Felpudos Sánchez

Sánchez felpudo, Gobierno, Cataluña

Uno de los comercios más populares de Madrid es Los Fernández, que tuvieron la visión de apostar hace muchos años por uno de los jingles radiofónicos más populares de la capital, el «Los Fernández son muy amables». Pero este emporio económico puede ver peligrar sus ventas ante la competencia desleal de Felpudos Sánchez, dado que el presidente del Gobierno se está especializando en regalar alfombras rojas – y en arrastrarse sobre ellas – a Esquerra Republicana, Junts, Bildu, Compromís, PNV, BNG, Hamas, Gibraltar, Marruecos y a cualquier persona, partido político, país o ente corpóreo que le permita continuar en Moncloa. E incluso interplanetario, si hubiera vida en Venus o en Saturno y sus habitantes pudieran colaborar en aprobarle los Presupuestos Generales del Estado.

El último comportamiento felpudesco que ha tenido Sánchez lo vimos este miércoles en Barcelona, cuando volvió a arrastrarse en el Palau de la Generalitat ante Pere Aragonès para implorar a Esquerra que vote la investidura de Salvador Illa. El presidente de la Generalitat al menos tuvo el detalle de no retirar la bandera de España, como sí hizo en la anterior cumbre, cuando mandó a un ujier a que se la llevara a los cinco segundos de acabar Sánchez su discursito. Si en esta ocasión lo hizo no lo vimos, dado que no hubo comparecencia ante la prensa, no sabemos si para evitar que ERC le montara a Sánchez otro desplante para humillarle, o para no responder a preguntas sobre Begoña Gómez.

Lo que sí queda claro es que el «si tú me dices ven, lo dejo todo» es el lema de la relación entre ERC y socialistas tras el resultado de las últimas elecciones autonómicas catalanas. Para asegurarse que Marta Rovira, que en el fondo está muy interesada en pactar con Salvador Illa para darle la puntilla a Carles Puigdemont y para mantener una notable cuota de influencia sobre la Generalitat – y centenares de sueldos a enchufados diversos –, pueda vender a las bases de Esquerra el pacto con el PSC, los gestos del PSOE son cada vez más abundantes. Mil millones para Cercanías o el traspaso del Ingreso Mínimo Vital son dos de los detalles de un tira y afloja que tiene como elementos centrales la condonación de 15.000 millones de la deuda de la Generalitat con el FLA y un concierto económico a la catalana. Y veremos más gestos y avances en ambos campos.

Sánchez ha demostrado que es un felpudo para lo peor de la política española, para aquellos partidos que quieren acabar con el sistema constitucional, nuestras libertades y la igualdad de los ciudadanos ante la ley. En cambio, tiene un comportamiento a medio camino entre el macarra y el matón de taberna con la media España a la que ha definido como «la fachosfera». Nunca antes habíamos tenido un presidente del Gobierno que había insultado tanto, y de manera tan continuada y desagradable, a todos aquellos españoles que no le votan. Y nunca habíamos tenido a un inquilino en Moncloa tan obsequioso con partidos golpistas o, directamente, herederos de organizaciones terroristas. Duele que Moncloa haya caído tan bajo, y eso que el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero había dejado el listón por los suelos.

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