Historia

La pedrada que mató a Enrique I de Castilla

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Enrique I de Castilla

El fugaz reinado del joven Enrique I de Castilla se truncó de la forma más absurda en impensable que se puede imaginar. El décimo hijo de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet, accedió al trono tras la muerte de sus hermanos varones a la edad de 10 años. Un joven rey, que tuvo un fatal desenlace.

Rey joven

Enrique I de Castilla nació en Valladolid en el año 1204. Cuando tenía diez años de edad, su padre Alfonso moría y un año después, en el 1211, su hermano Fernando, heredero al trono, fallecía tras contraer una enfermedad después de una campaña militar.

Fue entonces cuando Enrique tuvo que hacerse cargo del trono de Castilla, algo que con su edad, se convirtió en una regencia que ostentó, primero su madre Leonor y después, tras la muerte de la regente unas semanas después, en su hermana Berenguela.

La hermana mayor de Enrique era la persona perfecta para ejercer de cuidadora del menor. Era reina de León, tenía 34 años y tenía experiencia en el cuidado de hijos ya tenía cuatro mayores que el propio Enrique I de Castilla.

Aunque durante esta época, la Casa de Lara se convirtió en un escollo para la familia real ya que no querían que Berenguela se hiciera cargo del joven rey.

Una muerte inesperada

El 26 de mayo de 1217, Enrique I de Castilla tenía trece años. Ese día, el rey estaba jugando en los aledaños del Palacio episcopal de Palencia junto a otros niños de su edad. La mala fortuna quiso que una piedra desprendida de una de las torres impactara directamente con la cabeza del monarca que quedó inconsciente.

Con él estaba Álvaro de Lara. Este intentó tapar todo lo posible lo sucedido y mandó a los médicos que intentaran salvar al rey. Los médicos realizaron una intervención para tratar de quitar el coágulo que se había formado en la cabeza de Enrique, pero no consiguieron salvar la vida del monarca que falleció el 6 de junio de ese 1217.

Los restos fueron trasladados hasta el castillo de Tariego, en total secreto por parte de Álvaro de Lara que pretendía mantener todos sus privilegios en la corona.

Cuando la hermana de Enrique I de Castilla se enteró de la suerte de su hermano pequeño, se declaró reina de Castilla y poco después pasaría el poder a manos de su hijo, Fernando III. El nuevo rey ordenó que su tío Enrique fuera trasladado a Burgos para ser finalmente enterrado.

 

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