Opinión

Fuera de juego con IA

No toda la culpa es de los árbitros, sino de su organización estructural. Partamos de la base de que si el gol que le anularon a Lewandowsky en San Sebastián se lo hubieran invalidado a Larin, del Mallorca, o a Puado, del Espanyol o, simplemente, a otro delantero de algún equipo más modesto pero no por ello menos respetable, habríamos hablado dos días por aquí y, luego, anécdota acabada. El afectado ni siquiera había sido contactatado por ningún medio de comunicación oral, escrito o visual, como tampoco el jefe de VAR, del Comité Técnico de Arbitros.

Aunque no soy de quienes se aferran a eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, si bien los hubo, insisto en que cada vez que la gente esa que se ocupa de cambiar el reglamento del juego o las competiciones, empeora una cosa y la otra. Nada fue tan simple como la norma del «off side». Si estás en línea con el último defensa, posición correcta y, si la rebasas, falta en ataque salvo que el balón proceda de un contrario. Lo entendía todo el mundo.

Antes del invento de las cámaras y las cabinas de VOR, ya empezamos a complicar un poco la cuestión. Que si rebotes, que si cesiones, que si interviene en la jugada o no, que si obstaculiza la visión del portero o condiciona su movimiento. En estas estábamos cuando llegaron las pantallas y los pinganillos. Primero nos ofrecían las imágenes de la jugada, con dos líneas de color que señalaban la infracción sin género de dudas. Tampoco valía. De ahí que ya no nos muestren lo ocurrido, sino que nos pongan un holograma, ¿se dice así?, o mejor dos muñecos con las líneas ya trazadas en las que la uña más adelantada del rematador anula todo lo anulable. La uña, el codo, el dedo meñique del pie derecho o izquierdo, la nariz, puesto que con ella también se puede rematar, -lo tienen mal aquellos que la tienen aguileña- y no digamos los bifos, porque la barbilla también cuenta. No me refiero a otros apéndices por razones de castidad, moral y ética, pero ya que estamos igual habría que medir los tamaños por si el bulto del pantalón del autor del gol sobresaliera sobre el del defensa o este la tuviera más pequeña. Con perdón.

Creo que el Comité de Reglamento de la FIFA tendría que estudiar la posibilidad de subir los travesaños de las porterías en caso de que el guardameta midiera más de 1’90 o que los colegiados en lugar de utilizar un silbato, usaran una trompeta o, mejor aún, que el fuera de juego lo indique la inteligencia artificial. La humana, está en desuso.