Aplicar el regalo fiscal a Cataluña en Madrid destruiría los servicios en toda España
Si Madrid aplica el cupo catalán, esa suerte de regalo fiscal que Hacienda se empeña en disfrazar de singularidad igualitaria, los servicios públicos del resto de España se caen. La puñalada al conjunto de los españoles es tan flagrante, tan obscena y perversa, que no se han atrevido desde el Gobierno, ni desde la propia Generalitat, a ponerle nombre y números.
Cierra el Gobierno un acuerdo con Cataluña que permitirá que recaude todos sus impuestos, a cambio de no rebajar los existentes, al menos hasta que dentro de cinco años se vuelva a hablar del tema. La idea es que Cataluña se encargue de gestionar los impuestos en la comunidad autónoma, y administrarlos, y lo que no gaste, lo aportará a la caja común. Primero, eso sí, descontará lo que tenga que pagar por los servicios de la Hacienda común que el Estado haya tenido que prestar en la región.
El resultante irá para el reparto. Puede que quede mucho, o puede que no quede nada. Para que el cuchillo no tenga toda esa sangre cuando entreguen el arma tras la puñalada que le están dando al resto de españoles, ni el Gobierno ni los independentistas han tenido el valor de dar la cifra que se dispondrá para la «solidaridad». Puede que, incluso, ni la sepan. Tampoco el calendario de aplicación de todo esto que, eso sí, prometen arrancará ya en 2026.
Desglosando los grandes impuestos (olvidando los especiales, que casi todos recaen en Madrid por distintas razones), la Comunidad de Madrid ingresó por IRPF 50.450 millones de euros, frente a los 24.853 de Cataluña. La comparativa es similar en el IVA: Madrid ingresó 43.922 frente a los 19.278 en Cataluña. En cuanto al impuesto de sociedades, la primera ingresó 12.679 millones y la segunda, 8.280.
Los datos de la Agencia Tributaria dejan claro que los ingresos son de casi el doble y, sin embargo, el superávit es mucho mayor en Madrid que en Cataluña, porque no se gasta en determinados organismos autonómicos que, de facto, acaban duplicando muchas de las funciones que ya realiza la administración. La propia creación de este nuevo cupo, del regalo fiscal que María Jesús Montero quiere que todos los españoles hagan a Cataluña, es un ejemplo de esto último: para ceder la competencia pero no crear dos sistemas paralelos que nunca se conecten, el Estado tendrá que mantener una parte de la administración tributaria en Cataluña, y luego estará la propia Hacienda catalana, que deberá crecer mucho para abarcar todo esto.
Mientras creaban el regalo fiscal, a alguno en Hacienda se le encendió la bombilla de la precaución, y han decidido incluir en el acuerdo una cláusula que hace que, si te acoges a este tipo de financiación, no puedas bajar impuestos. Imagino que, entre el júbilo del asesinato al concepto de la solidaridad, alguien diría «oye tú, ¿y si se acoge Madrid y tira el IRPF por los suelos»?. Les imagino corriendo como locos buscando una salida, y a alguien alzando el dedo para decir que no, que «se pone una cláusula que diga que si te acoges a esto, no se pueden bajar impuestos». Y punto.
Pero la alarma sigue ahí. En los cálculos políticos de Sánchez, Montero y compañía no entra que a Ayuso se le ocurra acogerse a este cupo sin sentido que han creado. Porque si Madrid se acoge, si decide que primero gestiona, gasta, y luego vemos lo que sobra, va a surgir un problemón histórico. Y si además se pone Ayuso muy catalana y decide que hay que respetar la ordinalidad y que, por lo tanto, debe ser la que más reciba en términos porcentuales porque es la que más aporta, nos vamos al carajo. Me perdonen los términos.
Un servidor es de Cáceres, que es una tierra a la que unos y otros le han ido quitando la vis empresarial para mandarla a otras regiones de España y se nos ha quedado una provincia (y una comunidad entera) con un elevado número de funcionarios (lo que por otra parte explica que no cambie el voto aunque las infraestructuras comunitarias sean de los años 80). A los de allí, como a tantos otros, se les abandonará. El puñal atravesará por completo las costillas tributarias y cuando hablen de solidaridad ya no podremos oír nada, porque no habrá servicios públicos que nos sostengan.
El federalismo es algo que habría que pensarlo muy bien antes de decidir usarlo como concepto para tapar la vergüenza de un acuerdo como el que se está perpetrando. Es crucial para el mantenimiento de ciertas cuestiones que haya un reparto justo entre comunidades. Si Madrid se queda las sedes de las empresas, que ponga para todos, y si Cataluña hace lo mismo, lo que no se entiende es que quieran desguarecer al resto. Sobre todo porque el acuerdo parte de ERC, que se supone que es la izquierda, y que viene a decir que si no tienes dinero ni recursos en un pueblo de Castilla-La Mancha (puede elegir usted casi cualquier pueblo de España) te jodes, y tratas de llegar a urgencias en alguna gran ciudad. Pero con su dinero no se hacen ambulatorios ni se dan servicios en otras comunidades. Muy de izquierdas. Solidario, vaya. Dirán que dan, pero hay que requilibrar, porque no puede ser que los pobres terminen quedando por encima de los ricos en cuanto a lo que les da el Estado.
Baleares es la única que ofrece también su superávit a las arcas públicas, además de Madrid y Cataluña, pero en mucha menor medida, y por suerte siguen conservando un juicio solidario para con el resto.
Como esto no te lo pueden decir así, nos han vendido un acuerdo mágico que hará que todos puedan gestionar sus impuestos a cambio de no rebajarlos, y así cada uno tiene lo suyo. Eso, en realidad, va a terminar llamándose deuda pública, y penalizará la inversión y el crecimiento.
Acabo, y disculpen la extensión. Por la economía es por donde se descosen las velas de un país. Jugar a todo lo demás tiene solución, de alguna u otra manera. Esto destruye generaciones enteras, que son las que tienen que pagar los desmanes de las crisis. Y eso es lo que pasará si salta por los aires nuestro sistema tributario.
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