Al-Baghdadi, de ‘califa’ sanguinario a fugitivo internacional
Abu Bakr al-Baghdadi es su alias de guerra, el que le ha convertido en el hombre más perseguido del mundo por su liderazgo del autodenominado Estado Islámico, una despiadada máquina de terror que engrasa la interpretación más radical del Corán. Sin embargo, su identidad real es la de Ibrahim Awad Ibrahim al Badri, nacido en 1971 en un barrio de Samarra, una ciudad en la ribera del Tigris, en su día capital del califato abasí, a unos 120 kilómetros al norte de Bagdad.
Doctorado en estudios islámicos por la universidad de Bagdad, Al-Baghdadi comenzó a interesarse por la yihad tras la intervención norteamericana en el derrocamiento del dictador Sadam Husein en 2003. Llegó a estar detenido casi un año por las fuerzas estadounidenses en Camp Bucca, lo que permitió a Al-Bagdadi entrar en contacto con generales de Sadam, también detenidos. Un militar norteamericano relató a la CNN que cuando Al-Bagdadi fue de nuevo puesto en libertad, se despidió de él en inglés con un irónico «nos vemos en Nueva York».
Al-Baghdadi alcanzó la jefatura del Estado Islámico después de que esta organización rompiera con Al Qaeda por discrepancias con el liderazgo de Aymán al-Zawahiri, sucesor de Bin Laden. El 29 de junio de 2014 fue proclamado califa de un ‘Estado Islámico’ imaginario que ha llegado a controlar muchas hectáreas en Irak y Siria gracias a un ejército de miles de combatientes fanatizados, sin escrúpulo alguno por el respeto a la vida humana. Impuso de inmediato la sharía como credo de su política y no solo las mujeres, sino hasta los maniquíes de las tiendas, tuvieron que cubrir su rostro.
Hoy, el territorio del califato de Al-Bagdadi cada día es más reducido gracias al avance de las fuerzas internacionales que le combaten. Sus dos ciudades emblemáticas (Mosul en Irak y Raqqa en Siria) están prácticamente perdidas para las huestes de la organización criminal y Al-Bagdadi permanece huido de ellas. Varias han sido las informaciones que meses atrás han apuntado a que ya hubiera resultado herido en operaciones militares de la coalición internacional contra sus terroristas.
Más que un califa, Al-Bagdadi es desde hace meses un fugitivo. Preocupado por que alguno de los que le rodean no cedan a la tentación de la recompensa que ofrece Estados Unidos por llevarle ante la Justicia: 25 millones de dólares.
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