Coronavirus: la limitación del “Dios-Estado”
El pasado martes, en la rueda de prensa del presidente presentando el segundo paquete de medidas del estado de alarma, se permitió entrar en un discursito moral invocando la ayuda al prójimo entre los ciudadanos. Al rato, un amigo, potente intelectual y piadoso caballero, me escribía un mensaje recordándome que justo ese día el pasaje del evangelio que tocaba en la liturgia católica era aquel en que dice “lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”. “¿Acaso lee el evangelio Sanchez?”, dijo mi amigo. Y criticaba indignado que Pedro Sánchez pretenda jugar un papel religioso dando mandamientos morales a los ciudadanos.
Pese a que indigne, este papel religioso del profeta Sánchez no nos resultaría extraño: siempre se sospechó que el odio marxista a la religión tenía por finalidad sustituir la fe verdadera por la fe en el “Dios-Estado”. Un tema de fondo que tiene mucha miga en las actuales circunstancias, pues el COVID- 19 es todo un reto para un “Dios-Estado” menos poderoso de lo que parece, y para sus propagandistas, que están demostrando en muchos momentos una lamentable falta de fe.
En cuanto a limitación del “Dios-Estado”, estos días se pone de manifiesto que responde mucho mejor al reto del virus el mercado que el Estado. Y el ejemplo es bien fácil: mientras la Sanidad (casi toda estatal, y sometida al Estado la privada) está desbordada, la cadena alimenticia funciona sin problemas. ¿Se imaginan que los supermercados fuesen estatales? Seguramente estaríamos haciendo colas con cartillas de racionamiento para conseguir lo más básico. Frente a las enormes dificultades que vemos en España, podemos ver estos días alternativas como la de Corea del Sur, donde al parecer han afrontado el virus con un nivel de eficacia único en el mundo. Pues bien, en Corea del Sur, aunque no lo cuentan, toda la Sanidad es privada (y el Estado paga el seguro a quien no puede pagárselo, lo cual probablemente sale bastante más barato por persona que nuestro Sistema nacional). La demanda sanitaria generada por la pandemia, por tanto, más que poner al descubierto los recortes de la derecha (como dice la propaganda socialista), cuestiona el modelo de sanidad estatal. Sin ir más lejos, en el debate de candidatos demócratas en USA, Biden ha aprovechado la situación de España e Italia para criticar la propuesta de Sanders de sanidad estatal, pues a su juicio nuestros actuales problemas derivan de la falta de mercado sanitario (veremos si el desarrollo del problema en USA no le quita la razón, ojo).
En cuanto a la “fe” de los propagandistas del “Dios- Estado”, la incoherencia de su conducta deja en evidencia que lo que predican no debe ser tan bueno cuando ellos mismos no le hacen caso ni se encomiendan a él. Dos ejemplos son demoledores: el primero, el vicepresidente Iglesias, desobedeciendo la cuarentena. El segundo, la vicepresidenta Calvo, ingresada una prestigiosa clínica privada. Sí, sí, ya sé que accede a ella presuntamente a través de Muface, pero Muface también permite elegir la sanidad estatal, y doña Carmen ha prescindido de esta posibilidad, seguramente porque no se cree su propia propaganda.
Lejos de mi intención cuestionar ahora la Sanidad estatal y a sus profesionales. Simplemente, criticar que se nos presente al Estado como un Dios, pues si lo fuese hay que admitir que es muy limitado y que sus seguidores creen poco en él. La actual situación demanda más humildad y menos mesianismo. El Estado es, al fin, Estado. Dejemos que Dios, sea Dios.
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