Opinión

¿Para cuándo un Mariano a Pablo Iglesias?

Es verdad que a Mariano Rajoy no lo trataron como a un ciudadano normal en la Audiencia Nacional. Lo trataron peor. No conozco un solo caso, y con ello no afirmo que no exista, en el que un ciudadano que no ha comparecido como testigo en la fase de instrucción lo haga después en esa condición en el juicio oral. La sospecha se transforma en mosqueo cuando observamos que en dos ocasiones anteriores, todas ellas durante la instrucción, se había solicitado su presencia como testigo y las dos habían sido rechazada por el tribunal so pretexto de que «no era útil ni pertinente». Del mosqueo pasamos sin solución de continuidad al alucine al recordar que en esta ocasión se han pasado por el arco del triunfo el principio acusatorio. Digo más: el Ministerio Fiscal, que en este caso no está precisamente compuesto por amigas del PP, no ha reclamado nunca la presencia del presidente del Gobierno, ni como testigo, ni como imputado o acusado. La sospecha y el alucine se transforman en convicción cuando contemplamos, entre pasmados e indignados por el doble rasero, que José María Aznar ni está ni se le espera. Y lo suscribe alguien que no es sospechoso de antiaznarismo pero al César lo que es del César: en el periodo de Gürtel que nos ocupa, que va desde el inicio de los tiempos peperos hasta 2004, el presidente muy presidente y muy ejecutivo del Partido Popular era José María Aznar López. Nada se hacía sin que él lo supiera y sin que lo chequease el general secretario, Francisco Álvarez-Cascos. Y directamente nos llevamos las manos a la cabeza al enterarnos de que al golpista Artur Mas y a Íñigo Errejón y PijiBescansa se les permitió declarar por plasma. Debe ser que contra el PP vale todo.

Como quiera que yo ejercí de corresponsal político del diario El Mundo en Moncloa en esa época, no toco de oídas. A mí no me van a contar que en el momento de los hechos Mariano Rajoy pintaba en Génova lo mismo que yo en la Asociación de la Prensa de Madrid: nada. Aún recuerdo las comidas que teníamos con él en Moncloa cuando era vicepresidente primero del Gobierno. Almuerzos que se prolongaban hasta las seis de la tarde y en los que caían no menos de tres o cuatro puros (por su parte, yo no fumo). Sobremesas en las que se hablaba de lo divino y lo humano, en aquella época especialmente de ese desafío de Ibarretxe que es un calco del que ahora ejecutan el dúo golpista Puigdemont-Junqueras. Almuerzos en los que jamás salió de su boca una palabra sobre el Partido Popular. Entre otras cosas, porque la política orgánica le importaba un bledo y porque Aznar era una suerte de dios intocable e incontrovertible. El PP funcionaba en aquel entonces con la disciplina de un Ejército del Pacto de Varsovia. «Ver, oír y callar» era la consigna no escrita. Y nuestro protagonista la cumplía a rajatabla, entre otras cosas, porque sabía que el dedazo de Zeus podía acabar apuntándole a él, como así sucedió.

El pontevedrés de Santiago hizo de la necesidad virtud. Se preparó la cita del miércoles como si no hubiera un mañana, como si fueran las oposiciones a registrador de la Propiedad que sacó con 24 años, como si se jugase la vida en este envite. Que, por cierto, se la jugaba. Las acusaciones buscaban que incurriera en contradicción para meterle el cuerno y colarlo in extremis como acusado. Pero el desiderátum terminó en gatillazo. Pensar que un tipo bregado en mil y una batallas, que es un excelente orador, que está requeteacostumbrado a las situaciones límite, va a meter la pata, es creer en los Reyes Magos, en que los niños vienen de París o en que España es Tanzania como nos vende machaconamente la banda morada. Que el presidente salió vencedor de una convocatoria planteada en términos de «todo o nada» lo vi meridianamente claro al escuchar por el pinganillo de Al Rojo Vivo el histerismo de Pablo Iglesias al comentar la declaración más esperada de la última década. El político de los piños color carbón rabiaba como el rabioso que es. Fuera de sí, absolutamente enloquecido, llamó a los populares de todo y por su orden: «Ladrones», «corruptos», «sinvergüenzas» y «saqueadores». Lo que sucede a los fascistas cuando se quedan sin argumentos (que normalmente es muy pronto): optan por el insulto. Cuál sería su estado de nerviosismo que llegó a proponer ante un Antonio García Ferreras que guardaba silencio «una moción de censura DE VERDAD». Transcribo el DE VERDAD en mayúsculas deliberadamente por el morro del tipejo comunista-bolivariano que hace las veces de secretario general de Podemos. El niño mimado de los medios admitió implícitamente lo que todos ya sabíamos: que el espectáculo de novios del martes y 13 de junio fue una farsa de tomo y lomo. Vamos, que había que promocionar a la Ceaucescu y sanseacabó; en fin, que como tituló un servidor, fue caca, culo, pedo, pis.

Lo del miércoles fue como una de corrida de toros a la balear, comunidad autónoma gobernada por el PSOE, los independentistas y Podemos en la que se acaban de prohibir de facto los toros. Las corridas serán sin estocada, sin banderillas, no durarán más de 10 minutos por toro y en lugar de seis morlacos se podrán lidiar tres. Para tocar aún más si cabe los cojones a toros y toreros se les advierte que habrá controles antidopaje por sorpresa a los unos y a los otros. Más allá de la inconstitucionalidad de la tan caricaturesca como totalitaria medida tomada por el Govern de la independentista Armengol, hay que subrayar que lo de Rajoy en la Audiencia Nacional fue un festejo taurino made in Baleares. Más que nada, porque los matadores ni pudieron, ni supieron dar matarile al metafórico animal. Se les fue vivo. Y en esas condiciones, salir vivo es ganar por goleada. Claro que el vetusto penalista del PSOE Mariano Benítez de Lugo no es Gonzalo Rodríguez-Mourullo ni Horacio Oliva, tampoco José Antonio Choclán, menos aún ese Jesús Santos que compatibiliza la asesoría al número 1 del PP con la defensa al mejor jugador del mundo, Cristiano Ronaldo, en su batalla con Cristóbal Montoro. Y eso que el testigo no dijo toda la verdad y nada más que la verdad. Hasta el bedel de Génova 13 es consciente de que durante años se cobraban sobresueldos en billetes de 10.000 pesetas y 500 euros y que la financiación en B era la marca de la casa. Como lo es de prácticamente en todos los partidos políticos excepción hecha de unos Ciudadanos que, de momento y hasta nueva orden, están limpios como la patena.

Si un extraterrestre viniera a nuestro planeta por primera vez extraería una primera conclusión si su platillo volante aterriza en España: la corrupción es una condición inherente al centroderecha y, más concretamente, al PP. «Debe haber un gen común en esta gente que les lleva a practicar el tra-ca-trá», resumiría mentalmente tras leer la mayoría de los periódicos patrios, zapear por nuestras televisiones y escuchar el 80% de nuestras radios. Tan cierto es que en el PP han robado a mansalva como que el trinque no es un copyright exclusivo de Génova 13. Los ERE, sin ir más lejos, es un saqueo de 750 kilazos del que prácticamente nadie se quiere acordar. Por no hablar de los más de 3.000 millones de los cursos de formación o de ese intento de muchos medios catalanes y madrileños como el podemita Público de intentar lavar la imagen de los campeones de Europa en mangue: los Pujol. Espero que el baranda del PP se ponga las pilas para alterar un panorama mediático ante el cual sólo cabe calificar de milagro que logren 8 millones de votos y 52 escaños más que el PSOE y 66 que Podemos.

Cruzo los dedos para que también imparta las órdenes oportunas y termine con ese maquiavélico «divide y vencerás» con el que el PP se mantiene en el poder a base de favorecer a Podemos para que el PSOE no tenga la más mínima probabilidad de recuperar Moncloa. Y rezo lo que sé y lo que no sé para que la carrera fiscal deje de hacer un Poncio Pilatos cada vez que les cae en suerte una denuncia contra Podemos. En términos democráticos y estrictamente jurídicos resulta escandaloso que el Ministerio Público no vea relevancia penal, por ejemplo, en los 7 millones de euros percibidos por los de Pablo Iglesias de la dictadura venezolana. O que se pase por alto el delito fiscal del sin vergüenza Monedero, eso sí que es tratamiento VIP. Reciban ustedes 425.000 euracos del extranjero, no los declaren y ya verán dónde acaban. En Soto del Real como muy cerca. O prueben a abrir una cuenta en un paraíso fiscal con dinero manchado de sangre del pueblo venezolano como hizo el secretario general podemita. O invadan en pelotas una mezquita o una sinagoga al estilo Rita Maestre. O métanse en la butxaca 3 millones de una tiranía como la iraní que cuelga homosexuales y lapida adúlteras y es objetivo prioritario del Departamento de Estado de EEUU. Como quiera que Rajoy no tenía nada que ganar y sí mucho que perder y venció por goleada, ahora la gran cuestión se me antoja obvia: ¿para cuándo un Mariano a Pablo Iglesias?