Opinión

Comunismo o libertad, bien; pobreza o prosperidad, mejor

Desde que la señora Ayuso decidió convocar elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid “los progresistas y las progresistas”, o sea los expertos en la devastación de los países donde gobiernan o ponen su huella fatal, están azorados. Los intelectuales amamantados por el ‘sanchismo’ no salen de su asombro. No esperaban que la ‘tonta del bote’ reaccionara rápidamente y con éxito. El caso es que el próximo 4 de mayo iremos a las urnas pese al comportamiento prevaricador de la presidenta de la mesa de la Asamblea, de Ciudadanos, que espero que tenga consecuencias penales.

Desde el pasado miércoles, el diario El País, el vomitorio del presidente Sánchez, ha emprendido una campaña por tierra, mar y aire. Al Grupo Prisa, casi quebrado y siempre indecente, se ha unido el resto de la Flota Mediática, los Cintora, los diarios digitales antisistema a los que da pasta el Ibex 35 –“no vayamos a tener problemas”- y el resto de los excrementos de la nación. Toda la mierda del país está ‘prietas las filas’ porque Ayuso amenaza sus intereses. Pero lo que esgrimen para enmascarar su apetito monetario son argucias intelectuales y entelequias construidas para seguir engañando a los acólitos. El jueves de la semana pasada el transfuguismo de Ciudadanos en Murcia, que cogobernando con el PP había acordado con el PSOE una moción de censura porque al parecer algunos altos cargos se habían puesto la vacuna antes de tiempo, les parecía colosal.

Al día siguiente, los tránsfugas de Ciudadanos de Murcia que se lo pensaron mejor y que han decidido no apoyar esta moción de censura para integrarse en el gobierno regional ya se les antojaban criminales de guerra. ¿A que es brillante? Digamos, en todo caso, que estos son devaneos más bien tácticos. El diario El País tiene la necesidad imperiosa de sentar cátedra. Está obligado por la historia a tirar por lo alto. Y, según dice, en un ejercicio de cinismo inédito, lo que de verdad le inquieta es que Ayuso haya puesto a Casado en el brete de elegir entre conservar Madrid o luchar por el centro del tablero político. Hace falta ser muy ingenuo o muy estúpido para creerse esta monserga. A los hombres de Prisa, y a todos los de la Flota Mediática, parece que les causa horror que la señora Ayuso coopere con Vox, reforzando el “supremacismo madrileño”. Bienvenido sea, oiga.

Ahora resulta que estos chicos con aire de delincuentes están preocupados porque el PP, al que masacran desde que se levantan hasta que se acuestan, no sea un partido de Estado, permanentemente disponible para practicar la felación a Sánchez. ¿No hay que ser muy caradura para pretender que este despliegue de hipocresía cuaje entre sus decrecientes y escuálidos seguidores? Para estos señores, Ayuso es la bruja que desde que apareció la pandemia no ha tenido otro objetivo que afirmarse como icono ultraliberal buscando la permanente confrontación con el Gobierno central, cuyo presidente felón, es decir Sánchez, no ha visitado ni Ifema, cuando era hospital, ni el Isabel Zendal, porque ha estado dedicado desde el principio a desestabilizar el Gobierno de Madrid, a engañar estadísticamente a los ciudadanos sobre los éxitos de aquí en la lucha contra la pandemia y en su propósito de no matar de hambre a los ciudadanos de esta autonomía emprendedora, orgullosa y pujante.

Para el Grupo Prisa, y toda la Flota Mediática, resulta “grotesca” y “teatral” la disyuntiva que planteó Ayuso cuando convocó las elecciones bajo el lema “Socialismo o Libertad”, que son dos conceptos esencialmente antagónicos. Ahora que el macho alfa Pablo Iglesias ha decidido sacrificarse por el bien del mundo, marchándose del Gobierno para combatir al fascismo en Madrid, aunque solo por la simple razón de que las encuestas pronosticaban que se quedaría fuera de la Asamblea regional y Podemos se acerca peligrosamente al sepelio ya claro de Ciudadanos, Ayuso ha cambiado el lema. Ahora será “Comunismo o Libertad”. Está bien, aunque en mi modesta opinión la palabra socialismo engloba todo el detritus izquierdista, no necesita de adjetivos adicionales. Quizá Comunismo le añade el apunte sanguinolento del crimen generalizado.

Pero nada de esta disquisición fundamental conmoverá al progresismo, que, realmente, ideas tiene pocas, y todas las que sigue esgrimiendo están desacreditadas por la historia. La disyuntiva entre socialismo y libertad es filosóficamente trascendental, de unas consecuencias extraordinarias. O eres socialista, fanático de la planificación económica -ya sea a pequeña escala-, partidario del sector público y del ogro filantrópico -en contraposición al sector privado-; o eres defensor de la burocracia intelectual a sueldo y el consiguiente engranaje administrativo de estos señores imbuidos de una suerte de gracia divina que van a decidir tu destino -naturalmente por tu bien- o eres liberal, y apuestas por lo contrario: por el individuo, por las personas, por la espontaneidad generadora de riqueza y por la creatividad que florece siempre, salvo que haya sido secuestrada previamente por las ataduras de la subvención y las cadenas del Estado.

Ya sé que estas disquisiciones ideológicas, para los progresistas, equivale a echar margaritas a los cerdos. Pero, desgraciadamente, no sólo para ellos. En mi opinión, el lema, la disyuntiva entre socialismo -o comunismo- y libertad apenas llega al pueblo llano, desgraciadamente ocupado en otras urgencias. A toda esa gente que engrosa la lista de seis millones de personas entre los parados, los que están inmersos en expedientes de regulación temporal que acabarán siendo desempleados, en los miles de empresarios que han tenido y tendrán que echar el cierre, que no han recibido ayuda alguna de fuste, y ya no digamos de los familiares de los fallecidos extra por la gestión más deplorable de la pandemia jamás conocida en país desarrollado, este órdago intelectual no es el apropiado.

Para toda esta gente inquieta, que nada en la incertidumbre, acosada por la precariedad, mucha de la cual no puede llegar a final de mes por primera vez en su vida, el lema correcto, lo que nos estamos jugando en las elecciones de la Comunidad de Madrid, y en las que vengan después en otros territorios y en el conjunto de la nación, es la disyuntiva entre pobreza y prosperidad.

La pobreza es equivalente al socialismo, como prueba la evidencia empírica allí donde se ha ensayado desde tiempo inmemorial. La prosperidad es la consecuencia natural de las políticas liberales que acostumbra a poner en práctica, a veces más, otras desafortunadamente en pequeñas dosis, la derecha en cuanto alcanza el poder. Y como se trata de ganar las elecciones, y la gente en España está cada vez más preocupada por su bolsillo, la libertad, que es el concepto más majestuoso, el que debería ser leit motiv de toda conducta humana, importa un comino a la mayoría de la población que engrosa las colas del hambre de las que no quiere hablar la Flota Mediática

Ahora bien, a toda esta gente desanimada y asediada por la emergencia diaria, sí les conviene oír todos los días, a todas horas, como un martillo pilón, que lo que deben elegir, en cuanto se les presente la oportunidad, es entre el socialismo/comunismo, que conduce a la pobreza más absoluta, y la libertad, que en cambio es una garantía acreditada de prosperidad futura.

O como ya saben que soy un provocador consumado, hay que decir a la gente que debe elegir entre el comunismo y el fascismo, según dice el macho alfa Pablo Iglesias, que es un terrorista intelectual, un rematado criminal desde el punto de vista ideológico, un ‘guerracivilista’ y un delincuente en potencia; y así de esta manera me adhiero a las palabras soberanas de Isabel Díaz Ayuso: si los cerdos, que no comen margaritas, te llaman fascista, es que estás en el lado bueno de la historia.