Marcos de Quinto: «Pedro Sánchez es capaz de todo, incluso de hacerse un autoatentado para victimizarse»
"El socialismo no lo combates con socialdemocracia"
"El capitalismo se basa en el mérito y el esfuerzo; el socialismo, en el resentimiento y la envidia"
"La magia del socialismo ha sido convertir los deseos en derechos"
Marcos de Quinto llega pronto a plató. Tanto que hasta llega antes que yo. Fue vicepresidente ejecutivo de Coca-Cola a nivel mundial y diputado de Ciudadanos en el Congreso; ahora es una de las voces empresariales más influyentes y libres de España. Podría estar jubilado en cualquier paraíso, bebiendo algo con burbujas y observando el mundo desde la distancia. Pero no. Ha decidido quedarse aquí, en España, su país, y hablar. Y lo hace sin miedo ni medias tintas. Por conciencia. Oírlo deja a una un poco extraviada, qué quiere que le diga. Estoy más acostumbrada a los cobardes y sus intereses.
España, sostiene, es un país donde «nos están robando a manos llenas». Lo cierto es que nunca se ha recaudado tanto y nunca hemos tenido tanta deuda. Un oxímoron económico tan español como las patatas a lo pobre con caviar. Cree que el Estado vive instalado en una gigantesca trampa contable y moral: la de gastar lo que no tiene y hacerlo además con falsas proclamas, mientras exprime al contribuyente hasta la extenuación. «Estamos peor que los siervos de la gleba: somos esclavos».
De su paso por la política, Marcos de Quinto confiesa haber visto de cerca a auténticos chanchulleros. Explica que en la mayor parte de los partidos «el talento no se aparta, porque ni siquiera entra». Las listas cerradas, ese mecanismo diseñado para domesticar al disidente, generan una élite de obedientes: «Trepan los que son más disciplinados». Lo resume con ironía castiza: «Para subir dentro de la estructura del partido hay que tener una cierta brillantez y, al mismo tiempo, decir sí a todo».
La conversación deriva hacia el Gobierno actual. «La izquierda hoy es la ultraizquierda», dice. «El espacio que antes ocupaba Izquierda Unida está completamente tomado por el sanchismo. Y todo lo que no es sanchismo, automáticamente, pasa a ser derecha». De Pedro Sánchez tiene la peor imagen que podamos imaginar. Le preocupa su colonización de las instituciones. Cita ejemplos como la ley de amnistía, la manipulación constitucional y la normalización de lo que antes era impensable.
Para entender cómo hemos llegado hasta aquí, Marcos de Quinto recurre a Gramsci. Recuerda cómo el ideólogo comunista planteaba acceder al poder no por la violencia, sino por la infiltración (un goteo de día a día) en medios, educación y cultura. Y eso —dice— «es exactamente lo que ha ocurrido y ocurre en España con las películas, programas de televisión y series como ‘Aquí no hay quien viva’ o ‘Aida’ donde el empresario siempre es el malo; el explotador. Nunca el sindicalista».
La educación, asegura, «es una basura».
«Hay dos Españas», dice Marcos de Quinto, y no se refiere a las de Machado. «La que vive del presupuesto público, y la que se mata a trabajar para financiar ese presupuesto. En medio, unas cuantas empresas privadas que, pese a ser privadas, también viven del presupuesto público».
«La izquierda —añade Marcos de Quinto— olvida que el sector privado es la gallina de los huevos de oro. Sin autónomos, sin empresarios, sin esa parte de España que no chupa del presupuesto, no habría jueces, profesores, médicos ni policías».
Su diagnóstico económico es simple: sin inversión no hay crecimiento. Su análisis moral, demoledor: «El capitalismo se basa en el mérito y el esfuerzo; el socialismo, en el resentimiento y la envidia. Su gasolina es la confrontación. Si hay paz, desaparece». Y concluye: «La magia del socialismo ha sido convertir los deseos en derechos; derechos que conculcan el derecho fundamental a la libertad».
Sobre la inmigración ilegal lanza una sospecha incómoda: «¿Cómo pueden recorrer miles de kilómetros en esas lanchas? Vienen remolcados por barcos nodriza. Cuando se acercan a la costa, llaman a su Uber: Open Arms».
«Lo que hay que hacer para que la gente progrese es dejarla en paz». Parece una obviedad, pero en la España actual es casi una blasfemia. «Se necesita espabilar y hablar claro. Hemos estado tragándonos un montón de imbecilidades. Tiene que volver el sentido común». Recuerda a Bibiana Aído, al lenguaje desdoblado.
Hablamos más y más. Del Gobierno, del presidente, de Koldo, de Ábalos, de la supremacía de la izquierda, de las técnicas de manipulación, de la reforma fiscal que aplicaría, de lo que le preocupa, de lo que aprendió en Coca-Cola y hasta de lo que le ilusiona. Nos han faltado sus libros. También es novelista y poeta. En la próxima, prometido.
Le pregunto y él responde. Directo, sincero, valiente. Qué gusto escuchar a alguien libre. Podría seguir contándole, pero mejor le dejo a usted disfrutar de la entrevista porque no tiene desperdicio.
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