Internacional

Turquía y Rusia, amistad a prueba de bomba

Nadie duda de que Turquía y Rusia han adquirido un papel protagónico en la escena internacional, especialmente en los conflictos de Oriente Medio y Libia, en los últimos meses. Ankara y Moscú son dos rivales bien avenidos. La idea de que estén condenados por la geografía, historia y cultura para ser adversarias, como ha sido en el pasado, hace aguas hoy. Es cierto que una existe una larga y sangrienta rivalidad entre los imperios otomano y ruso -han peleado unas 12 guerras entre sí-, pero los hechos demuestran la idea de que Ankara y Moscú pueden ser socios. Y cada vez en más frentes.

Mucho tiene que ver la peculiar relación personal que mantienen los mandatarios, Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin. “Amigo mío, presidente Putin, me hace estar muy contento hospedarte en Estambul…”, dijo el presidente turco, a lo que el presidente ruso le contestó con la misma complicidad y deseo de “seguir cooperando juntos”. Era la inauguración del Turkstream, el nuevo gaseoducto que une Rusia con Turquía y que estrecha la colaboración entre ambas naciones. Sin duda, la calidad personal de la relación entre ambos líderes hace que, aunque aún no existan lazos institucionales fuertes entre los países, amplíen sus objetivos comunes.

El acercamiento tuco-ruso es aún más notable por haber ocurrido a raíz del enfrentamiento más severo entre los dos países desde la Guerra Fría. En noviembre de 2015, la Fuerza Aérea turca derribó un avión de ataque ruso que aparentemente había violado el espacio aéreo turco mientras realizaba misiones de combate contra las milicias apoyadas por Turquía en Siria que combatían para derrocar a Bachar al-Assad.

Sobre este ataque, Putin llegó a decir que se trataba de “una puñalada por la espalda” y Rusia impuso severas sanciones comerciales a Turquía. Pero menos de un año después, y dando un giro inesperado al guion, Erdogan salió al paso públicamente y se disculpó por el ataque. Los lazos se ataban y Moscú y Ankara decidieron cooperar, no solo en materia comercial, de defensa o energía nuclear, sino también en Siria. Rusia es el gran aliado de Bachar al-Assad y Turquía respalda algunos de los grupos rebeldes sirios.

A principios de 2017, Rusia, Turquía e Irán impulsaron el proceso de paz de Astaná, donde buscaban una solución para Siria que, si bien no produjo resultados inmediatos, impidió cualquier acuerdo político en línea con los intereses de Estados Unidos. Además, el acercamiento se confirmaba con la compra de Turquía del sistema de misiles S-400 a Rusia. Quedaba cristalizada una nueva etapa en las relaciones tuco-rusas.

Para entender este acercamiento, hay que tener en cuenta la estrategia de los últimos años de Erdogan en política exterior. Ankara ha decidido distanciarse de Estados Unidos, y también de la Unión Europea, en favor de Moscú por el bien de su propia seguridad. Paralelamente, el deterioro de las relaciones de Rusia y Turquía con Occidente incrementan la dependencia de Ankara con Moscú.

Con todo, el papel que ambas potencias están jugando en el tablero sirio podría volver a añadir tensión a la relación turco-rusa. Un día después de que las fuerzas del gobierno sirio (apoyado por Putin) mataran a ocho soldados turcos, los medios estatales rusos publicaron una serie de informes contra Turquía, algo que no ocurría desde 2016. Además, las agencias de noticias rusas, Rossiya Segodnya y TASS afirmaron que Turquía había tenido un papel relevante en la creación del Frente al Nusra, el antiguo brazo sirio de Al-Qaeda, ahora renombrado Hay’ at Tahrir al-Sham. Esta información fue corroborada por la televisión que funciona bajo el control del ministerio de Defensa ruso, Zvezda TV, al publicar un informe similar que puso a Turquía bajo la sospecha de ayudar al grupo militante.

El escenario de la guerra en Siria muestra la doble cara de la moneda entre las relaciones otomano-rusas. En las últimas semanas, la provincia de Idlib, al noroeste de Siria y limítrofe con Turquía, ha colapsado con múltiples ataques y los avances del gobierno de Assad ha hecho que más de 500.000 personas tuvieran que huir desde diciembre, según Naciones Unidas.

Erdogan salió al pasado declarando que Moscú no está cumpliendo con los acuerdos de reducción de la escalada que había prometido defender en las provincias de Idlib, controlada por los rebeldes. Además, desde abril del año pasado las fuerzas del Gobierno sirio han llevado a cabo una campaña militar intermitente para recuperar el bastión rebelde de Idlib y para ello ha llevado a cabo bombardeos contra los militares turcos y también civiles de la zona. Turquía respondió con ataques contra posiciones sirias que provocaron 13 muertes.

Para los medios de comunicación turcos, el ataque del gobierno sirio el domingo de la semana pasada tiene como principal artífice a Rusia, ya que se produjo escasos días después de que Erdogan criticara el incumplimiento de Rusia de rebajar la escalada de ataques.

El periódico progubernamental turco Sabah recoge las declaraciones del presidente del partido nacionalista MHP, Devlet Bahceli, quien aseguró que Rusia había incitado al gobierno sirio a atacar: “La administración de Moscú, que se centra en las ambiciones regionales e históricas en lugar de lograr la estabilidad en Siria, no es de confianza”.

Este lunes, un nuevo bombardeo ha sacudido la provincia de Idlib, cuando las fuerzas del régimen sirio han matado a cinco soldados y otros cinco han resultado heridos. “Un ataque de artillería de las fuerzas del régimen ha causado la muerte de cinco soldados nuestros y ha herido a otros cinco”, señala un comunicado del Ministerio, citado por la cadena turca NTV. Según la Agencia EFE, las fuerzas turcas en la zona “respondieron con un intenso fuego”, bombardeando objetivos enemigos en la zona de Idlib. Este es el segundo ataque en lo que va de mes y Ankara ha apelado a Moscú para reducir la tensión. El sábado, una delegación rusa encabezada por el viceministro de Exteriores, Sergéir Vershinin, llegó a la capital turca y se reunió con altos cargos de este país para encontrar una solución. Pero las negociaciones no han dado aún resultado alguno y siguen en proceso.

Lo cierto es que uno de los puntos débiles de esta relación es Idlib, donde Turquía, junto con Occidente, tienen interés en prevenir una ofensiva militar rusa a gran escala en esta provincia- Una operación de esta envergadura llevaría a un desastre humanitario y conduciría a un gran número de refugiados hacia la frontera de Turquía.

Los lazos entre Moscú y Ankara han estado en una permanente montaña rusa en el tablero sirio. A comienzos de octubre de 2019, Turquía y los rebeldes sirios aliados lanzaron una ofensiva para expulsar a las Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por los kurdos. Ankara ve a las Unidades de Protección del pueblo Kurdo (YPG), como un grupo terrorista vinculado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), un grupo prohibido que ha emprendido una campaña armada para su autonomía dentro de las fronteras turcas. La postura oficial de Rusia es mantener la integridad territorial de Siria y no permitirá que Turquía permanezca para siempre en territorio sirio.

Otro punto de fricción, sin duda, Libia, donde Rusia y Turquía se encuentran en bandos distintos. Moscú apoya las fuerzas del Ejército Nacional Libio comandado por el mariscal Jalifa Haftar –junto con Francia y Egipto- y Ankara es socio leal del Gobierno del Acuerdo Nacional que capitanea Fayez Sarraj, para cuyo auxilio ha enviado tropas y mercenarios desde hace meses. Pero el reparto del botín libio no es suficiente para quebrar la sólida alianza ruso-siria. Ambos países intentaron infructuosamente en Moscú, a instancias de Rusia, que las dos partes acordaran un alto el fuego a mediados del pasado mes de enero.

Por otra parte, la visita de Erdogan hace unos días a Ucrania parece haber molestado a los rusos. Antes de partir hacia Kiev, Erdogan repitió el discurso oficial turco de que Ankara nunca reconocería la anexión unilateral de Crimea por parte de Rusia.

Pero estas diferencias parecen difuminarse cuando los intereses comunes son mayores. No solo el acuerdo de la compra del s-400, también la construcción del gasoducto del Mar Negro que lleva gas natural desde Rusia hasta Turquía hace que las relaciones turco-rusas estén un escalón por encima de convicciones ideológicas, ya que buscan un beneficio común, donde ambas se necesitan mutuamente para tener un papel preponderante en Oriente Medio. “No necesitamos estar en confrontación con Rusia. Tenemos muchas iniciativas estratégicas con ellos, aparte de Siria”, zanjó Erdogan.

Por otra parte, La salud de las relaciones turco-estadounidenses tiene impacto directo en la amistad de Turquía con Rusia. En resumen, cuando Ankara y Washington están cerca, el apetito de Turquía por explorar los lazos con Rusia como cobertura geopolítica se contrae. Pero cuando Turquía está frustrada con Occidente, encuentra en Rusia un oído comprensivo. Está por ver cómo afectan los últimos hechos en el frente sirio y libio al dúo dinámico Erdogan-Putin.