Opinión

El cuarteto del Peugeot: «No hay 2 sin 3», ni 3 sin 4

El ingreso en prisión de quien fue el indiscutible número 2 de Pedro Sánchez tanto en el gobierno como en el PSOE, y que defendió la moción de censura contra la corrupción en nombre del grupo parlamentario socialista, es un signo relevante de lo que son el progresismo y el feminismo del socialismo y la coalición sanchista. Es demoledor volver a escuchar aquella intervención suya desde la tribuna de oradores en la que hablaba como referente personal del concepto socialista de la lucha contra la corrupción. Y que se presentaba como avalador de valores incompatibles con ella.

Del que, por cierto, todavía Sánchez, que se jacta de haber actuado con contundencia contra la corrupción, no ha dado explicación ninguna acerca del porqué, tras su cese fulminante como ministro en 2021, volvió a ser diputado en las elecciones del 23J, dos años después. Además de ocupar responsabilidades tan significativas como la presidencia de la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados hasta 2024. Ya es sabido también a quien designó para sucederle al mando del PSOE como su mano derecha, y persona también de su total confianza, y que así mismo se ha hospedado en Soto del Real unos meses en prisión provisional. Lo que acredita la competencia profesional de Sánchez como seleccionador de personal. Que en él exige responsabilidad política in eligendo o in vigilando, o de ambas a la vez.

Del trío que le acompañó en el Peugeot de gira por España para ganar las primarias que le devolvió el mando en Ferraz, sólo faltaba como huésped en Soto del Real, a quien él calificó de «militante socialista ejemplar». Y en quien depositó tanta confianza que le encargó nada menos que la custodia de los avales conseguidos de la militancia en aquella gira electoral.

Sin embargo, ahora Sánchez ha cambiado de opinión sobre él y afirma que su relación fue meramente «anecdótica». Estas tres personas con las que compartió no pocas jornadas de gira automovilística, no eran conocidos entonces, pero hoy son personajes muy conocidos por los españoles, tanto que sin necesidad de escribir sus nombres, todos los lectores saben quiénes son.

«El sanchismo está en la cárcel» (aunque falte Sánchez), dijo Feijóo el domingo, y no le falta razón. Y basta recordar los nombres de su esposa, su hermano, su ex fiscal general  o de su Leire Díez, para verificar que es una situación inverosímil e impropia de una democracia europea. La fontanera Leire que se presentaba como persona de confianza del número 1 y mano derecha del secretario de Organización y de la dirigencia de Moncloa y Ferraz, todavía no ha recibido una querella interpuesta contra ella, como mínimo por falsedad, por parte del PSOE.

Lo que sería obligado y que precisamente no parece un ejemplo de la contundente respuesta ante la corrupción de la que blasona el sanchismo. La cuestión obligada a plantearse ante tamaña situación, es hasta cuándo va a arrastrarse impunemente el nombre de España y su democracia por parte del sanchismo.

Si bien el daño a la reputación de España no parece sea una razón para que aliados como Bildu o ERC abandonen el apoyo que le brindan, otra cosa es ser cooperadores necesarios del mantenimiento de la corrupción, como sucede. Y de mantener a un gobierno sin mayoría y sin presupuestos indefinidamente, quienes llevaron a Sánchez a la Moncloa para acabar con la corrupción y salvar la democracia. De lo que el PNV tuvo y sigue teniendo, una singular responsabilidad. Los progresistas Junts y PNV, van a pagar en las urnas esa responsabilidad política, con Aliança Catalana desplazando a los de Puigdemont, y con Bildu pasando a ocupar el papel que hasta hoy han ocupado sus colegas nacionalistas vascos en las diputaciones, los ayuntamientos y en Ajuria Enea. «Roma no paga traidores», y los votantes no satisfechos con su apoyo al Frente Popular social comunista sanchista, tampoco. Con una política migratoria que dispara la delincuencia como ha acreditado la Ertzaintza y es común en Cataluña con la multirreincidencia delictiva. Tampoco satisface su inexistente política de vivienda y la impune okupación de las mismas. De su política fiscal, el PNV no se queja con su Cupo, pero otra cosa son los votantes de Cataluña.