El “capítulo catalán” en una guerra mundial por fascículos
Es una realidad el estallido de nuevos focos bélicos acompañando a la guerra que se desarrolla en Ucrania con Rusia de protagonista y a la tensión entre Taiwan y China, con ésta efectuando unas maniobras con fuego real ensayando la invasión de la isla reivindicada, gracias a la “pacifista y democratizadora” Nancy Pelosi. Así, en paralelo a estos candentes conflictos se desarrolla un intenso ataque de Israel contra la Yihad islámica en la franja de Gaza que ya ha causado numerosas bajas entre muertos y heridos, tanto militares como civiles. Gracias a los buenos oficios de Egipto, ayer se estableció un alto el fuego tras tres días de duros combates, habiéndose mantenido de momento la Autoridad Palestina y el gobierno de Hamas al margen del conflicto militar.
Otro grave conflicto en Europa es el de Kosovo y Serbia, nacido de la desintegración de Yugoslavia -el país de los eslavos del sur- que fue gestada durante toda la década de los 80 tras la muerte de Tito en ese año, y desencadenada militarmente en la década siguiente al finalizar la guerra fría con la caída del Muro de Berlin y la desintegración de la Union Soviética. La declaración unilateral de independencia en 2008 por parte de Kosovo respecto a Serbia – de la que había sido una provincia autónoma en la ex Yugoslavia, y que fue apoyada por Estados Unidos y ahora reconocida por la mitad (98) de los Estados miembros de la ONU -España es uno de los países que no la reconoce- se ha activado bajo la influencia de la guerra en Ucrania, con acusaciones de los kosovares hacia el presidente serbio de querer actuar como “una réplica en pequeño” de Putin, dada la histórica relación entre Rusia y Serbia. Sabido es que si un acontecimiento político o militar se produce es “porque fue previsto”, según la conocida sentencia del dignatario estadounidense Roosevelt.
Así vemos el paralelismo que ésta réplica en la zona balcánica de la situación en Ucrania tiene con la eliminación en Kabul del sucesor de Bin Laden al frente de Al Qaeda por parte de EEUU, que coincide a su vez con la operación militar antiterrorista israelí contra la Yihad Islámica en Gaza. En efecto, China y Rusia por un lado, y Estados Unidos por otro, estarían manteniendo “una tercera guerra mundial por fascículos”como hace tiempo afirmó el Papa Francisco, ante la imposibilidad de mantener una guerra global directa y frontal entre ambos bandos. A la vista de este escenario geopolítico toma particular sentido la conexión entre el separatismo catalán vinculado a Puigdemont con la Rusia de Putin. No es política ficción -aunque merecería serlo- esa relación porque está plenamente acreditada con la información de la que ya se dispone por la investigación judicial desarrollada especialmente en un juzgado de Instrucción de Barcelona, además de la que ya dispone la justicia norteamericana. En la competencia por el liderazgo de ese espacio político que mantienen ERC y Junts, esta conexión rusa es un pesado lastre para los del residente en Waterloo, ahora además añadido por el caso Borrás, presidenta de su formación y desposeída de la presidencia del Parlament por un presunto delito no precisamente político. El interés ruso se basaría en debilitar a la UE con un ataque a la unidad nacional de un país de la importancia de España, y que generaría una reacción en cadena en otros Estados de la UE con significativas realidades nacionalistas en su seno comenzando por Bélgica e Italia además de Escocia, entre otros.
Adicionalmente -e insistiendo en que no es política ficción- Rusia añadiría a sus bases de Mariupol en el Mar de Azov y Sebastopol en el Mar Negro, una base naval en el otro extremo del Mediterráneo, en el litoral catalán. Los de Puigdemont a cambio recibirían un importante aval financiero para la puesta en marcha del Estado catalán y sufragar su deuda con el Estado español. Además de unidades militares no identificadas, especializadas en actuar en “zonas grises”como las que actuaron en la península de Crimea en 2014 para su anexión. La “zona gris” catalana era el fascículo del secesionismo en la guerra híbrida mundial que libran las superpotencias.
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