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Las anécdotas del primer tren de España: un viaje al futuro

La llegada del primer tren a España en 1848 marcó un hito en la historia del transporte y la movilidad en el país.

Historia del ferrocarril en España

El primer tren de la historia

Evolución del tren a lo largo de la historia

  • Francisco María
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El primer tren de España peninsular se inauguró hace 176 años, cuando hizo su recorrido, partiendo de Barcelona hacia Mataró un 28 de octubre de 1848. Este primer trayecto marcó un antes y un después en la historia ferroviaria española, al dibujar una nueva concepción del viaje, reduciendo tiempos y acercando lugares.

Este nuevo y revolucionario medio de transporte, sin embargo, ya se había estrenado hace casi una década, cuando se puso en marcha el tramo La Habana-Güines, en Cuba, en 1837. Como la isla aún pertenecía a la Corona española, se le considera al cubano como el primigenio tren español. Esta es sólo una de las tantas anécdotas del primer tren de España.

Las anécdotas del primer tren de España

El primer tren construido en España

En 1837 entró en funcionamiento la línea ferroviaria que unía La Habana y Güines, con una distancia de 23 kilómetros, en las posesiones españolas de ultramar. En aquellos años, el mataroní Miquel Biada se encontraba en la isla caribeña, ya que también participaría en el proyecto.

Una iniciativa personal de Miquel Biada

Tras regresar en España en 1840, a Miquel Biada se le ocurre la idea de unir con una vía ferroviaria a su localidad natal, Mataró, con Barcelona e, incluso, con la frontera francesa.

En un principio, el proyecto parecía inviable por la inestabilidad política y económica del país, pero Biada no se dio por vencido. Para lograr su objetivo se unió a cuatro inversores y contacta con Josep María Roca, un financiero catalán establecido en Londres.

Tras convencer a un grupo de empresarios británicos, Josep María Roca y el resto de inversionistas crean la “Compañía del Camino de Hierro” obteniendo así la concesión del Gobierno español para construirla. Pese a la retirada de algunos inversionistas ingleses y la falta de apoyo económico del Estado, el proyecto siguió adelante hasta su puesta en marcha.

Lamentablemente, Miquel Biada falleció antes de ver concluida la primera línea ferroviaria de la España Peninsular, pero sentó las bases de la industria a nivel nacional.

El ferrocarril que unía Barcelona con Mataró: un hito histórico

En 1848 finalmente se construyó el primer ferrocarril en la España peninsular. El proyecto unió, a través de 28 kilómetros de vías, las localidades de Barcelona y Mataró, dejando atrás los tediosos viajes en carruajes tirados por caballos que sólo las personas adineradas podían permitirse.

La línea pasaría por varias ciudades costeras, entre las que se incluye Montgat, El Masnou, Ocata, Premià y Vilassar. De esta manera se construyeron las dos primeras estaciones de tren de la Península. La de Barcelona estaba situada cerca de la actual Estación de Francia y fue construida por Martí Audinis y Domènec Tomàs. Por su parte, el edificio de la estación de Mataró se encontraba cerca de la playa y fue construido por Josep Forns.

La inauguración reunió a más de 900 pasajeros

El día de la inauguración del primer ferrocarril de la península, ambas estaciones ferroviarias reunieron a una gran cantidad de ciudadanos curiosos, incluso por encima de los 900 pasajeros que tenían previsto viajar en esa locomotora para no perderse ese hito histórico. La locomotora que emprendió el primer viaje fue bendecida in situ por las autoridades eclesiásticas.

La comodidad de los trayectos en tren trajo un sinnúmero de beneficios para todas las localidades, Sin embargo y principalmente para Maresme, una ciudad costera en crecimiento que comenzó a recibir a la burguesía catalana con objetivos recreacionales, donde gastaban su dinero.

El primer tren, pero no el primer intento

Antes de que se inaugurara el primer tren en España, hubo dos intentos anteriores para traer un ferrocarril que fracasaron. El primero tuvo lugar en 1829, y tenía como propósito unir Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María para facilitar la exportación de vinos de la comarca jerezana, transportando la mercancía en ferrocarril hasta el muelle sobre el río Guadalete.

El segundo intento fue en 1843 y uniría las ciudades de Reus y Tarragona, pero tampoco se pudo llevar a cabo por no contar con suficientes inversores. Finalmente, a partir de 1845, se comenzó a trabajar formalmente en el proyecto que uniría a Barcelona con la principal ciudad del Maresme.

Los pasajeros asombrados

Los primeros pasajeros del tren vivieron una experiencia singular. A medida que el tren aceleraba, los viajeros se maravillaban con la velocidad a la que se desplazaban, algo inaudito en una época donde los carruajes tirados por caballos dominaban el paisaje. Un relato cuenta que un grupo de mujeres, vestidas con sus mejores trajes de la época, gritaban de emoción al sentir la brisa y la rapidez. Sin embargo, otra anécdota menciona a un anciano que, aterrado por el estruendo y el movimiento, se desmayó al subir a bordo.

Las primeras quejas

A pesar del entusiasmo, no todo fue alegría. Algunos ciudadanos se mostraron escépticos y preocupados por la llegada del tren. Existía el temor de que el humo y el ruido del vapor ahuyentaran a los animales y perturbaran la paz del campo. Se cuenta que un grupo de campesinos se organizó para protestar, sosteniendo pancartas que decían «¡El tren es el fin de nuestros días tranquilos!».

Sin embargo, con el tiempo, estos temores se disiparon a medida que la población comenzó a disfrutar de las ventajas que ofrecía el nuevo medio de transporte.

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