Autodeterminación en España: vuelta al feudalismo
Vamos a ser claros. La autodeterminación de las naciones -salvo en flagrantes casos de colonialismo, que no es ni por asomo el caso de España- significa la destrucción de un estado para que, teóricamente, se alumbre otro. El español es democrático, europeo, con derechos fundamentales reconocidos y ejercitados. Con una Constitución en vigor y mayoritaria entre el pueblo.
De ahí que haya chirriado ostentóreamente la afirmación de la nueva intérprete de la Carta Magna María Luisa Segoviano (PSOE), al afirmar, sin ni siquiera haberse puesto la toga, que la autodeterminación «es algo complejo que hay que estudiar». ¿Estudiar? No hace falta ser cooptada por la izquierda política para tan alta responsabilidad para saber que la autodeterminación en el sentido que es exigida por los secesionistas catalanes y vascos no cabe en la actual ley de leyes. Ni complejo, ni facilito, oiga.
Se trata de una pretensión política realizada por élites apesebradas en pos de estarlo más y, sobre todo, con mayor impunidad para sus intereses. Crear estados de nuevo cuño y antihistóricos con la intención de dominarlo todo. ¿Hay algo más reaccionario y carca? Persiguen la reedición del feudalismo sobre supuestos identitarios. No hay otra. Presumen de ser europeos, y es, justamente, la desmembración y voladura del andamiaje del continente político y democrático tal y como hoy es concebido y aplicado.
No hay pueblos específicos en España donde sus mayorías griten por la independencia. Hay élites empujando, confundiendo, intoxicando y malversando. Necesitan ese nuevo ordenamiento jurídico para seguir perpetrando lo mejor que han demostrado saber hacer: utilizar al pueblo y sus recursos, confundirlo, sin importarles una higa su bienestar ni su futuro.
Nunca hasta la fecha se había puesto al zorro al cuidado del gallinero. Si una teórica experta en Derecho Constitucional dice que se puede estudiar la «autodeterminación», aviados estamos. Como dice mi colega y amigo Raúl del Pozo, no hay nada más facha y cavernícola entre la clase política española que los independentistas de uno y otro signo. Se puede ser secesionista, oiga, pero no de izquierdas, so pena de que se levanten de sus tumbas Marx y Webber.
Hay que estar atentos a la pantalla porque el año que comienza promete emociones fuertes. No sólo en la subida de precios y la dificultad para sobrevivir.
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