Internacional

Bachar al-Asad afianza su liderazgo en Siria ante una oposición incapaz de organizarse

Siria se adentra ya en su décimo año de conflicto, una guerra que deja cifras desgarradoras: más de 387.000 muertos según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), 5,6 millones de refugiados en el extranjero y alrededor de 6,7 millones de desplazados internos según recoge Naciones Unidas (ONU). En total 38 ataques con armas químicas, según la ONU, 32 de los cuales se atribuyen al régimen. Uno de estos ataques provocó unos 1.400 muertos en 2013, traspasando la famosa “línea roja” del expresidente estadounidense Barack Obama, pero que finalmente no tomó ninguna represalia.

El conflicto lejos de terminar, parece que se eternice en el tiempo, la mayoría de las potencias internacionales ya han asumido la firmeza de Bachar al-Asad de quedarse en el poder, a cualquier precio. Y la oposición siria, mal organizada y con poco peso político, poco ha podido hacer durante estos últimos años para poder presentarse como una opción creíble al régimen.

Desde que comenzara la guerra civil en Siria la oposición no ha sido capaz de mostrar un frente común unido para combatir al eterno presidente Bachar al-Asad. A medida que los enfrentamientos entre opositores al régimen y las fuerzas gubernamentales se volvían cada vez más frecuentes, los grupos opositores comenzaron a organizarse. Todos aquellos grupos que reclamaban la dimisión de Bachar al-Asad y la caída del régimen baazista se reunieron en junio de 2011 en Estambul (Turquía) y formaron en octubre el Consejo Nacional Sirio (CNS) con el objetivo de unir o al menos coordinar las fuerzas que resistían en el interior del país con las organizaciones opositoras sirias en el extranjero.

En esa reunión estuvieron presente una amplia gama de disidentes: desde los Hermanos Musulmanes, desterrados en Siria, pasando por intelectuales, periodistas y figuras de la oposición que exigían reformas democráticas, hasta tribus y jóvenes activistas.

Ya desde un inicio se puede observar que se trata de una oposición con un carácter bastante heterogéneo por lo que establecer un liderazgo unificado resulta difícil, lo que se convierte en un problema a la hora de presentar una alternativa al régimen de cara a la comunidad internacional.

En definitiva, a finales del 2011 existen por lo tanto dos importantes grupos opositores, por un lado, encontramos al régimen el Consejo Nacional Sirio (CNS), que combina a miembros de la de Declaración de Damasco, miembros del partido de los Hermanos Musulmanes, los Comités de Coordinación Local y varios partidos kurdos, además principios de diciembre decidieron aliarse en un frente político con el Ejército Libre de Siria.

Por otro lado, encontramos el Comité Nacional por el Cambio Democrático (CNCD), que reúne a veteranos disidentes del régimen y activistas jóvenes, y que se caracteriza por una tendencia izquierdista y además rechaza la idea de una intervención extranjera en el país. Estos dos grandes grupos opositores decidieron unir sus fuerzas contra al-Asad en un pacto firmado en diciembre de ese mismo año en El Cairo, con el fin de convertirse en una alternativa sólida en caso de una transición en el país, asimismo en el pacto se recoge el rechazo de toda intervención militar extranjera y la caída del régimen para que se pueda producir dicha transición.

La irrupción del yihadismo en 2014 provoca un cambio de paradigma en la contienda a nivel internacional que provoca un giro en los intereses de las diferentes potencias inmersas en el conflicto. La prioridad en Siria ya no es derrocar al dictador Bachar al-Asad sino frenar el avance yihadista, sobre todo el de Daesh.

Pero la oposición en el exilio no se rinde. Bajo el patrocinio de Arabia Saudí, a finales de 2015 se creó el Comité de Altas Negociaciones (HCN) y se formaron otras coaliciones: el «Grupo de El Cairo» o el «Grupo de Moscú». En 2017 estos tres grupos unen fuerzas para formar una delegación única para las negociaciones con el régimen. Pero la situación en el terreno es cada vez más contraria para los grupos rebeldes, que van perdiendo el control del territorio y el apoyo de las fuerzas internacionales, que asumen la supremacía militar del régimen apoyado por Rusia e Irán.

Como consecuencia de las derrotar militares, las negociaciones de Ginebra se vieron ensombrecidas por el llamado proceso de Astana, establecido por Moscú y Teherán. En la actualidad las negociaciones entre la oposición y el régimen bajo el auspicio de la ONU se reducen al trabajo de un comité constitucional, que parece condenado un callejón sin salida.

Siria, se encuentra en una situación aún peor, que antes de la llamada Primavera Árabe, con una figura de Bachar al-Asad que ha salido reforzada de este conflicto, con el apoyo incondicional de Rusia e Irán. Asimismo, encontramos una oposición incapaz de unificar sus filas y presentar una alternativa creíble al régimen. Todo esto repercute de forma directa en la población civil, que sufre los estragos de una guerra que se eterniza, una crisis económica acuciante, que provoca el continuo desplazamiento de ciudadanos sirios hacia otros territorios.