¿Cómo será Jerusalén con el plan Trump?

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Benjamin Netanyahu. Foto: EP
  • Antonio Navarro Amuedo | atalayar.com

¿Es viable el Estado palestino que prevé el ‘acuerdo del siglo’? ¿Se avendrán los palestinos a negociarlo? ¿Aceptará Israel renunciar a tierras en el sur del país a cambio de la anexión de zonas cisjordanas? ¿Cómo será la ciudad tres veces santa con el llamado ‘acuerdo del siglo? El documento concebido en la Casa Blanca y presentado este martes, que para unos nace muerto y para otros es un buen punto de partida para relanzar el proceso de paz en Tierra Santa –no ha contado con participación oficial palestina en su elaboración-, se aferra aún a la posibilidad de crear un Estado palestino soberano. Según el texto de 181 páginas lo que quedaría de Cisjordania estaría ya enteramente rodeada de territorio israelí.

Para compensar la pérdida de territorio palestina según las fronteras de 1967, habría un intercambio de tierras: Tel Aviv se anexionaría zonas de Cisjordania, incluido el valle del Jordán, y tendría que corresponder entregando suelo en el desierto del Néguev. Además, el plan de Trump y su yerno Jared Kushner prevé dar un fuerte impulso económico al país naciente con una inversión millonaria (hasta 50.000 millones de dólares confía la Administración Trump en reunir). Y Jerusalén. Siempre Jerusalén. 

Oh Jerusalén

“Jerusalén es una ciudad que debe reunir a gente de todas las fes para que la visiten, recen, se respeten los unos a los otros y aprecien la majestad de la historia y la gloria de la creación de Dios”, asegura el ‘plan del siglo’. La ciudad tres veces santa es, como tantas veces en la historia, incluida la del conflicto palestino-israelí, centro del problema. Para ambos bandos del conflicto la ciudad es su capital indivisible. No parece que, a tenor del plan de paz de la Casa Blanca y los hechos sobre el terreno, en esta ocasión Jerusalén vaya a ser parte de la solución.

Varias han sido las ocasiones -y con contundencia- en las que el presidente estadounidense o miembros de su Administración han expresado su deseo de que Jerusalén sea la capital “indivisible” del Estado de Israel (Para los cristianos evangélicos, parte del apoyo electoral de Trump, el fin del mundo no se producirá sin que antes se haya producido el regreso de los judíos del mundo a la Tierra Prometida, lo que explica su fervor por el Estado de Israel). Así, poniendo énfasis vocal en el adjetivo ‘indivisible’, lo hizo Trump ante el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en Washington este martes. En 2017, la Administración Trump declaró a Jerusalén “capital soberana” de Israel y trasladó allí la Embajada estadounidense. Abbas le dijo a Trump entonces que “Jerusalén no está a la venta”.

Una realidad, la de que Jerusalén no será dividida, que no se compadece con la defensa en el documento de que la capital del Estado palestino se sitúe en Jerusalén Este bajo la denominación ‘Al Quds’ –que en árabe significa literalmente ‘la sagrada’. O como el Estado de Palestina quiera, se concede en el texto-. Una contradicción.

Pero una preposición nos da la pista del diseño de Jerusalén y su entorno asumido en el plan. Una capital ‘en’ Jerusalén Este, que no es lo mismo que Jerusalén Este vaya a convertirse en la capital de Palestina según las fronteras de 1967. “La capital soberana del Estado de Palestina debe estar en la sección de Jerusalén Este situada en zonas al este y al norte de la barrera de seguridad, incluidos Kafr Aqab, la parte oriental de Shuafat y Abu Dis (….)”.

Palestina, capital Abu Dis

Por tanto, a lo máximo que podrían aspirar a los palestinos es trasladar su capitalidad y sede de sus instituciones a la periferia de Jerusalén Este. Al Qods estaría constituida por poblaciones cisjordanas que Israel se anexionó en 1980 con la Ley de Jerusalén. Todo apunta a que la capital palestina será el distrito de Abu Dis. Lejos pues de la Ciudad Vieja y los lugares sagrados, que seguirían bajo soberanía exclusiva del Estado de Israel.

El alcalde de Abu Dis, Abu Hilal, ya se ha apresurado en rechazar el plan, en declaraciones al diario británico The Guardian: “Nunca seremos Jerusalén”. Ni el mismo Israel considera el municipio como parte de su Jerusalén indivisible. El plan de Trump rescata una idea de los años 90 que contemplaba que el suburbio fuera, de manera interina, sede de las instituciones palestinas hasta que se culminara el proceso de paz.

El ‘plan del siglo’ contempla que los residentes árabes de Jerusalén en zonas situadas más allá a las líneas del armisticio de 1949 pero a este lado del muro “elijan una de las tres opciones” siguientes: convertirse en ciudadanos del Estado de Israel, ciudadanos del Estado de Palestina o mantener su estatus como residentes permanentes en Israel. El documento recuerda que “con el paso de los años, algunos residentes árabes de estas zonas (aproximadamente el 6%) han elegido convertirse en ciudadanos de Israel, y esa opción debe seguir estando disponible a los residentes árabes de estas zonas en el futuro.

El estatus de Jerusalén

Según la resolución 181 de Naciones Unidas de 1949, Jerusalén tendría que haber sido desmilitarizada y estado controlada por la ONU hasta la celebración de un referéndum. Algo que nunca ha ocurrido. En 1980 Israel aprobó la Ley de Jerusalén, que definía todo el territorio de la ciudad, incluida Jerusalén Este, como su capital indivisible. Con la resolución 478, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas declaró nula dicha anexión.

Hace poco más de tres años, el 23 de diciembre de 2016, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas reiteraba en su Resolución 2334 que Jerusalén Este es “territorio ocupado”. Tras la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel se anexionó esta parte de la urbe, incluida la Ciudad Vieja, hasta entonces bajo administración jordana.

El plan de Trump contempla que Israel “continúe salvaguardando los lugares sagrados de Jerusalén y garantice la libertad de culto”. Además, el proyecto propone que el ‘status quo’ en la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo se mantenga. El ‘status quo’ establece que los judíos no pueden acceder a la Explanada para rezar pero sí visitar la zona donde se ubicaron el Primer y Segundo Templo. Oficialmente el recinto está bajo custodia de Jordania, pero está controlado por Tel Aviv desde la Guerra de los Seis Días.

Todo apunta a que la realidad de Jerusalén distará poco de la actual en los próximos años. Según datos del Jerusalem Post, a finales de 2015 la ciudad según las fronteras administrativas establecidas por Israel, tenía 865.000 residentes, de los cuales el 63%, 528.700 eran judíos y el 37%, 323.000, árabes (siendo el 95% musulmanes y el 5% cristianos).

Queda por ver si los palestinos se avendrán ahora a sentarse a la mesa de negociaciones o no y si Israel tiene intención de asumir el plan a pesar del aparente entusiasmo del primer ministro Benjamin Netanyahu, acorralado por varias imputaciones por corrupción y a solo cuatro semanas de las nuevas elecciones al Parlamento o Knéset.

En lo que tal vez coincidan palestinos e israelíes -y más allá de sus fronteras- de entre las afirmaciones del presidente estadounidense esta semana es en que podemos estar ante “la última oportunidad” de intentar resolver el problema. Una de las grandes tragedias del siglo XX en cuyo centro se encuentra la ciudad tres veces santa. 

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