicios públicos como consecuencia de su politización estructural y de su supeditación a espurios intereses ideológicos. Disfunciones operativas que afectan, entre otros servicios, a Correos, al ejército y fuerzas de seguridad, a la gestión migratoria, a entidades reguladoras y… ¡bingo, a la Renfe! Lo de los dos últimos días es tan grave como que anuncia el principio del fin de la alta velocidad en nuestro país. Treinta y tres años después de su puesta en marcha ha llegado a su propio calvario; desde 2019 inició un proceso de descomposición y ya estamos ante un cuerpo infecto y maloliente que quizá no se pueda recuperar; trenes, mantenimientos, velocidad efectiva, precios, puntualidad, comodidad, seguridad, estaciones e instalaciones… todo resulta un burdo remedo de aquello que componía el más moderno y envidiado servicio ferroviario de Europa.

Pero como también decíamos la semana pasada, nada se puede arreglar si no se reconoce, sin hacerse trampas en el solitario, lo que de verdad está mal. Lejos de cualquier autocrítica, solamente les motiva la oportunidad de sacar pecho por conseguir parchear o medio arreglar lo que van rompiendo. No solo se aprovechan de que el sanchismo ha derogado la responsabilidad política, sino que construyen un relato imbatible: gracias a Sánchez dos millones de españoles no se murieron en la pandemia, gracias a su rápida intervención en la red eléctrica y a su rapapolvo a las compañías privadas salimos del reino de las tinieblas y gracias a su gobierno y a su mostrenco proto ministro Puente los trenes van a seguir circulando en España. Gracias, Pedro.