La evasión fiscal es como una fiesta de amigos: «Si nadie lleva nada no hay celebración»
Juan Carlos Galindo, experto investigador de delitos económicos, ha publicado 'Cómo (no) defraudar a Hacienda. La gran evasión: de Suiza a tu declaración'
«En España son las pymes y el ciudadano medio los que pagan la fiesta»
Sánchez va con todo: perdona a Cataluña 17.104 millones de su deuda para asegurarse el apoyo de ERC
Juan Carlos Galindo, experto investigador de delitos económicos, ha publicado Cómo (no) defraudar a Hacienda. La gran evasión: de Suiza a tu declaración (Esfera de los libros). Una guía divulgativa donden se tratan temas clave y de máxima actualidad como qué es el fraude fiscal y cómo se comete, muchas veces sin intención (o con ella); reglas básicas para declarar bien tus ingresos (ya seas autónomo, asalariado o empresario), así como la exposición de casos reales de malas prácticas y cómo evitarlas, consejos para mantener una economía transparente y legal o manifestar la importancia de la educación fiscal y la cultura de la legalidad.
Se trata, en definitiva, de un libro que está pensado para que el ciudadano medio sepa cómo actuar de forma ética y legal frente a Hacienda, gracias a un lenguaje accesible para todos.
Diferencia entre fraude fiscal y evasión fiscal
Galindo explica la diferencia entre el fraude fiscal y la evasión fiscal, ya que, detalla, no es lo mismo. «El fraude fiscal consiste en mentir y engañar para quedarte con más dinero y pagar menos de lo que deberías al fisco. La evasión fiscal, por su parte, es un poco más sofisticada. Es como ese truco que hacías en la escuela para esconderte en el examen, aunque en este caso, en lugar de hacerlo de los profesores, lo haces de Hacienda».
Defiende, además, que «los villanos fiscales afectan a nuestras vidas y confrontar dos mundos. Por un lado, los que usan evasión, fraude y blanqueo de capitales para evitar pagar lo que deben. Y, por el otro, está el papel esencial de los impuestos en la creación de un sistema más equitativo y funcional».
Por todo ello, por el impacto que tiene la evasión y el fraude fiscal, a lo largo de la historia, los impuestos se han presentado como una obligación ineludible. «Pagamos porque es lo correcto, porque sin ellos no habría carreteras, colegios y hospitales. Pero, ¿nos hemos parado a pensar si eso es realmente cierto?», se pregunta.
«La evasión fiscal se pone de moda»
De manera didáctica, «la evasión fiscal, es el arte de no pagar lo que te corresponde, de forma calculada y premeditada. Una manera ilegal para no pagar impuestos. Es como ir por una calle prohibida para acortar camino. Por su parte, eludir impuestos es la búsqueda de una alternativa para no pagar impuestos o pagar los menos posibles. En una atasco, buscas un camino alternativo para evitar el tráfico, digamos».
¿Por qué la evasión de impuestos es un problema? En este sentido, Galindo pone un ejemplo que podría pasarnos a cualquier persona un fin de semana cualquiera: una fiesta. «Pongamos que organizamos una y cada uno debe llevar algo; pero hay una persona, siempre es la misma, la que no lleva nada, va con las manos vacías. ¿Qué pasaría si todos los invitados hicieran lo mismo? Te quedarías con hambre y sin fiesta porque todos se aprovechan de ti. Bien, pues la evasión de impuestos funciona de la misma forma», apunta.
Y determina: «Es decir, un desastre. Si demasiadas personas evaden impuestos, el Gobierno se queda sin los fondos necesarios para que todo funcione. La fiesta que llamamos sociedad deja de ser tan divertida».
«La fiesta que llamamos sociedad deja de ser tan divertida»
Defiende, además, que la evasión de impuestos «produce resentimiento» porque «si tú pagas religiosamente y ves que alguien se escapa de hacerlo, es muy probable que te sientas estafado, y con razón».
Descubre Galindo en su libro que el primer evasor fiscal «llevaba sandalias, toga y no vestía con traje y corbata. En Egipto a todo se le ponía tributo: a las cosechas, el ganado o los productos artesanos. En Roma, los campesinos pagaban impuestos por sus tierras y demás posesiones; así que empezaron a ocultar su mercancía y declarar una parte mucho más pequeña de la real. O en China, los campesinos partían las tierras cultivables entre familiares para no superar el umbral que les haría pagar».
En la Edad Media «la evasión fiscal se puso de moda» y los nobles, que debían pagar impuestos al Rey, solían usar su influencia para reducir sus contribuciones. «Ocultaban tierra y bienes, conseguían descuentos de los monarcas a cambio de favores políticos. Y mientras los campesinos hacían lo posible por esconder parte de su cosecha para evitar que se lo llevasen de tributos. Comprobamos así que la evasión fiscal ha sido una constante en la historia».
Maquinaria fiscal más sofisticada
Las ciudades y los negocios que se creaban en ellas, en manos de comerciantes y otros tratantes, que hoy podrían ser los autónomos y pequeñas empresas, también fueron una fuente muy fuerte de ingresos para las arcas públicas. Se pasa del campo a la ciudad, hay un éxodo de los espacios rurales a las urbes, y eso también es aprovechado por los recaudadores. «Si alguna vez te has quejado del IVA, puedes darle gracias a esta época. De repente, todo el mundo tenía que contribuir, no sólo los campesinos. Hasta los burgueses comenzaron a sentir el peso de los impuestos en sus transacciones comerciales», apunta.
El Estado cada día está más ordenado en cuanto a la maquinaria fiscal, con una tropa de funcionarios fiscales, pero también la imaginación de las personas que buscan cómo pagar menos impuestos o no pagarlos, también crece. «Las élites, como los nobles, burgueses, comerciantes adinerados, usaban sus contactos para eludir sus responsabilidades, recayendo sobre los campesinos y clases más bajas. Mientras que la nobleza no quería pagar porque eran nobles».
Corrupción entre los recaudadores
Y termina: «Lo que empezó como un simple esconder un saco de grano ha evolucionado hasta evitar al máximo que el Estado se quede con lo que a uno le pertenece. En medio de todo ello, a menudo afloraba la corrupción entre los recaudadores, y una estrecha relación de éstos con los evasores».
Porque los adinerados comerciantes tenían la capacidad de poder negociar con los recaudadores, como cuenta Galindo, «incluso había quien los sobornaba y miraban para otro lado, los contratos con el Gobierno eran flexibles. El truco consistía en estar en el círculo correcto de poder: si tenías hilos y conexiones adecuadas, podías obtener exenciones fiscales».
Nuevas formas de evasión con la era contemporánea
Galindo explica con ejemplos reales cómo se evaden hoy los impuestos, cómo las empresas pueden conformar una filigrana fiscal para evitar la tributación. «Imagina que eres un gran empresario. Tu negocio está en auge y las ventas por las nubes. Estás amasando una fortuna. Todo parece ir genial, excepto por los impuestos. No quieres que el Gobierno se quede con un gran pedazo de pastel, ¿verdad? Pues aquí es donde los empresarios más astutos se han vuelto maestros del arte de la evasión fiscal usando métodos como la contabilidad creativa o la ocultación de activos», detalla Galindo.
Algunas de las formas de esconder la contabilidad pasa por técnicas como «inflar gastos, amortizaciones sospechosas, adelantar o retrasar ingresos, ir a paraísos fiscales, creación de empresas pantalla, bienes invisibles o el uso de decenas de filiales».
Factores que fomentan la evasión
Además de mostrarnos todos los impuestos que debemos pagar como ciudadanos y como empresarios, Galindo también busca repuestas a las razones de la evasión fiscal. «Uno de los motivos más comunes es que los ciudadanos desconfían de los Gobiernos por la mala gestión o el despilfarro de fondos públicos. A menudo vemos cómo los impuestos se destinan a proyectos que parecen inútiles o mal planificados. Infraestructuras que nunca se completan, edificios públicos a medio terminar, etc.», comenta en el libro.
Ya añade: «Cuando la gente ve que sus impuestos no se traducen en mejoras concretas en su vida, la frustración aumenta, y eso lo que hace es llevarnos a una sencilla conclusión: ‘Si van a malgastar mi dinero, prefiero no pagar’».
Otra razón es la corrupción, según Galindo. «En muchas partes del mundo, la percepción de que los impuestos acaban en los bolsillos de los políticos corruptos en lugar de ser usados para mejorar la sociedad está muy arraigada. Por ello, la motivación para pagar impuestos se desploma. Pensamos que no tenemos que pagar impuestos si sólo sirven para hacer ricos a los corruptos. La corrupción genera una sensación de injusticia y desigualdad», determina.
Otro motivo es que la gente no ve que sus impuestos no van a mejorar los servicios públicos. «Esta sensación de no recibir nada a cambio es una causa que impulsa la evasión fiscal, así como la percepción de que los ricos usan resquicios legales o mueven su dinero a paraísos fiscales. La falta de equidad en el sistema fiscal fomenta que más personas se sumen al carro de la evasión», explica el autor.
A ello, debemos sumar la sensación y percepción de que los impuestos son demasiado altos. «La evasión fiscal y los impuestos altos están más relacionados de lo que parece. El sistema fiscal está diseñado para financiar la educación, sanidad o infraestructuras, pero cuando la carga fiscal es demasiado elevada, a gente empieza a sentir que el Gobierno está abusando de su capacidad de recaudar. Es como si trabajaras más para el Gobierno que para ti mismo».
«Es como si trabajaras más para el Gobierno que para ti mismo»
Galindo, en el epílogo, expone que «el pago de impuestos es el epicentro del Estado del bienestar, pero su crecimiento bulímico es el sostén del bienestar del Estado, y aquí el orden de los factores sí que altera el producto. Y eso ha ocurrido en España, entre salmos a favor de un concepto justo, el de la fiscalidad, cuya traducción es, sin embargo, un abuso; porque en su nombre se perpetra una política cercana a la confiscación fiscal que no lucha contra el fraude ni ensancha la población, sino que se dedica a ordeñar a la exigua porción de cotizantes localizados e intervenidos por el fisco: los trabajadores por cuenta ajena, las pymes y los autónomos».
«Porque», finalmente reflexiona el periodista Antonio Naranjo en el epílogo, «la política se ha convertido en España en una industria que nunca padece los errores que comete ni asume los estragos que provoca; es como una especie de sheriff caprichoso que usa la placa para zafarse de los desperfectos protagonizados por él mismo en una noche loca en la cantina del pueblo».
Y termina: «A este mal que sufre el españolito común, se le añaden otros de amplia envergadura, que es la coexistencia en España de regímenes fiscales cercanos al concepto de paraíso en el País Vasco, Navarra y pronto Cataluña».
«A España le falta cultura fiscal y contable, pero también una política decente que ponga menos pancartas y eche mejor las cuentas», termina Naranjo.
Lo último en España
-
Ábalos quita importancia al sobre de dinero mostrado por su ex mujer: «Eran 2.000 € para viajes»
-
Ayuso alerta sobre la «impunidad» de Sánchez: «Está intentando institucionalizar la corrupción en España»
-
La Fiscalía sale al rescate de Sánchez y pide que la UCO no investigue los correos de Begoña desde 2018
-
Mónica García ataca a OKDIARIO y defiende que Iglesias lleve a sus hijos a un privado: «Sois basura»
-
Los islamistas de CpM boicotean en Melilla el minuto de silencio por el español asesinado en Israel
Últimas noticias
-
Charlie Kirk, otra víctima de la izquierda
-
La guerra comercial de Trump pasa factura: la inflación repunta hasta el 3,1% en EEUU
-
Ábalos quita importancia al sobre de dinero mostrado por su ex mujer: «Eran 2.000 € para viajes»
-
Ayuso alerta sobre la «impunidad» de Sánchez: «Está intentando institucionalizar la corrupción en España»
-
Laporta victimiza a Cataluña en la ‘Diada’: «Está amenazada desde la intolerancia y la incomprensión»