La orden de Interior a la Policía en Ceuta: «Ni un porrazo delante de las cámaras»

inmigrantes Ceuta
Un guardia civil junto al espigón de El Tarajal.
Carlos Cuesta

El Ministerio de Fernando Grande-Marlaska ha estado muy pendiente de las fotos y vídeos que han salido en prensa estos días en plena oleada de inmigrantes ilegales en Ceuta. Tan pendiente, que la orden que se trasladó a los agentes desplazados que tuvieron que vérselas con una entrada sin control de 10.000 personas fue la siguiente: “Ni un porrazo delante de las cámaras”.

El resto ya era cosa de los policías presentes que, de hecho, han denunciado que la estrategia brilló por su ausencia: ni una orden de fondo del Ministerio sobre cómo lidiar con el caos de toda la semana. Los propios agentes reconocen: “Menos mal que se desplegó al Ejército”.

«Se nos insistió en que no querían una foto con porrazos. Que las defensas las debíamos limitar cuando estuviesen las cámaras delante», señala una fuente policial a OKDIARIO. Las defensas es el término que utilizan los UIP (antidisturbios) para referirse al material y, en especial, a la porra que portan como principal herramienta de contención de desórdenes públicos.

Y es que, efectivamente, como confirman otras fuentes policiales, la labor del Ministerio consistió en eludir responsabilidades políticas, mucho más que en preocuparse por la eficacia de los medios empleados y por la propia protección de los agentes.

“Hubiese sido muy complicado garantizar el control de la situación sin la presencia del Ejército”, confirman esas mismas fuentes. La única orden fue aguantar en la frontera y devolver a los que entraban, como fuese posible, pero sin la más mínima imagen de uso de fuerza. No hubo ni estrategia ni mando que orientase a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Falta de orientación

La denuncia de los agentes ha sido generalizada sobre la falta de orientación en la gestión de los menores no acompañados llegados a Ceuta o en la localización de los inmigrantes ilegales que escaparon al control policial. Los agentes consultados por este diario aseguran que lo han «hecho todo» basándose «en decisiones personales tomadas en tiempo real».

«Estamos bien, pero abandonados y tomando nuestras propias decisiones para ayudar a esta gente», relata otro agente a lo largo de esta semana. Se trataba del testimonio de un policía con larga experiencia en situaciones complicadas y que, sin embargo, recuerda pocas situaciones de desconcierto similar.

Los testimonios de los agentes relatan que la única orden que tuvieron clara fue la de que debían seguir, aguantar y asegurar la frontera hasta nuevo aviso. Normalmente, los desplazamientos de los policías y los guardias civiles a misiones como la de Ceuta, o anteriormente Canarias, tienen un periodo concreto, pero en este caso no hay fecha de regreso.

Una de las situaciones más preocupantes que se han vivido esta semana en Ceuta ha sido el desproporcionado número de inmigrantes menores que burlaron la frontera entre España y Marruecos a través de Ceuta. Fuentes de la ciudad autónoma aseguraron que los menores alcanzaban, al menos, la cifra de 1.500; pero la estimación policial elevaba esa cifra a 2.000, teniendo en cuenta a los menas no localizados.

Otra fuente narró a OKDIARIO un episodio revelador: «Los menores estaban siendo literalmente almacenados en naves industriales. Ni cuidados, ni custodiados. El miércoles sin ir más lejos fuimos nosotros los que pedimos despejar las naves por un asunto de salubridad y seguridad sanitaria. Ya se habían detectado positivos en Covid y nadie había decidido nada. Nuestra iniciativa se puso sobre la mesa a primera hora y no se hizo nada por los menores hasta las ocho de la tarde, que fue cuando empezaron a trasladarlos».

Según el testimonio de estos agentes, el trato dispensado a los menores de edad acabó siendo el adecuado, pero el verdadero problema del que ellos fueron testigos fue la cantidad de burocracia que hubo que superar para llegar a esa atención. “Los chicos menores han llegado a pasar un día entero sin comer porque no se había ratificado un contrato con el servicio encargado de suministrar las comidas”, explicaba esa misma fuente.

Y añadía: “Esto ya lo hemos visto en Arguineguín. Es imposible asumir el trato a un número tan elevado de personas si dependes de que se firme un contrato. Al final siempre se rompe el eslabón más débil, y ese siempre es el inmigrante ilegal”.

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