España en pie

Opinión de Rosa Díez

Este domingo, 12 de noviembre de 2023, mi marido y yo volvimos a la Plaza de Moyúa de Bilbao. Y lo hemos vuelto a hacer, como tantas otras veces a lo largo de nuestra vida, para defender la libertad.

Hemos llegado desde Sodupe y dejado el coche en un aparcamiento cercano; y, cuando caminábamos hacia la plaza, un señor se ha acercado a nosotros y, tras saludar, nos ha espetado: «Hoy me he desvirgado… en mi vida he asistido a una manifestación… Tengo 64 años… Pero esto ya no hay quien lo aguante, se ha acabado callar, hay que salir… Yo soy médico, una persona pacífica, nunca me ha gustado significarme…, pero ya no queda otra… «. Y hemos caminado juntos hasta los aledaños de la plaza que, faltando media hora para el inicio del acto, ya comenzaba a estar poblándose de banderas y ciudadanos.

Y una vez en la plaza, han vuelto los recuerdos. La Plaza de Moyúa está flanqueada por el Gobierno Civil (ahora Subdelegación del Gobierno) y la Delegación de Hacienda. Fueron tantas las veces las que en las escaleras de la Delegación de Hacienda, a las 12 del mediodía, jueves tras jueves, semana tras semana, nos concentrábamos pidiendo la libertad de Ortega Lara… Volviendo de la última de esas concentraciones recibimos la noticia de que la Guardia Civil había encontrado el zulo en el que ETA lo mantenía secuestrado y lo había liberado.

Fueron tantas las veces en las que apenas un puñado de vascos nos concentrábamos en esa misma plaza para gritar libertad tras cada atentado de ETA, con el cadáver aún caliente

Fueron tantas las veces en las que, camino de la iglesia de San José, situada a unos escasos cien metros, pasábamos por esa plaza desierta para asistir al funeral del último guardia civil, del último policía, del último militar asesinado por ETA…

Hoy la plaza estaba llena. Llena de ciudadanos que han sentido que ya no se puede aguantar más. Llena de ciudadanos que hacían gala de ser portadores del más hermoso de los carnet, el de ciudadano español. Llena de ciudadanos que ha sentido que ha llegado el momento de decir «¡Basta Ya!».

Han sido varios los asistentes que se han acercado y me han confesado que nunca en su vida habían acudido a una manifestación; varios los que han insistido (ellos, que no yo) en que esto ya no va de partidos políticos, que tenemos que unirnos todos para defender la democracia. Muchos los que me han dicho que están dispuestos a estar en la calle las veces que sea necesario para defender lo que nos une, para defendernos de los enemigos de la España constitucional .

«Esto no puede ser, hemos traído a nuestro hijo para que sepa que lo hacemos por ellos…», ha explicado una joven pareja con un adolescente. «No hemos luchado tanto para que ahora este tío se lleve lo que hemos construido entre todos», nos ha dicho una persona de mi edad, que confiesa que la primera vez que fue a una manifestación fue cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco. «Soy abogado, se han cargado la separación de poderes: si lo consentimos se acabó la democracia», reflexionaba un hombre que dice haber visto –con sorpresa- a varios compañeros suyos acercándose a la plaza.

Me he encontrado con una mujer que fue compañera mía de colegio y a la que no había visto desde entonces. Me he encontrado también con la persona que me atiende habitualmente en la farmacia, con el conserje (así se ha presentado) del edificio en el que trabaja mi hijo, con una familia entera (padres, hijos, nietos) que me confiesan, un poco embarazados, que nunca salieron a la calle hasta hoy.

Hay quien me ha dicho que ha visto «socialistas» en la concentración, que ojalá muchos rompan el carnet de su partido y se queden con el único carnet que importa. Hay quien me ha interrogado sobre la posibilidad de que alguno de los diputados del PSOE vote en conciencia e impida la investidura de Pedro Sánchez… Les he dicho lo que pienso: nadie se saldrá del rebaño porque eso que se llama PSOE ya no es un partido sino un rebaño de ovejas en el que todos siguen al macho alfa, al becerro de oro que es el que les da de comer.

También se me han acercado algunas personas desanimadas porque creían que debiera de haber mucha más gente. A todas ellas les he recordado las veces que nos hemos concentrado cuatro en esa misma plaza cuatro -a veces, literalmente cuatro- con el cadáver caliente de una víctima de ETA. A todos ellos les he animado a mirar alrededor, a sentirse mayoría, a disfrutar del reencuentro, a saberse ganadores. «¿Tú crees que ganaremos?», me preguntaban uno tras otro. «¿Acaso nos queda otra alternativa que ganar?», ha sido y es mi respuesta.

Hoy ha sido el inicio del reencuentro de los españoles de bien, de los que cuando caminamos juntos en defensa de lo que nos une no nos preguntamos sobre nuestra ideología, sobre el sentido de nuestro voto, sobre nuestra forma de ver la vida, sobre otras tantas cosas que conforman nuestro ser. Este domingo España entera ha comenzado a ponerse, literalmente, en pie. En pie de igualdad, en pie de libertad.

Y este domingo, una vez más, en esa plaza de Moyúa, tras escuchar el himno nacional, ha sonado el grito unánime de los ciudadanos sin complejos: ¡Libertad, libertad, libertad!

Y mañana, y pasado mañana, y al otro, hasta #Cibeles18N, y el 19, y el 20… A la calle, hasta ganar. Hasta enterrarlos en la mar.

Lo último en Opinión

Últimas noticias