Opinión

Feijóo inicia la cuenta atrás para derogar el sanchismo

La decisión, como anticipó OKDIARIO, del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, de convocar el Congreso Nacional de su partido a primeros de julio es un movimiento orientado no sólo a preparar a la formación más votada en las últimas elecciones generales ante un eventual adelanto electoral, sino, sobre todo, a dotar de un nuevo impulso a un partido que encarna las aspiraciones de cambio político de una mayoría de españoles literalmente hartos de lo que representa el sanchismo.

Y es que se necesita algo más que denunciar la clase magistral de autocracia que imparte a diario el presidente del Gobierno. Es vital seducir e ilusionar a una sociedad que presenta alarmantes síntomas de apatía e impotencia ante los excesos y falta de respuesta a los problemas de un Ejecutivo orientado exclusivamente a la ocupación del poder.

Núñez Feijóo ha entendido que la mera denuncia del riesgo que para la democracia supone Pedro Sánchez no es bastante en un contexto político en el que la retroalimentación de intereses entre el socialcomunismo y los nacionalismos más o menos excluyentes hacen que para lograr gobernar haya que superar ese muro que la izquierda y las formaciones menos concernidas con lo que representa España y su unidad han levantado para evitar ser desalojados del poder.

Para esa labor de acabar con el sanchismo se necesita una movilización activa y permanente de sectores amplios de la sociedad que están desencantados con la situación política, pero que a la vez no han encontrado estímulos suficientes para erigirse en protagonistas del necesario cambio político. Para esa labor de implicación decidida de quienes entienden que el sanchismo es ya un riesgo democrático hace falta que el PP de un paso hacia adelante en su capacidad de seducción con un planteamiento atractivo desde el punto de vista programático y con un plantel renovado de personas que sean capaces de trasladar mayor ilusión.

Para eso debería servir el congreso del PP: para estimular a la España que observa con impotencia como el sanchismo ha pervertido la esencia misma del funcionamiento democrático.