Opinión

Los gallegos le han tomado el número correcto a Yoli

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

No es de extrañar que el 0 patatero de Galicia, su tierra natal, le haya sumido a Yolanda Díaz en un marasmo de melancolía y depresión política. Ha tardado casi cien horas en abrir la boca, ella, tan dada a subirse a un micrófono a la menor oportunidad.

Hay quien sostiene que los resultados de Sumar (0,0) se deben a que conocen a la dama en cuestión por sus años de militancia comunista en el verde noroeste galaico. Pudiera ser. Sin embargo, el autor se apunta más bien a algo obvio: la vicepresidenta de Sánchez aparece, no sólo a ojos gallegos sino al del conjunto de españoles, como una perfecta vendeburras a la que da lo mismo arre que so, con tal de aparentar ser la estadista que no es. Punto. A partir de ahí se admiten interpretaciones. Ir del brazo de Sánchez tampoco es una escarapela atractiva ni siquiera para los votantes de la izquierda.

La señora Díaz creyó erróneamente que con ocupar una vicepresidencia del Gobierno, y tener posibilidad de hacer algunos apaños a los trabajadores, tenía el camino expedito hacia el Olimpo. Resulta cada vez más difícil vender carne de conejo por pluma de buitre. Por si fuera poco, esa imagen de comunista pija que ella misma se ha creado no coadyuva a que sigan sus pasos los votantes tradicionales del comunismo, que existen y existirán siempre en España, porque ha demostrado tener un discurso que no se compadece finalmente con la vida que lleva.

Díaz sólo tiene posibilidad de hacer bueno aquel anuncio de Iván Redondo –¿dónde andas, malandrín?–, cuando dijo que Yolanda llegaría a ser presidenta del Gobierno si Sánchez fuera decapitado políticamente por el PSOE y esta formación vuelve a la senda socialdemócrata, abjurando al mismo tiempo de los independentistas con los que Sánchez se encuentra tan a gusto. Sólo bajo esa nueva circunstancia, que pudiera en un tiempo producirse, Díaz podría ambicionar reunir bajo su ala a la izquierda más radical del país.

Hoy por hoy, Galicia, su tierra, la ha colocado en el lugar justo que le corresponde.