¿Escándalo en Baleares?
«¿Escándalo en Baleares? El auténtico escándalo es que en España exista tan poco espíritu crítico y un periodismo tan pastueño que el régimen logra vender sus motos casi sin despeinarse». He transcrito el final de la columna de Luis Ventoso, ¡Escándalo! ¡Escándalo!, publicada en El Debate, y para que mejor lo entiendan mis queridos colegas progres, pastueño nos refiere según la RAE, «acudir sin recelo al engaño». Queda dicho.
La columna de Ventoso venía motivada por el rasgamiento de vestiduras de los medios afines al régimen social-comunista, ante la decisión de dotar de presupuesto la libre elección de lengua en educación primaria, suspender las subvenciones a sindicatos y patronales, así como eliminar el Impuesto de Patrimonio, un triplete aprobado por el Parlament balear con la mayoría de votos del centroderecha que forman PP y Vox. Insisto: centroderecha, que eso de fascistas es un engaño con malicia de la extrema izquierda que lidera el PSOE, aquí PSIB. Conviene repetirlo sin descanso, porque sigue siendo el mantra socialista que justifica el muro de la vergüenza que niega al centroderecha el derecho a gobernar. Aunque el muro en Baleares deberá esperar, porque como bien dice la presidenta del Govern, Marga Prohens, «éste ha sido el año del cambio», gracias al vuelco del centroderecha en las elecciones del 28-M. Un cambio, en todo caso, por la suma de PP y Vox.
El votante balear ignoró inteligentemente el canguelo progre inyectado en vena por los partidos de extrema izquierda y sus corifeos o sea partidarios. Por eso, insistiré: siempre nos quedará Baleares a salvo del aquelarre.
El dato de la suma PP-Vox, en cualquier caso, es algo que todavía no tiene debidamente interiorizado el PP balear, lo que mueve a pensar que viven instalados en la creencia de que «el año del cambio» solo se debe a ellos y no es así. El triplete aludido, sin ir más lejos, contiene dos puntos que son exigencias de Vox, lo que ha llevado a un vocero del PP nacional a salir a la carrera para decir que no estaban en su programa, muestra de su acusado complejo de inferioridad ante la izquierda. Vox es un contrapeso necesario y de momento eficaz para sacar adelante iniciativas que tienen que ver con viciados consensos relacionados con Educación y subvenciones a gogó (léase, a fondo perdido) para sindicatos y patronales.
La eliminación del Impuesto de Patrimonio todo el mundo lo entiende, al afectar a herencias que tanto implican a la clase trabajadora, como a otros niveles sociales como la clase media, puesto que se concretan en recargos a bienes que ya han tributado en vida de los finados. El problema tiene que ver con la voracidad recaudatoria de la izquierda, movida como ya se sabe por la creencia de que el dinero público no es de nadie, cuando sale de los sacrificados bolsillos del contribuyente, que somos todos. En Baleares, por lo tanto, esta medida no es tan mal vista, necesariamente.
En cuanto a las subvenciones a sindicatos y patronales también sabe todo el mundo que les convierte en simples paniaguados incapaces de sublevarse a la teta del Estado y en consecuencia su función decrece considerablemente.
La responsabilidad que comparten PP y Vox, aquí en Baleares, tiene mucho que ver con proyectar hacia el futuro los gobiernos de centroderecha, sea en solitario o en coalición, el tiempo necesario para que la extrema izquierda se vaya a tomar viento definitivamente, y una izquierda socialdemócrata se levante sinceramente constitucionalista, abierta al diálogo con los partidos de distinta ideología a la suya. En Baleares, a fecha de hoy, levantar muros de odio o cordones sanitarios, que para el caso es lo mismo, es impensable por la simple razón de que el centroderecha, ahora en el poder, no practica el juego sucio, porque esa es una prebenda del radicalismo de izquierdas.
Sobre la dotación en los presupuestos de la CAIB de 20 millones de euros para afrontar la libre elección de lengua en primaria, el PP ya ha dicho que esta partida no romperá los consensos educativos, porque serán los centros quienes decidan si se aplica el plan lingüístico a través de su autonomía. Y entonces, aparece este titular en la prensa local: La comunidad educativa, entre la cautela y el rechazo. Cautela en los centros concertados y rechazo en los centros públicos. Pues ya me imagino cuál será la consecuencia. Es decir, nada de nada. Nothing from Nothing, como cantaba Billy Preston.
No puedo entender que el derecho constitucional a usar el castellano en la educación lo decidan los centros educativos, tanto como decir comunidad educativa, formada mayoritariamente por separatistas pancatalanistas. De qué consenso estaremos hablando, cuando les permitimos que hablen de la segregación, como su único argumento para cerrarse en banda, y amenazar con otra manifestación de camisetas verdes. ¡Que la convoquen, carajo!
Segregación, queridos progres, significa «marginar por motivos sociales, políticos y culturales», de nuevo la RAE. Y eso es, precisamente, lo que se hace sistemáticamente en la enseñanza con la inmersión lingüística, cuando la Constitución Española, vigente, y no solo en Tabarnia, en su artículo 14 proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por cualquier circunstancia personal. Pero, claro, vuestra perversa manipulación llega al extremo de señalar torticeramente a la segregación, como sin ir más lejos ocurre con la constitucionalista ley de amnistía, que pretende romper el Estado de Derecho. Sois irrecuperables, mis fanáticos pancatalanistas.
Hay poderosas razones de supervivencia civil para mantener al margen del poder a esta inmunda jauría de pretenciosos iluminados. El centroderecha tiene el improrrogable compromiso moral de ponerles freno. PP incluido.
¿Cómo puede ser que un derecho constitucional pueda ser gestionado por una comunidad educativa intransigente y vendida al pancatalanismo?
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