La desinvestidura de Pedro Sánchez
El secretario general del PSOE, últimamente también denominado ‘Pedro I El Breve’ o ‘El Increíble Hombre Menguante’ tuvo sus 96 minutos de gloria, en los que auguro será su primer y último debate de investidura. Éste se convirtió en un tostón de ida y venida de folios sin improvisaciones, dejando en evidencia sus pocas dotes de oratoria. A sus ya repetitivos apelativos cursis: vosotras y vosotros, ciudadanos y ciudadanas o diputados y diputadas, se sumaron las reiteraciones continuas al «cambio» que dijo en 55 ocasiones, frente a «medidas» y «pactos» –curiosamente las más importantes- que solo se repitieron en 17 y 18 ocasiones respectivamente. Todo un mes para contar lo mismo. No me he aburrido tanto en mi vida, ni una palabra de las diputaciones -y curiosamente- ni de la corrupción.
Mariano Rajoy, para mi sorpresa, despertó este pasado miércoles y le dio hasta en el carné de identidad, respondiendo duramente a todos los argumentos que el día anterior el líder socialista le había proferido. Pedro Sánchez repitió una y otra vez que esto es lo que han elegido los españoles y españolas. Y yo le pregunto, ¿por qué los españoles y españolas no hemos votado directamente su famoso Gobierno del ‘cambio’? Sánchez, ahora mismo, sólo piensa en sobrevivir dentro y fuera de su partido, unos días siendo de las fuerzas de izquierdas, otros convenciéndolos de que estamos obligados a mezclarnos –tiene que ser presidente a toda costa-. Sólo habrá democracia en España si gobierna él. Mientras tiene a Podemos pisándole los talones, esos mismos que nos quieren llevar a la “modernidad” del siglo pasado, resucitando a los muertos de la Guerra Civil, cambiando el nombre de las calles, derribando monumentos o eliminando todas las costumbres católicas así como españolas. Como si con eso se fuera a arreglar el déficit o el paro.
El nefasto sistema educativo y la ignorancia histórica a la que hemos y estamos sometidos en España, unida a la manipulación política y televisiva, nos ha llevado a una situación in extremis. Hablan de cambio y eso significa destruir todo lo que huela a PP, da igual bueno que malo, todo fuera, prefieren perder un ojo con tal de ver ciego a Rajoy. ¿Qué ocurre? Que todos los ciudadanos tendremos que inmolarnos por ellos -no con ellos- y volver a pagar y repagar lo nuevo que quieran hacer, con la consiguiente subida de impuestos a las clases media y baja. No nos engañemos, la clase alta vive en otro escalafón, los pobres somos los que vamos a pagar el cambio, como siempre ha sido.
A esa situación también se suma Albert Rivera, aunque más cauto. Ha puesto como condición que para negociar con el PP tienen que cortar primero la cabeza a Mariano. Irremediablemente estamos abocados a nuevas elecciones, y mucho me temo que seremos testigos del voto radicalizado a izquierdas o derechas. Del beso ya hablaré otro día, todavía me estoy recuperando.
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