Opinión

100.000.000 de € para insultar a España

La semana pasada TV3 volvió a obsequiarnos con otra muestra de su humor supremacista y clasista, a cargo de dos de sus propagandistas más eficaces y perseverantes: Toni Soler y Jair Domínguez, que protagonizaron el ya famoso gag dedicado a la Virgen del Rocío en el que humillaban a los andaluces. El segundo es un gracioso sin más, que ha protagonizado tantos episodios chuscos que no cabrían en esta columna. Es un cómico muy bien pagado y que cumple con gran dedicación su objetivo de sembrar el odio entre catalanes y entre los catalanes y el resto de españoles. Es uno de los introductores del «puta España» en los medios de comunicación de la Generalidad, y tanto ERC como Junts han permitido que diversas productoras le abonen una notable cantidad de dinero público.

Pero el que realmente es importante dentro del dúo es el otro: Toni Soler. A las productoras que él lidera todos los españoles le hemos pagado más de cien millones de euros de dinero público. La gran mayoría vía TV3, aunque también RTVE y el Ministerio de Cultura han contribuido a llenar los bolsillos de este empresario que llegó a comparar la iluminación navideña de la Capitanía Militar de Barcelona con la de un club de alterne. Este es el nivel de Toni Soler, el gran hacedor –a precio millonario – de buena parte de la propaganda humorístico-totalitaria que emite la televisión de la Generalidad. Soler, por lo tanto, no es un cualquiera, forma parte del entramado de poder independentista que busca romper los lazos entre Cataluña y el resto de España, y lo hace mediante un humor que denigra los símbolos y las instituciones comunes.

Es esa visión cómica del nacionalismo catalán basada en caricaturizar a todo lo que huele a España como «paleto», «franquista» o «rancio». Buena parte del independentismo catalán destila un supremacismo consistente en intentar diferenciar lo «catalán-europeo» respecto a lo «español-tercermundista», y han dado alpiste a un buen número de humoristas a los que pagan generosamente por emplearse a fondo. El humor siempre ha sido un arma política de primer orden, y hay que reconocer que TV3, y el resto de medios sufragados por el secesionismo, lo usan con mucha eficacia. Hay tantos ejemplos de este plan seguido a rajatabla por los medios de comunicación de la Generalitat que ya llevo dos libros (50 hazañas de TV3 y TV3, el tamborilero del Bruc del procés), y me daría para media docena más.

Insisto, no es una casualidad, no es que a dos humoristas se les haya calentado la boca hablando de la Virgen del Rocío. TV3 sabe los perfiles que escoge para sus programas: por eso fichó a una influencer como Juliana Canet que defiende que se quemen contenedores y que habla de «putos españoles de mierda»; o a un humorista como Manel Díaz que vincula a los votantes socialistas con la esvástica; o a un dúo como el de Peyu – Jair Domínguez que intentaron colar en TV3 un gag sobre felaciones de la Princesa Leonor –el sketch no se emitió, pero ambos siguen colaborando en los medios de la Generalitat–; o a una estrella de la radio privada en catalán, Óscar Andreu, para que diga «es la marca España, exportando mierda y destrucción desde 1540». En TV3 saben lo que hacen. Toni Soler sabe lo que hace y lo que le pagan por su gag hispanófobo contra los andaluces. Y por los centenares de gags que produce que lanzan el mismo mensaje: «España es un país atrasado y Cataluña no tiene nada que ver con esa mugre». Es el complemento ideal del «España nos roba».