Reconstruyen la vida de un mandatario maya gracias a su tumba y su esqueleto
La Universidad de California ha conseguido reconstruir lo que pudo ser la vida de un mandatario maya del siglo VIII d.C. en el sitio arqueológico de El Palmar en México. Gracias al descubrimiento de su tumba, junto a un gran ajuar funerario, y de su esqueleto, que contenía inscripciones, ha sido posible determinar cómo pudo vivir este hombre al que se le conocía como Ajpach’Waal.
Según el estudio, el hombre, un importante dignatario maya, participó en misiones diplomáticas con ciudades vecinas, y mantenía el título de lakam, una especie de diplomático o abanderado de la ciudad que se encargaba de llevar el estandarte en las comitivas reales.
Inscripciones en su tumba
Las inscripciones encontradas junto a su tumba revelan que podría ser una persona que mantenía gran lujo y riquezas. Según los glifos que llevan a la plataforma donde se encuentra el esqueleto, este sujeto fue muy importante al participar con éxito en una misión diplomática para forjar una alianza entre varias ciudades. Concretamente las de Copán y Caakmul.
Junto a esta plataforma, se encontró un templo donde se encuentra la tumba intacta del que podría ser Ajpach’Waal. Dentro de esta tumba, el esqueleto se ha mantenido realmente bien y ha permitido a los responsables de la investigación conocer mucho más sobre la vida de este noble maya.
Se sabe que tenía buena posición, o al menos la tuvo en determinados momentos de su vida, ya que se aprecian implantes de pirita y jade en sus dientes, dos piedras preciosas al alcance de muy pocos en la época en la que vivió. Esto revela que mantenía una alta posición social.
Además, tenía una modificación en el cráneo que se practicaba a los nobles de más alto nivel para embellecer sus rasgos. Esta modificación consistía en un moldeado de la parte posterior de la cabeza para que fuera más plana.
Examen del esqueleto
A pesar de que todo lo encontrado en su tumba da pie a pensar a los investigadores que este hombre gozó de una posición alta y un estatus elevado dentro del mundo maya, el examen realizado en el esqueleto también desvela que no tuvo una vida fácil.
Este examen desvela que murió entre los 35 y 50 años de edad, que padeció varias enfermedades a lo largo de su vida y que esto le causó varias infecciones, pérdida de varios dientes, artrosis en varias extremidades y deficiencias alimentarias que, seguramente, acabaron por apartarle de su labor diplomática.
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