Opinión

¿Cómo puede Sánchez reconducir las relaciones con Marruecos?

Decía Kissinger que una de las asimetrías de la historia es la falta de correspondencia entre las habilidades de algunos dirigentes y el poder sus países. Y en esas está España actualmente. A Sánchez se le llena la boca decir que somos la cuarta economía de la UE, cuando realmente nuestra capacidad de persuadir en el exterior está a la altura de una república bananera. Por ejemplo, en el tema del Sáhara, todos los grandes países europeos -Alemania, Reino Unido, Francia e Italia- se han posicionado y han dado su apoyo a Marruecos, dejando al Gobierno de Sánchez en tierra de nadie, entre la inacción y la ocultación de una crisis profunda.

Los errores de gestión (intentar intoxicar las relaciones con la UE o la involucración del Instituto Cervantes en el premio a la activista saharui, Sultana Jaya, que metralleta en mano llama a la lucha contra Marruecos), garrafales fallos diplomáticos (intentar eludir a Marruecos desde el inicio de su mandato o traerse a escondidas a Brahim Ghali buscando engañar a todo el mundo) y un desconocimiento absoluto de la región han puesto las relaciones con Marruecos en el peor momento desde el inicio de nuestra democracia.

El ministro de Exteriores Albares, más ducho que ‘calamity’ González Laya, sigue mintiendo y niega unos problemas que pretende resolver con las mismas recetas de tiempos de la guerra fría, esto es sumisión a Argelia y sometimiento de los comunistas de Podemos al Frente Polisario. Ni el Marruecos de hoy es el mismo de entonces, ni el papel de las potencias occidentales en la región es similar. Si bien el país vecino tradicionalmente ha sido una pieza clave de las administraciones estadounidenses en el Magreb, ahora más que nunca desde que mantiene cálidas relaciones con Israel.

La crisis reciente del gas, sorprendentemente tolerada por Sánchez, debería abrirle los ojos al Ejecutivo y advertir que no somos con Argelia lo que fue Cuba con la URSS, que recibía petróleo gratis. Haría bien el presidente del Gobierno en no escuchar tanto a los radicales de su gabinete y sentarse con quiénes de verdad saben cómo tejer lazos con el país alauita, como el ministro de Agricultura, Luis Planas. Pero hay otros actores de relevancia que podrían ayudar a reconducir las relaciones entre ambos países.

La Casa Real y sus grandes profesionales son el mejor baluarte para estrechar lazos, desde el Rey Felipe VI o su padre Juan Carlos I, pasando por el que fuera jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, o el secretario general de la Casa del Rey y actual embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner. Otro diplomático respetado en Marruecos y de consulta obligada es Fernando Villalonga, purgado por Laya el pasado año como cónsul en Rabat en un gesto sin precedentes por expresar libremente sus opiniones. A Villalonga se le esperaba con enorme satisfacción en el reino alauita por mantener una línea equilibrada en las relaciones entre ambos países. La que fuera ministra de Exteriores en tiempos de Aznar, Ana Palacio, también es buena conocedora de las relaciones diplomáticas y a quien Marruecos ha recurrido en varias ocasiones para su asistencia jurídica en los tribunales europeos.

Desde el punto de vista de las relaciones económicas, el favorito del sector empresarial español y marroquí es Rachad Andaloussi-Ouriaghli, próximo al PP y nacido en Tánger, que presumiblemente se convertirá en el próximo presidente de la Cámara de Comercio Hispano-Marroquí y cuya ‘boda diplomática’ celebrada en su ciudad natal hace tres meses acogió a decenas de diplomáticos y representantes políticos y empresariales.

En las filas socialistas, Sánchez debe escuchar la opinión de gente de su mismo color político como el ex ministro de Defensa y ex presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, muy crítico con la gestión de Exteriores durante la crisis actual o de la que fuera vicesecretaria general socialista y vicepresidenta del grupo socialista en el Parlamento Europeo, Elena Valenciano. Ella forma parte de la comisión de seguimiento Europa-Marruecos, aunque sus relaciones con Sánchez no son fluidas. En Podemos, el único perfil que no genera desconfianza es el tangerino Jorge Verstrynge, capacitado para suavizar el discurso radical podemita con el país vecino.

Si Sánchez de verdad quiere superar con Marruecos una crisis que se remonta a 2018, debe poner todo el esfuerzo en la resolución diplomática de la misma y dejar de hacer experimentos caducados en política exterior que sólo contribuyen a empeorar la situación. Pedro Sánchez no debe seguir haciendo inadmisibles concesiones a quienes le susurran al oído tratando las relaciones exteriores desde el prisma de la política interna. Y es que las torpezas de los radicales en el interior no son equivalentes a las torpezas en el exterior. Las primeras restan apoyo ciudadano, las segundas restan apoyo de tus aliados que te dejan solo.