Opinión

Francia con Macron: entre la ultraderecha y la ultraizquierda

No ha sido una gran sorpresa -pese a la primera impresión-, lo sucedido en la segunda vuelta de las elecciones francesas si se tiene presente que el Nuevo Frente Popular y el partido de Macron construyeron un auténtico  Muro de París, cual versión actual del comunista de Berlín. Siguiendo la consigna de «frenar a la ultraderecha» tras su importante y sorprendente triunfo en la primera vuelta, Macron y Jean Luc Mélenchon acordaron retirar sus candidatos en las circunscripciones donde hubiesen quedado en tercera posición.

Ya previamente, la Francmasonería y restantes obediencias francesas, habían hecho público un comunicado el 13 de junio convocando a que todos sus miembros se reuniesen en sus logias de París y de todos los orientes del país, el 18 de junio a las 18:00, horas para impedir que los principios republicanos fueran cuestionados por un triunfo de la ultraderecha. Dada su influencia en la dirigencia de los partidos, ese Muro no ha sorprendido como tampoco debe sorprender en exceso el resultado final, dado que la RN de Marine Le Pen y su candidato a primer ministro Jordan Ballard obtuvo un claro triunfo en la primera vuelta, pero con un 33% de los votos.

La mayor participación electoral en 43 años, en esta segunda vuelta, refleja la gran movilización de la izquierda en respuesta a este llamamiento general. Ahora, en Francia -y Bruselas- suspiran aliviados, pero no lanzan las campanas al vuelo ante la inestable situación surgida de las urnas con el triunfo del NFP del que el líder de la Francia Insumisa Mélenchon quiere adueñarse, exigiendo a Macron que asuma su derrota y reivindicando la formación del gobierno.

De momento, el ex presidente François Hollande, incorporado al NFP, le ha llamado al orden exigiéndole silencio, dado que Mélenchon encabeza la facción de ultraizquierda y la posibilidad de una cohabitación de Macron con él no se vislumbra precisamente como fácil. El NFP nació rápidamente tras la convocatoria electoral anticipada del inquilino de El Elíseo cuando estaban en un claro distanciamiento político sus integrantes, que vuelve a reaparecer una vez conseguido el objetivo de cerrar el paso a los de Marine Le Pen.

Macron convocó anticipadamente para evitar que el claro triunfo de la RN de Le Pen en las elecciones europeas del 9J se consolidara, y puede que sólo haya retrasado su victoria ante el complicado escenario abierto en la Asamblea Nacional, donde no hay una mayoría clara de ningún partido. Quizás la derrota de la ultraderecha sea a cambio de encumbrar a la ultraizquierda, aunque sea sin cohabitación con el Elíseo.

Macron no puede volver a disolver esta Asamblea hasta dentro de un año, por lo que su segunda mitad de mandato, que expira en 2027, se vislumbra muy complejo. Le Pen afirma que el gran derrotado ha sido el presidente y que su resultado es «una victoria en diferido» para ellos, aludiendo a que casi ha duplicado los votos y hace más viable su victoria para entonces, que sería la cuarta ocasión en que pugnaría por la presidencia de la República.

La referencia a España resulta obligada, con Sánchez a la cabeza de otro Frente Popular y su vicepresidenta Yolanda, ex líder de la fenecida Sumar, habiendo hecho campaña con la Francia Insumisa, nítida formación de ultraizquierda.

Pero el paralelismo va más allá, pese a la sucesiva desaparición de partidos nacionales y de centro, como la UCD, el CDS y CS. Su papel en el FP sanchista lo asumen Junts y el PNV, que no son ni nacionales ni de centro, sino de derechas y ultranacionalistas, de hecho separatistas. En cuanto a Cataluña, con el reloj en funcionamiento para una eventual investidura o una repetición electoral -las dos posibilidades siguen abiertas-, con Illa pugnando por un nuevo Tripartito que sería el tercero de la serie, tras el de Pasqual Maragall y José Montilla.

La batalla abierta en el seno de ERC entre su secretaria general Marta Rovira y su presidente Oriol Junqueras decidirá el lado por el que se inclina la balanza, que hasta finales de julio no se decidirá. Mientras, Puigdemont -con Sánchez en sus manos-, a la expectativa. Francia, con Macron, está ahora entre la ultraderecha y la ultraizquierda. Mientras, Sánchez entre Marta Rovira y Puigdemont.