Investigación
Las cintas del espionaje a Bárcenas (I)

El subidón de Villarejo en la’ Kitchen’: “Las cosas más delicadas de este país me las encargan a mí»

Las grabaciones de José Villarejo demuestran las diferencias y enfrentamientos entre los mandos policiales para controlar la información durante la infiltración del chófer Sergio Ríos en el entorno familiar de Luis Bárcenas. Desde el principio del operativo se mantuvo un pulso por el control entre el secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez, y el director de la Policía, Ignacio Cosidó.

Así mismo, surgieron disputas internas entre algunos de los comisarios y jefes policiales que coordinaban el operativo, entre quienes destacaban Enrique García Castaño, Andrés Gómez Gordo -el captador de Sergio Ríos-, Marcelino Martín Blas -otro de los imputados en la causa- y el propio Villarejo, entre otros.

En la grabación del encuentro entre el chófer de Bárcenas y Villarejo, el 9 de octubre de 2014, el entonces comisario adscrito a la DAO desvelaba a su interlocutor sus dudas sobre el comportamiento de algunos de sus superiores y el ritmo de la misión.

“Tienes un gran tronco, Andrés (Andrés Gómez Gordo), que te quiere mucho, pero la última vez que estuve con él le dije que iba a abandonar. Para mí es una cuestión de confianza que te la he demostrado. La confianza es fundamental en este tipo de trabajo. Y yo te he demostrado toda la del mundo… No solamente he dado la barba… No me gusta echarme flores… He mantenido el tipo por ti… Los políticos son unos mierdas todos. Te dije me voy a comprometer a aquello que pueda cumplir”.

Villarejo se refiere a la promesa de conseguirle un puesto en la Policía, como finalmente sucedió, cuando acabara su misión como topo. Pero el comisario verbaliza sus sospechas de que lo puedan dejar tirado, aún así su escepticismo lo supera con una buena dosis de autoestima y sensación de poder.

“Entiendo tus recelos, pero es no pensar. Tienes que pensar que soy una tumba y, en segundo lugar, o soy bueno, soy la hostia, soy la polla de bueno porque llevo treinta años haciéndolo. Nunca he fallado, por eso las cosas más delicadas de este puto país me las encargan a mí. La izquierda, la derecha, el centro, su puta madre que no me fío de ninguno…”.

El chófer Ríos Esgueva le da la razón a su controlador.

“Todos van a lo suyo”.

Y Villarejo continúa extrañado con su discurso sobre movimientos extraños en torno a la operación secreta para espiar a Bárcenas, que seguía en la cárcel madrileña de Soto del Real.

“Pero creo que, ya lo has visto, voy directo… Soy sincero de verdad porque he visto que es la única manera de funcionar en la vida. No me gusta otra forma de actuar. Soy muy viejo para cambiar. Entiéndeme, macho. Cuando te dije, tronco, confía en mí… Esos movimientos extraños te digo que me han mosqueado”.

Chófer: No. No.

Villarejo: Lo lamento profundamente, porque ya te aprecio. Te considero amigo.

El comisario, mosqueado

El comisario de la Tándem se manifestaba ciertamente mosqueado por el control y el destino de la información que iba consiguiendo el conductor infiltrado. Todos los jefes del caso Kitchen desconfiaban unos de otros y pretendía que los logros del espía sólo pasaran por sus manos. Villarejo disfrutaba de una ventaja: su hilo directo con el secretario de Estado del Ministerio del Interior, a quien únicamente estaba obligado a presentarle cuentas.

Seguidamente, Villarejo le recuerda a Ríos que él fue el único en proponerle un mejor destino profesional, en su caso, el Cuerpo Superior de Policía. No más trabajos de vigilante jurado en negocios nocturnos.

“Cuando te planteé aquello como opción, yo pensaba en tu futuro. Ahora te digo que lo tienes asegurado”, le dice el policía.

Y el chófer le responde: “Tu amigo me ha dicho: ‘Me lo das a mí’. Él quiere el control”. Se refería al entonces jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) o al inspector jefe del Cuerpo, Andrés Gómez Gordo, que más tarde ascendió a comisario.

La respuesta de Villarejo fue contundente: “Me da igual. Él es como si fuera yo. Está en el escalón inferior mío, pero es el operativo. Yo soy el director de la orquesta y luego viene la gente con la orquesta. Él es el número dos de la orquesta. Es de mi confianza total”.

Finalmente, la operación Kitchen acabó de manera traumática en un proceso judicial en la Audiencia Nacional, a raíz de la intervención de grabaciones y documentos a Villarejo cuando fue detenido en noviembre de 2017.