Sudán avanza en su camino hacia la paz
El 17 de julio, el Consejo Militar de Transición -gobernante tras el golpe de Estado que derrocó al expresidente Omar al-Bashir- y la oposición civil, liderada por las Fuerzas de la Declaración de la Libertad y el Cambio (DFCF, por sus siglas en inglés), firmaron un acuerdo político por el que se instauraba un gobierno civil liderado por el primer ministro Abdalla Hamdok y un consejo de ministros formado por tecnócratas. Además, se creó el Consejo Soberano, un órgano de composición mixta entre militares y civiles que, en la práctica, es el cuerpo que ostenta la gobernanza del país africano. Con todo ello, Sudán abría una nueva etapa en su historia.
El documento constitucional también recogía un calendario de seis meses para poner fin al conflicto que lleva enfrentando a las autoridades de Jartum con los rebeldes de Kordofán del Sur y Nilo Azul -aglutinados en el Movimiento de Liberación Popular de Sudán-Norte (SPLM-N), un brazo del Movimiento de Liberación Popular de Sudán (SPLM) de Sudán del Sur- desde el año 2011. La historia del enfrentamiento se torna más compleja, si cabe, al destacar que el SPLM-N se unió a los rebeldes de Darfur -que protagonizaron una cruenta guerra entre 2003 y 2008 que dejó 300.000 muertos-, formando la alianza denominada Frente Revolucionario de Sudán (SRF, por sus siglas en inglés). En el marco del conflicto de Darfur, cabe resaltar, además, que Al-Bashir está acusado de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio por la Corte Penal Internacional (CPI). Los intereses que han motivado los enfrentamientos se pueden resumir fundamentalmente en tres: la herencia del pasado colonial británico-egipcio, donde se favorecía a los africanos árabes en detrimento de los africanos indígenas; la dimensión multicultural del país, en el que cohabitan cientos de divisiones étnicas, lingüísticas y religiosas; y los intereses económicos en torno al petróleo, a raíz de los últimos descubrimientos de yacimientos.
Con este escenario, parece complejo encontrar la solución definitiva que acabe con el conflicto abierto. El 11 de septiembre de este año, tras la instauración del gobierno civil en Sudán, se firmó en Yuba, la capital de Sudán del Sur, un acuerdo inicial en el que se presentó una hoja de ruta para las conversaciones de paz. Así, se creó un comité, se nombró a un equipo negociador y se elaboró una agenda concreta. Una vez pactado todo lo anterior, el diálogo comenzó oficialmente el 14 de octubre, con un objetivo claramente definido: lograr un acuerdo de paz definitivo antes del 14 de diciembre de 2019, la fecha marcada como límite por el documento de la transición.
Para ello, se previó la formación de comités para la liberación de los prisioneros de guerra, para el seguimiento del cese de las hostilidades y para asuntos humanitarios. También se agendó la anulación de la listas de personas con restricciones de viaje por motivos vinculados al conflicto.
Las rondas de conversaciones que comenzaron en Yuba hace justo una semana están encabezadas, por parte gubernamental, por el general Mohamed Hamdan Dagalo -conocido como Hemedti-, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés); y por parte rebelde, por Abdulaziz al-Hilu, dirigente del SPLM-N, rebautizado como SRF. Asimismo, están participando el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir -erigido como el gran mediador-, el presidente de Uganda, Yoweri Museveni; el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta; y el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, recién galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2019 por su mediación en los conflictos de la región, entre ellos, el propio Sudán durante la etapa de transición. También asisten representantes de alto rango de la Unión Africana, la Unión Europea, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto y Reino Unido.
Cabe recordar, en este punto, que la designación de Sudán del Sur como escenario acogedor de la futurible paz no es casual. “Somos las personas más cercanas a Sudán, más que nadie, más que los etíopes. Entendemos su sociedad, conocemos sus casas, sabemos dónde viven. Hablamos el mismo idioma, no necesitamos traductores y entendemos el composición de la sociedad sudanesa. De modo que podamos ofrecerles una solución práctica que pueda salvarlos”, explicó el ministro presidencial de Sudán del Sur, Mayiik Deng, cuando pusieron sobre la mesa el ofrecimiento de su territorio.
A pesar de ello, el camino no está siendo fácil. Las negociaciones se suspendieron el miércoles 16 de octubre, dos días después de haber comenzado. El SRF alegó que “solo volverían a la mesa de negociaciones cuando el Gobierno resolviera los problemas de procedimiento y liberase a los detenidos”, según informó el medio África Oriental. Otra razón que trascendió para la ruptura fue que los grupos rebeldes acusaron a las fuerzas gubernamentales de realizar bombardeos en su territorio, concretamente, en el área de las montañas Nuba, dentro de Kordofán del Sur. Para distender la situación, las Fuerzas Armadas de Sudán declararon un alto el fuego permanente en las tres zonas de conflicto activas -Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul-, lo que propició que el SRF se sentara de nuevo en la mesa del diálogo este viernes 18 de octubre.
“Hemos estado siguiendo la situación en el terreno y hemos visto que el Gobierno de Jartum hizo algunos pasos que consideramos positivos para abordar todos los problemas”, aseguró entonces el secretario general del SPLM-N, Amar Amon.
Del mismo modo, el Ejecutivo central liberó a 24 prisioneros del Ejército de Liberación de Sudán-Abdel Wahid Nur (SLA/AW), una facción rebelde que combatió contra las tropas de Jartum en el conflicto de Darfur y que no participa las rondas negociadoras.
Una vez que todas las partes han acordado relanzar las rondas de paz, ahora es el momento de iniciar discusiones sobre “cuestiones políticas, cuestiones humanitarias y arreglos de seguridad”, según ha explicado el portavoz de la delegación del Gobierno sudanés, Mohammed Hassan Alteishi.
Si bien está previsto que las negociaciones se prolonguen durante, al menos, 15 días más, a petición del SRF, es necesario destacar el riesgo de colapso. De acuerdo con el analista político Mathiang Cerelo, en declaraciones a Middle East Eye, “existen consecuencias potencialmente graves de la decisión de dividir las negociaciones en varias secciones, pues cada una de ellas tiene una dimensión étnica debido a los diferentes grupos afectados en cada región”.
Además, los sudaneses que todavía sufren las secuelas del conflicto de Darfur -muchos de ellos viven ahora en campamentos de refugiados como Camp Kalma-, aseguran que solo podrá llegar la paz a dicha región y, por ende, al resto del país, cuando Omar al-Bashir sea entregado a la CPI. También exigen la devolución de sus tierras, que fueron usurpadas por pastores árabes, entre otros, cuando se vieron forzados a abandonar sus hogares. “No aceptaremos ningún acuerdo de paz a menos que recuperemos nuestra tierra. Saldremos de este campamento solo cuando los que cometieron los crímenes sean llevados a la CPI”, asevera Amina Mohamed, residente de Camp Kalma a VOA. La ONU estima que 2,5 millones de personas se convirtieron en desplazados internos.
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