Europa podría relajar el control y permitir la presencia de más PFAS y pesticidas en el agua del grifo
Entrevista a Carlos de Prada, Premio Global 500 de la ONU, Premio Nacional de Medio Ambiente y director de la iniciativa Hogar sin Tóxicos.
España ha propuesto elevar más de 20 veces la concentración permitida de los peligrosos PFAS en aguas subterráneas y que no se establezca un límite máximo de concentración para el total de pesticidas en los ríos
Europa está ante un momento crucial para aumentar la restricción de químicos en las aguas, impulsando la protección de ríos, acuíferos, lagos y embalses para que tengan la calidad suficiente, liberándolas de PFAS y pesticidas, en definitiva, para que el agua que bebemos sea más segura y no dañe nuestra salud.
Un total de 25 organizaciones de la sociedad civil europea, encabezadas por PAN Europe, han dirigido una carta a los Representantes Permanentes de la UE expresando su «profunda preocupación» por los intentos actuales de debilitar la propuesta de la Comisión Europea de reducir el nivel de presencia de sustancias tóxicas en las aguas, para mejorar la defensa de la salud de los ciudadanos.
Entre estas entidades se encuentra la española Hogar sin tóxicos que alerta de que España, aprovechando la presidencia de turno de la UE, introdujo una serie de sugerencias que van en sentido completamente contrario: eliminar el umbral máximo de pesticidas en aguas superficiales y multiplicar por 20 la cantidad de PFAS permitidos en aguas subterráneas.
Qué son las PFAS
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés) son un grupo de más de 4.700 agentes químicos sintéticos, ampliamente utilizados, que se acumulan a lo largo del tiempo en los seres humanos y en el medioambiente.
Se conocen como los químicos eternos porque son extraordinariamente persistentes en el medioambiente y en nuestros cuerpos. Pueden provocar problemas de salud como daños hepáticos, enfermedad tiroidea, obesidad, problemas de fertilidad y cáncer.
Difíciles de erradicar
Desde Hogar sin tóxicos, se advierte de que el texto, en proceso de redacción, de salir adelante la propuesta de España, aumentará considerablemente la presencia de PFAS en el agua del grifo. No olvidemos que un tercio de la población se abastece de aguas subterráneas.
Además, recuerda que la agrupación de todas las empresas europeas que se dedican a depurar las aguas ha enviado una carta a la presidenta de la Comisión en la que advierten que es dificilísimo eliminar los PFAS. Difícil y tan caro que es prácticamente inviable. La solución más sensata sería restringir su uso o directamente prohibirlos, aseveran desde Hogar sin tóxicos.
Entrevista a Carlos de Prada
Entrevistamos en OKGREEN a Carlos de Prada que en su haber tiene el Premio Global 500 de la ONU, el Premio Nacional de Medio Ambiente y es director de la iniciativa Hogar sin Tóxicos.
OKGREEN: Se está debatiendo la propuesta en la Comisión Europea para reducir el nivel de presencia de sustancias tóxicas en las aguas para mejorar la defensa de la salud de los ciudadanos.¿Qué es lo que se pretende con esta propuesta?
Carlos de Prada: La propuesta pretende reducir la presencia de una serie de sustancias peligrosas en las aguas, estableciendo límites legales de concentración que no se deben superar.
Sustancias que, a pesar de entrañar serios riesgos, hasta ahora habían quedado fuera del «radar» del control oficial. En concreto, se trata de algunos pesticidas, también PFAS (los famosos «contaminantes para siempre») y diversos fármacos.
P.: Durante la reciente Presidencia Española en el Consejo Europeo, nuestro país ha sugerido modificaciones del texto rebajando exigencias en cuanto a la calidad del agua. ¿Qué se quiere cambiar?
R.: España ha sugerido que se realicen algunos cambios que podrían debilitar la propuesta de forma muy severa. Por ejemplo, mientras que la Comisión pretendía establecer un límite de 4,4 nanogramos por litro para 24 PFAS en las aguas subterráneas, España ha sugerido que el límite fuese más de 20 veces más elevado (100 nanogramos por litro).
También, por citar otro caso, se propone eliminar el límite propuesto de 0,5 microgramos por litro para la presencia de la suma de todos los pesticidas en las aguas superficiales, como la de los ríos.
Si no se establece un límite legal, puede redundar en una mayor presencia de estos venenos en las aguas. Además, se pedía retrasar el cumplimiento de las normas que se establezcan para las nuevas sustancias hasta el año 2039 nada menos.
P.: Para que lo entienda el ciudadano de a pie ¿Cómo afectarían estos cambios a la salud de los europeos?
R.: Estamos hablando de sustancias que, aparte de los efectos que pueden tener en los ecosistemas, pueden tenerlos también sobre la salud. En última instancia, el agua que bebemos procede de los ríos y acuíferos, y si en estos hay mayor presencia de contaminantes, puede acabar reflejándose también en el agua del grifo.
Como denuncian las propias empresas que se dedican al tratamiento y distribución del agua urbana en Europa, es muy difícil eliminar satisfactoriamente muchos de estos contaminantes.
Estamos hablando de sustancias como los PFAS, que la ciencia ha asociado, con frecuencia a muy bajas concentraciones, a efectos negativos sobre el sistema inmunitario, sobre el desarrollo, sobre el hígado, cánceres, etc.
P.: Parece un tanto llamativo y contradictorio que sea precisamente el actual gobierno el que haya propuesto modificar y rebajar las exigencias que también afectan a los sistemas ecológicos, a la biodiversidad… ¿Por qué crees que ha pasado esto? ¿Hay una presión desde ciertos intereses para que la regulación sea más laxa y más beneficiosa para sectores concretos?
R.: Ha sido una sorpresa muy desagradable, desde luego, ver que se proponen cosas en contra del sentido común, de la ciencia y de lo mejor para la defensa de la salud de los seres humanos y la Naturaleza.
Probablemente, hay políticos y sectores económicos que piensan que cuanto menos exigentes sean las normas, más fácil será luego cumplirlas. Si los estándares son laxos podrás sacar pecho diciendo que los cumples, aunque el hecho objetivo sea que las aguas estén cada vez más envenenadas.
P.: ¿En qué punto estamos ahora mismo? ¿Cuándo sabremos el resultado de todo este proceso?
R.: Ahora se está debatiendo. Es difícil saber cuándo se adoptará una decisión. Habrá que esperar para ver si se tienen o no en cuenta las penosas sugerencias que hizo España.
Lamentablemente, no es sólo España, hay otros países de la UE que también están intentando socavar todo lo que pueden la propuesta de la Comisión, e incluso pretendiendo introducir, de forma improcedente, cambios profundos en la propia Directiva Marco del Agua con el fin de rebajar los criterios por los que hoy se considera si el agua está en buen o mal estado químico.
P.: Si prosperan algunos de estos cambios que se proponen, se producirá un cambio, que es cosmético, para ciertos medios acuáticos y en ciertos países, se mejoraría su imagen.
R.: Siempre es más fácil rebajar los estándares legales para crear una falsa sensación de que «se cumple», que mejorar de verdad la calidad del agua. Hay naciones europeas que, con los estándares actuales, tienen más del 90% de sus aguas en mal estado. Si las normas se relajasen, podrían incrementar el porcentaje de aguas que, aunque se dijese que están, en «buen estado» de cara a la galería, realmente estarán muy contaminadas. Es algo propio del Ministerio de la «Verdad» de Orwell. Pero se ve que se estila.
P.: Sólo un tercio de las aguas superficiales de Europa tienen un buen estado químico y en el 22% de los lugares monitorizados se supera el umbral de preocupación toxicológica oficial… ¿Cómo es el agua que bebemos actualmente en España? ¿Es segura en cuanto a la protección de la salud de los ciudadanos?
R: Si creemos lo que nos dicen las autoridades, más del 99% del agua de España no representa problemas. Pero, ¿necesariamente es lo mismo lo «legal» que lo «seguro»? ¿Lo que dicen las autoridades coincide acaso con lo que dice la ciencia?
La ciencia dice, por ejemplo, que para sustancias que son alteradoras hormonales, como muchas de las que contaminan el agua, no puede establecerse con claridad un umbral de concentración que se pueda afirmar como «seguro». Sin embargo, las autoridades lo establecen.
La ciencia dice que se debería evaluar el riesgo de la situación real de exposición a las sustancias tóxicas; es decir, que, en el agua, nos exponemos a la vez no a sustancias aisladas, sino a mezclas muy complejas de ellas que pueden tener un efecto muy superior al de las sustancias examinadas una por una.
Sin embargo, las autoridades siguen evaluando el riesgo de exponerse solo a cada sustancia por separado. Por otro lado, es un hecho que la mayor parte de las sustancias tóxicas que pueden estar presentes en el agua, ni siquiera están incluidas en los exiguos listados oficiales de compuestos a controlar. Simplemente escapan a la regulación. En fin…
P.: En España tenemos un serio problema con los pesticidas… Este texto también relaja las exigencias de su presencia en las aguas europeas y no ayuda la actual decisión europea a abrir la mano en su utilización. Parece que vivimos unos momentos en que todo va en contra de la salud y del planeta. ¿Falta valentía en estos momentos?
R.: Evidentemente. Estamos viendo el resultado en la cobarde actuación de la UE y los gobiernos nacionales en temas como el de dar marcha atrás en la reducción del uso de pesticidas en Europa.
No nos engañemos. Aunque algunas instancias quieran presentar la cuestión como algo que se hace «a favor de los agricultores», quien está tras la tramoya desde hace mucho tiempo es la poderosa industria de los pesticidas sintéticos.
Dar marcha atrás en la ecologización agrícola hará que se siga adelante con un modelo de «agri-incultura industrial», basado en la química, que no ha beneficiado hasta ahora precisamente a los agricultores.
Su saldo no ha sido otro, y se pretende que siga siendo, que más despoblamiento rural, más empobrecimiento de los agricultores en beneficio de una serie de grandes corporaciones, más envenenamiento de los suelos, las aguas y los alimentos, menos biodiversidad, más daños a la salud humana… y, en última instancia, minar las bases de la propia sostenibilidad futura de una agricultura en condiciones.
P.: ¿Se está intentando poner parches a un problema cuando lo lógico sería encontrar una solución?
R: Algo muy grave que pasa en nuestra sociedad es que, muchas veces, se vive de los problemas y no de darles solución. Lo vemos en muchas cosas. Por ejemplo, en lugar de reducir la generación de residuos en origen, lo que se hace es montar empresas que viven del negocio de «gestionarlos» de maneras dudosas. Más residuos, más dinero para esas empresas, pero sin resolver realmente el problema.
En lugar de prevenir las enfermedades, casi toda la inversión sanitaria, como me decía en su día María Neira, de la OMS, se destina a diagnosticar y tratar, mientras las tasas de incidencia de muchos problemas de salud no paran de crecer y crecer porque no se previenen.
En el tema de las aguas, en lugar de evitar que se contaminen, dejamos que se llenen de miles de sustancias tóxicas y luego confiamos en que habrá milagrosos sistemas de depuración y tratamiento que supuestamente eliminarán todo eso.
Son lo que se llama enfoques de «final de tubería» que no remedian los problemas, sino que con frecuencia contribuyen a eternizarlos al dar la sensación falsa de que se «resuelven”, aunque su eficacia real sea discutible al tratar solo síntomas, y no causas.
P.: Desde las organizaciones que habéis presentado la carta a los representantes europeos ¿cuál sería la solución o soluciones a adoptar?
R: La solución que proponemos es clara: actuar sobre la fuente. Prevenir. En el caso de los PFAS, hacer caso a la ciencia y prohibirlos. En el de los pesticidas, retomar los planes para reducir fuertemente su uso. La agricultura puede producir de sobra, y mejor, sin ellos, como prueban las decenas de millones de hectáreas agroecológicas que hay en el planeta.
P.: ¿Está la sociedad desconectada de estas decisiones?
R: Hay un abismo, demasiadas veces, entre lo que de verdad beneficiaria a los ciudadanos y las decisiones que se toman. Si los políticos sirviesen al interés público y no a otras cosas, todo iría bien.
Pero poderoso caballero es Don Dinero. No el dinero de toda la sociedad, desde luego, para la que es ruinoso en términos económicos, y no digamos sanitarios, el deterioro ambiental… sino el dinero de una serie de grandes empresas.
En Bruselas, por cada eurodiputado, hay varios lobbistas. Personas dedicadas en cuerpo y alma a defender los intereses particulares de la gran industria química, con todo el tiempo, el dinero y medios para hacerlo. La capacidad de influir en los políticos de la sociedad civil y la comunidad científica es infinitamente inferior a la de esos lobbies.
P.: ¿Qué mensaje contundente, que despierte a la población, lanzarías para concienciarnos sobre este problema?
R: La palabra hombre viene de humus, tierra. Somos uno con la tierra. Lo que vertemos al entorno, de un modo u otro, lo acabamos vertiendo dentro de nosotros mismos.
Todas esas sustancias tóxicas que se generan, como muestra por ejemplo la Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana, las tenemos ya en nuestros cuerpos y, con frecuencia, a niveles que pueden dañar nuestra salud.
La contaminación química, junto con la crisis de biodiversidad y el cambio climático, es uno de los principales retos que afronta la humanidad a nivel ambiental.
Hemos de ser conscientes de ello y hacer lo posible por informarnos y por apoyar la causa de la descontaminación química planetaria, desoyendo los consabidos cantos de sirena que pretendan desmovilizarnos. Es un tema clave en el que nos estamos jugando nuestra salud y la de los nuestros.
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