España
Juicio al 'procés'

Violencia unilateral, etiología del insulto, brazos en alto y el inenarrable papel de los abogados

Las defensas de algunos de los líderes independentistas catalanes sentados en el banquillo no está saliendo muy favorecidas de sus interrogatorios a los testigos citados por Fiscalía y Abogacía del Estado.

Que hubiese ciertos grupos aislados de gente con las manos en alto, grabando con sus móviles a los efectivos policiales y entonando cánticos no significa que otros tantos no hostigasen, golpeasen, insultasen y amenazasen a los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional que actuaron defendiendo al Estado. Si algo meritorio ha de reconocerse en esta causa a ciertos letrados es su manifiesto e incansable empeño por hacer de la parte el todo en los interrogatorios y presentar, como únicas, fracciones de los hechos ocurridos que están siendo enjuiciados. La técnica no es que resulte especialmente eficaz a los intereses de los acusados, más bien al contrario, pero nos asoma a un papel inenarrable de los abogados.

Lo que ocurrió aquel otoño aciago de 2017 en Cataluña se silenció como si no hubiese pasado nada, pero en la sala está aflorando con todo lujo de detalles. Y es, en buena medida, gracias los testigos que lo protagonizaron. Guardias civiles y policías nacionales se están encargando de verbalizar a qué tuvieron que enfrentarse. Insultos, amenazas y escraches fueron la tónica general. Patadas «en las espinillas», cabezazos «en la ceja», arañazos «en la espalda» y puñetazos «en la boca» es el detalle pormenorizado de los ataques sufridos en sus diferentes intervenciones de orden público e incluso cuando, finalizadas éstas, paseaban de paisano.

Uno de los guardias civiles narra cómo una doctora no quiso atenderle inicialmente por las lesiones que sufrió

Hasta tal punto era hostil el escenario en el que se encontraron que uno de ellos -lesionado el 1-O mientras intentaba apartar a los vecinos que les impedían acceder a un local electoral donde había acudido con su pelotón- ha denunciado cómo una doctora se negó «en una primera instancia» a atenderlos. El abogado de Oriol Junqueras y Raül Romeva, André Van den Eynde, pregunta en dos ocasiones: «¿Por qué no hay constancia de tumefacciones o hematomas en sus partes médicos?». Ambos interrogados dejan entrever, entonces, que hubo algunos problemas en la consulta que podrían explicarlo. «La doctora que nos atendió no quiso valorarnos mucho», dice el primero; «y así se reflejó en diligencias. Llamaron al director del centro, hablo con ella y al final nos atendió», añade su compañero.

Pese a la perseverancia de Van den Eynde buena parte de los 27 agentes a los que ha escuchado el tribunal, evidencian que la violencia fue unilateral. No vieron a ningún compañero golpear con el material de dotación, la defensa más concretamente, a los concentrados, ni con los puños cerrados. «¿Está usted seguro? ¿Ha visto los vídeos?», incide. «No necesito verlos porque lo viví», responde el testigo. No hay más preguntas, señoría.

También han minimizado los cánticos pacíficos de los manifestantes y sus brazos en alto. «¿Había gente con las manos levantadas en el aire ?», pregunta una letrada. «Más sobre nosotros que sobre el aire» replica uno de los guardias. «Había sí, y mientras me daban patadas por debajo», apostilla otro. «¿Recuerda usted si la gente recitaba:’votaremos, votaremos, somos gente de paz’ o ‘no violencia’?», vuelve a incidir. «Pero también otras cosas» sin profundizar más allá en «la etiología de los insultos» que diría Jordi Pina.

Como si el hecho de gritar consignas pacíficas, en catalán, eximiese de culpa a los violentos. Como si los simulacros de ambiente festivo y amable pudiesen tapar los actos de intimidación y acoso que se produjeron en paralelo. Como si repetir que «votar no es delito», que no lo es, hiciese dejar de serlo a los atentados contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Y los mossos mientras…

El juicio comenzaba este jueves con la declaración del comisario de los Mossos, Joan Carles Molinero, jefe de la Comisaría Superior de Coordinación Territorial de Cataluña durante los días 20S y el 1-O y uno de los hombres de confianza del mayor Trapero. Junto a él participó en la reunión celebrada en el Palau de la Generalitat, el 28 de septiembre de 2017, cuando los mandos de la policía autonómica, presuntamente, alertaron al entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, del riesgo de altercados violentos si se mantenía la convocatoria del referéndum ilegal y le instaron a cumplir con el mandato judicial que prohibía llevarlo a cabo.

Avisaron de que la presencia en la vía pública de 3 millones de personas movilizadas, de forma permanente, junto al despliegue policial ordenado por el TSJC «posiblemente acabaría produciendo enfrentamientos entre la fuerza policial y los ciudadanos en los colegios». Algo que se veía de forma «preocupante» por los altos mandos de la policía autonómica ya que iban a confluir «dos voluntades distintas en la calle». Trapero temió, incluso, que pudiese acontecer «una desgracia importante», así que valoraron desvincularse públicamente del Govern, en rueda de prensa, y «explicar a los ciudadanos cuál sería su comportamiento» el 1-O. El caso es que no lo hicieron.

Molinero se ha sumado a la versión de sus antiguos compañeros del Cuerpo, también, al señalar que el coronel Diego Pérez de los Cobos, coordinador policial del operativo diseñado, conocía y aceptó el dispositivo del cuerpo autonómico basado en «binomios» de agentes para evitar que se celebrase la consulta ilegal. Esos mismos mossos que durante las intervención de los agentes de la Guardia Civil permanecieron «en actitud pasiva» y que a su llegada a los colegios, ya ocupados, la mañana del 1 de octubre prefirieron interpretar a favor de parte la actividad que se desarrollaba en el interior de los mismos. Como no había urnas y no se veía material electoral, ni nada similar por ninguna parte, pensaron que aquello «no tenía nada que ver con el referéndum», es decir, in dubio pro reo para los concentrados.

El comisario de los Mossos Juan Carlos Molinero ratifica al mayor Trapero y su segundo, Ferrán López, en sus declaraciones contrarias a la del coronel De los Cobos

El comisario defiende a ultranza que el dispositivo entre los tres cuerpos -«coordinado y dirigido» por De los Cobos- era único y conjunto. Ferrán López no les trasladó «en ningún momento» que en las reuniones de coordinación con el coronel de la Guardia Civil se pusiera nunca «en entredicho» a los Mossos. Estaba todo pactado. En este punto discrepan las versiones. Que alguien está faltando a la verdad, a estas alturas, está claro. Como el tribunal no ha admitido, por el momento, el careo planteado entre Ferrán López y De los Cobos, tendremos que esperar al avance de las pruebas y qué deciden más adelante los siete magistrados, para averiguarlo.

Sea como fuere, los agentes de los Mossos están en el punto mira. O no actuaron: «En el caso de que vosotros intervengáis, nosotros nos apartamos», subrayan los guardias civiles que hoy testificaron; o, si lo hicieron, fue para interferir en el desarrollo de las actuaciones de los agentes policiales empleados en el cumplimiento del mandato judicial que les compelía a entrar en los centros de votación e incautar los efectos que estaban siendo utilizados. Tanto Ferrán López como Molinero están siendo investigados, junto al resto de la Prefectura de Mossos, en un juzgado de Cornellá (Barcelona) por la presunta pasividad del Cuerpo el 1-O.