Opinión

Al culebrón Aagesen sólo le faltaba una ‘sociedad fantasma’

Lo de la ministra de Transformación Ecológica, Sara Aagesen -de origen danés-, empieza a ser un culebrón más propio de una saga de novela negra nórdica, un serial en el que su carrera política cursa en paralelo a un complejo entramado familiar marcado por las ayudas del Gobierno del que ahora forma parte. En anteriores capítulos OKDIARIO ya desveló que el marido y los hermanos de la ministra se adjudicaron tres millones de euros en ayudas públicas, con especial protagonismo para la empresa de su esposo, Diego Fernández-Polanco, cofundador y administrador de la empresa Te Consulting House 4 Plus SL, que ha recibido hasta 375.900 euros en ayudas del Gobierno de Pedro Sánchez.

Pues bien, no hay día que la familia Aagesen no sorprenda con un nuevo hallazgo. OKDIARIO desvela hoy que el chalet familiar de la ministra en La Moraleja albergó durante un tiempo una sociedad fantasma creada por su marido. La firma se mantuvo operativa apenas nueve meses, sin actividad reseñable más allá de su constitución y disolución. Aagesen es copropietaria de esta vivienda al 50% desde la adquisición por parte de la pareja en 2017, como reveló OKDIARIO. La empresa Triquirix SL fue constituida el 7 de diciembre de 2021 con un capital social de 3.000 euros y disuelta el 16 de septiembre de 2022. Esta sociedad tuvo como domicilio social el adosado que poseen la nueva vicepresidenta tercera del Gobierno y su marido en El Soto de La Moraleja. Y como objeto social figura: «Alquiler de bienes inmobiliarios por cuenta propia», con código CNAE 6820.

En esos escasos nueve meses, Sara Aagasen era ya secretaria de Estado de Energía, es decir, número tres del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que dirigía Teresa Ribera, ahora comisaria europea. Desde 2020 ostentó dicho cargo y previamente fue asesora del Gabinete de Ribera desde la llegada de los socialistas al poder. Una sociedad fantasma es aquella que no realiza ninguna actividad económica o que realiza una actividad económica mínima. Suelen crearse y disolverse con rapidez -como es el caso- para llevar a cabo operaciones puntuales, evitando así un mayor seguimiento por parte de las autoridades. Lo dicho: al culebrón Aagesen sólo le faltaba una empresa fantasma. Ya la tiene.