Historia
Leonardo Da Vinci

Leonardo Da Vinci, el genio que llevaba consigo máquinas del futuro absolutamente increíbles para su época

La imagen que todos tenemos de Leonardo da Vinci suele reducirse, casi sin querer, al pintor de la Mona Lisa y La Última Cena. Un genio artístico de la pintura, aunque cuando uno se detiene a revisar lo que ocurrió tras su muerte en 1519, esa idea se desmonta por completo. Fue entonces, al abrir los cuadernos que había guardado celosamente durante décadas, cuando salieron a la luz cientos de bocetos, esquemas y anotaciones que no sólo ampliaron nuestra visión de él, sino que la transformaron por completo. De pronto, aparecía un artista que parecía vivir adelantado varios siglos.

En esos cuadernos ocultos de Da Vinci, se revelaron máquinas que nadie podía imaginar en pleno Renacimiento y entre las que están helicópteros, vehículos automóviles, equipos de buceo, mecanismos hidráulicos y artefactos bélicos que anticipaban, de una forma sorprendentemente precisa, conceptos que no se harían realidad hasta mucho después. Y lo más llamativo quizá no fue la imaginación, sino el método. Además de dibujar, Leonardo analizaba fuerzas, tensiones, dinámica de fluidos y anatomía con una precisión impropia del siglo XV.

Y lo más curioso de todo, es que gran parte de estos documentos estaban escritos en espejo, como si quisiera proteger sus ideas de ojos ajenos. Ese secretismo hizo que sólo después de su muerte empezara a reconstruirse su verdadero alcance. El mundo descubrió entonces a un inventor capaz de combinar arte, ingeniería y ciencia con una visión casi futurista.

Los cuadernos que cambiaron la imagen de Leonardo Da Vinci

Los estudiosos coinciden en que la clave está en la enorme colección que dejó atrás, especialmente el Códice Atlántico, el conjunto más extenso que se conserva, con más de 1.700 dibujos. En esas páginas aparece un Da Vinci menos conocido: inquieto, técnico, obsesionado por entender las leyes de la naturaleza. Sus anotaciones van desde cómo funcionaba el vuelo de los pájaros hasta métodos para construir puentes rápidos en plena batalla.

Un ejemplo revelador es la carta que envió a Ludovico Sforza, señor de Milán, para solicitar empleo. En ella, Leonardo apenas menciona su talento artístico. Lo que ofrece son puentes ligeros, máquinas bélicas, instrumentos hidráulicos y demostraciones prácticas de todo ello. De los doce puntos que recoge la misiva, nueve son ingenieriles, la mayoría relacionados con la guerra. Quería ser útil, y sabía que en aquella Italia fragmentada y en conflicto constante, lo útil no eran los frescos, sino las soluciones técnicas.

El ingeniero militar que imaginó armas imposibles para su tiempo

Entre sus invenciones destacan algunas que parecen directamente sacadas de la ciencia ficción de su época. Su famoso vehículo blindado, considerado por muchos como el primer tanque conceptual de la historia, incluía cañones y un sistema de ruedas diseñado para dificultar ataques. No llegó a construirse por problemas de maniobrabilidad, pero mostraba una comprensión adelantada de la protección en combate.

También diseñó la llamada batería de 33 cañones, dispuestos en tres niveles para agilizar la recarga, así como máquinas terrestres equipadas con guadañas y enormes ballestas capaces de derribar murallas. Pero no sólo eso, sus propuestas iban desde cañones giratorios, capaces de disparar en múltiples direcciones,  hasta puentes desmontables que se podían cargar con facilidad y recolocar en cuestión de minutos. Eran ideas que pretendían ofrecer ventajas estratégicas reales, aunque muchas no pasaron del papel por la falta de tecnología o materiales adecuados.

Inventos para el día a día y mecanismos adelantados al pensamiento industrial

Pese a que gran parte de su obra técnica respondía a necesidades bélicas, Leonardo también dedicó tiempo a proyectos pensados para mejorar la vida cotidiana. Entre ellos destacan las sierras automáticas, grúas giratorias o sistemas de transmisión por engranajes que recuerdan a los mecanismos que siglos más tarde serían comunes en la Revolución Industrial.

Durante su estancia en Roma, incluso ideó un método para calentar agua utilizando lentes cóncavas, una especie de aprovechamiento energético sorprendentemente moderno. También trabajó en prototipos de máquinas autónomas, como vehículos autopropulsados que usaban muelles y engranajes similares a los relojes de cuerda. Y aunque algunos artesanos temían que ciertas máquinas redujeran la necesidad de mano de obra, Leonardo concebía la tecnología como una aliada, no como una amenaza.

Las máquinas que parecían imposibles

Si hay un terreno donde Leonardo permitió que su imaginación se moviera sin límites, fue el del vuelo. Su ornitóptero, quizá su diseño más emblemático, buscaba reproducir el movimiento de las alas de un ave. Nunca llegó a funcionar, pero el nivel de detalle en el estudio de la anatomía del vuelo sigue sorprendiendo a los ingenieros actuales.

También ideó un paracaídas piramidal, un diseño que siglos más tarde se comprobó que podría haber funcionado. Y en una línea totalmente distinta, creó un traje de buceo pensado inicialmente para operaciones militares en Venecia. Incluía tubos de respiración y elementos estancos, anticipando conceptos que no se generalizarían hasta el siglo XX.

Lo más intrigante es que casi ninguna de estas ideas se dieron a conocer hasta después de su muerte. Leonardo parecía preferir un trabajo íntimo, reservado, como si supiera que su entorno no estaba preparado para comprender ese avance. Por eso escribió en espejo, por eso guardó sus cuadernos, y por eso tantas de sus propuestas se conocieron demasiado tarde para influir directamente en su siglo.