Cuando una mentira como una casa se vende como un cambio de opinión
La última estrategia de Pedro Sánchez consiste en ir repitiendo por los platós de televisión y estudios de radio que él no miente, sino que las circunstancias le hacen cambiar de opinión. Es decir, que cuando dice una cosa y hace lo contraria es porque está convencido de que es lo mejor para el país, un argumento -muy chusco, por cierto- que le sirve para romper su compromiso con los españoles cuando le venga en gana. Sánchez se ha comparado con Felipe González cuando abdicó de su promesa de no entrar en la OTAN y abogó después por formar parte de la Alianza Atlántica, pero el presidente del Gobierno se olvida de un pequeño detalle. Que ese cambio de opinión sobre un tema tan sensible Felipe González lo sometió al parecer de los españoles a través de un referéndum.
Si Sánchez hubiera sometido a consulta popular su, por ejemplo, cambio radical sobre los presos golpistas catalanes -pasó de asegurar que no habría indulto a ponerles en la calle- tendría alguna disculpa, pero el jefe del Ejecutivo lo que hizo fue comprometerse a una cosa y hacer exactamente lo contrario sin que diera jamás voz a los españoles para pronunciarse al respecto. Por eso, sus intentos por negar la evidencia al asegurar que una cosa es mentir y otra, bien distinta, cambiar de opinión parecen más propios de un tahúr que otra cosa. Lo que nos pide Pedro Sánchez es que hagamos un mayúsculo acto de fe: que creamos que cuando dijo que no habría indulto para los golpistas lo hizo convencido de que así sería. Sin embargo, muchos españoles -conociendo al personaje-creen firmemente que esas palabras las pronunció cuando ya tenía claro que su futuro político pasaba por abrirles las puertas de la cárcel a los sediciosos. O sea, que no fue un cambio de opinión, sino una mentira como una casa .
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