Opinión

Está muy feo hacer negocios privados en el palacio presidencial

Hay un aspecto de la declaración de Juan Carlos Barrabés ante el juez Peinado que resulta especialmente esclarecedor. Y es que de lo dicho por el socio de Begoña Gómez ante su señoría se desprende que la mujer del presidente del Gobierno usaba el Palacio de la Moncloa como su oficina particular para montar el máster y la cátedra de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense de Madrid. En concreto, el empresario confirmó al menos «cinco» encuentros en la Moncloa. «No quiero decir una cifra exacta (…) diría que fui varias veces a ver a Begoña Gómez por el tema del máster y luego fui a ver a Pedro Sánchez una vez o dos, y ya está», declaró ante Peinado. Asimismo, aseguró que siempre fue «con invitación»: «Nunca he llamado al Ministerio». Según el empresario, estaban presentes «ella y algunas mujeres». «Creo era gente que trabajaba con ella en el máster», dijo, si bien aseguró desconocer sus nombres.

Parece evidente que los negocios particulares de la mujer de Pedro Sánchez no estaban extramuros del palacio presidencial, sino que éste era su principal centro de operaciones. Tiene relevancia lo dicho por Barrabés, porque con independencia de cuál sea el horizonte penal del caso parece evidente que en este asunto se ha mezclado de forma absolutamente improcedente lo público con lo privado. Que Begoña Gómez convirtiera Moncloa en la sede principal de sus actividades privadas supone, desde un punto de vista ético y estético, un abuso. La mujer del presidente del Gobierno no puede convertir su residencia oficial en una oficina donde gestionar sus negocios particulares. Juan Carlos Barrabés, con su declaración ante el juez, no apunta a la comisión de un delito, pero sí dibuja el contexto y el marco de actuación de Begoña Gómez. Y su descripción de los hechos confirma que la esposa del jefe del Ejecutivo fue demasiado lejos. Muy, pero que muy lejos.