Opinión
PRIMERA LÍNEA

Cuando las ratas abandonan el barco…

Según la tradición marinera, cuando las ratas abandonan el barco es manera de anticipar la catástrofe que se avecina. Supongamos que el barco es nada menos que el Congreso de los Diputados y las ratas –dicho sin acritud- las diputadas de Unidas Podemos por Baleares elegidas los meses de abril y de noviembre de 2019 en aquellas Generales marcadas por la inestabilidad.

El espejismo de Unidas Podemos apenas duró cuatro años, primero con el pujante «¡Sí se puede!» que parecía tener sentido en los comicios de 2015 y 2016, para acabar desinflándose –una profunda vía de agua- desde 2019 a fecha de hoy. De los 72 congresistas iniciales, Unidas Podemos se queda en 35 y bajando. Por tanto, el barco que se hunde es el partido de los morados, debido a su incoherencia y también a sus malas prácticas.

El exmagistrado Juan Pedro Yllanes, después de recopilar 111.416 votos en las Generales de 2015, consiguió rascar poquito más en 2016 alcanzando la cifra de 118.082 votos. Eran los tiempos del espejismo, y viendo que los 10 escaños autonómicos peligraban, entonces pasó a liderar -mayo de 2019- la candidatura de Baleares tal vez pensando que era la persona adecuada para cerrar la brecha y aun así reduciendo a la mitad el número de escaños en el Parlament. La crisis por la que atravesaba el PP, al menos permitió reeditar el Pacte de Progrés. Paralelamente las consecutivas Elecciones al Congreso de los Diputados el año 2019 comenzaron a ser inequívoca señal de alarma para los morados y en ambos comicios resultarían diputadas electas por las Islas Baleares Antònia Jover y Lucía Muñoz. Aunque de los 118.082 votos heredados de Yllanes, en abril quedaron 92.241 y en noviembre 81.976.

En cualquier caso no se puede negar que el número de votos es sideral, esto es, una cantidad de sufragios extremadamente grande para lo que realmente aporta Unidas Podemos a nuestra realidad cotidiana aunque tampoco puede obviarse la perdida de poco más de 36.000 votos en apenas tres años.

Es fácil imaginar que teniendo Unidas Podemos de lideresas a Ione Belarra e Irene Montero, si se quiere también a Lilith Verstrynge, en definitiva tres pesados lastres, agravándose la situación por tantos navajazos en la extrema izquierda avalados por una insípida Yolanda Díaz, es fácil imaginar ya digo que en las Generales del año 2024 el número de escaños no supere los 25 e incluso menos, que ya va siendo hora de que la extrema izquierda vuelva a la cuota sociológica que le ha correspondido históricamente, solo inflada por el espejismo de un ¡Sí se puede! convertido en ¡si puedo me coloco!

Ahora parece ser que las dos diputadas baleares abandonan el barco, la una para liderar la lista al Parlament y la otra al Ayuntamiento de Palma, que es además la parienta de Jarabo todo un clásico en esta izquierda bolivariana.

Los indicios apuntan, en efecto, a que Unidas Podemos-Baleares se va a jugar su supervivencia en el tablero político de Baleares y no digamos sus representantes en el Congreso de los Diputados. Qué mejor que buscarse la poltrona en nuestras instituciones, confiando en mejorar sus resultados, que previsiblemente seguirán a la baja permanente y desde ese convencimiento de que «Podemos es condición para que haya una reedición del Pacte», que apuntaba hace poco Antònia Jover, la misma que alaba la gestión de Mae de la Concha en Agricultura, un sector al borde de la extenuación gracias a su inacción política. De hecho, Podemos estos siete años nada ha aportado, absolutamente nada, para mejorar la vida de los ciudadanos baleares.

Se han ejercitado en la pura ideología, como instigadores de turismofobia, de la Memoria Democrática, el arcoíris LGTBI + y cualquier torpeza más.
Sin olvidarnos de esa voluntad kumbayá de la Jover cuando apuesta por el «derecho a la felicidad del trabajador», que es manera literal de recordar el principio sagrado de la Agenda 2030: «Seréis felices y no tendréis nada» o dicho de manera más prosaica: toda riqueza para la oligarquía globalista y las migajas para el populacho y que ejerzan su ilusión de felicidad como en los años oscuros de la Edad Media, hoy conocidos como racionamiento.

Las sospechas de corrupción en el departamento de Yllanes, que es la razón de que el exmagistrado se retire de la carrera política, unido a los jaleos sin cesar y de auténtico escándalo en el Ayuntamiento de Palma han gripado la ascensión podemita a los cielos azules y mediterráneos nuestros. En buena lógica, el 28 de mayo –creo que es la fecha señalada- debe darle el mazazo definitivo a una propuesta política que ha defraudado a los fieles seguidores en sus inicios y nos ha avergonzado al resto de mortales por su cara dura.

Antònia Jover y Lucía Muñoz solo quieren volver a casa y comer calentito a nuestra costa. Aunque siempre les quedará la confianza en la ingenuidad de un electorado que aupó a su partido y –piensan ellas- les sigue siendo fiel. Ellas escenifican a la perfección el clásico de la tradición marinera.

En Palma Muñoz lo tendrá crudo para ganarse unos extras puesto que está a la vista la victoria del centro derecha, y en el Parlament lo mismo puede ser que le ocurra a Antònia Jover, consciente como lo es del empuje encarnado por el centro derecha, como inaplazable alternativa, ante la soez pérdida de seguridad jurídica que están generando estos siete años de Pacte de Progrés y en esas, a Francina Armengol siempre le quedará el Hat Bar para ahogar sus penas que se encargará ella misma de reabrirlo y ponerse a servir copas.