Opinión

Fuera todas las calles guerracivilistas

El Ayuntamiento de Madrid cambiará en un plazo de seis meses el nombre a 30 calles o plazas que, por su nomenclatura, están relacionadas con la dictadura franquista. Esta medida, que según el consistorio podemita busca el respeto y la concordia histórica, sería loable si en ella no se hubieran obviado a otros represores que atentaron contra los derechos y las libertades fundamentales de las personas antes y durante la Guerra Civil. Una postura que, con acierto, ha defendido el Partido Popular de Esperanza Aguirre, la única formación que se ha opuesto a una iniciativa que ha salido adelante con los votos a favor de Ahora Madrid, PSOE y Ciudadanos.

A ningún defensor de la democracia le puede ofender que se quiten de las calles de Madrid los nombres de algunos de los gerifaltes del régimen franquista, uno de los capítulos más oscuros de la historia de España. No obstante, la iniciativa sería verdaderamente creíble si en ella se incluyeran a otros personajes que ejercieron una brutal opresión contra liberales y conservadores durante la represión republicana y la posterior Guerra Civil. Uno de esos ejemplos sería Santiago Carrillo. Cuando el antiguo secretario general del Partido Comunista murió el pasado 18 de septiembre de 2012 en Madrid a los 97 años, la entonces alcaldesa, Ana Botella, dijo que «había que tener grandeza de miras y mirar un poquitín a largo plazo» y le concedió una calle. Hoy, esa grandeza de miras tiene miopía bajo el mandato de Podemos en el consistorio de Madrid. O, quizás, es que no conocen la versión completa de la Guerra Civil, aquella en la que Carrillo y los 6.000 asesinados en Paracuellos del Jarama forman un binomio indivisible. Resulta especialmente llamativo que la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, haya pasado por alto este hecho histórico esencial. Más, si cabe, después de dar su beneplácito para poner una placa al 15-M en la Puerta del Sol.