En mi nombre, no

En mi nombre, no

«Lo que los españoles han dicho en la urnas es que….». Ésta es sin duda la frase que más se repite últimamente en las ruedas de prensa e intervenciones varias que nuestros representantes electos realizan en programas de televisión o radio. No hay un solo político español que en estos últimos 15 días no haya pronunciado esta oración al menos una docena de veces. Y mi pregunta es: ¿de verdad saben ustedes lo que queremos todos los españoles? Porque a juzgar por sus actos sospecho, bueno, no sospecho, les puedo asegurar que no. O por lo menos, lo que yo quiero, no.

Pueden ustedes hablar en nombre de los españoles, de los que ustedes conocen, amigos, conocidos, vecinos e incluso colegas de partido que sin duda estarán de acuerdo con lo que ustedes creen que creemos el resto, pero les pido, por favor: en mi nombre, no.

En mi nombre no pueden ustedes justificar ideas de pacto imposibles, en mi nombre no pueden retrasar más este calvario ni mantener a España en la situación en la que está. En mi nombre no tienen ustedes derecho a jugar con nosotros con reuniones y ‘medio pactos’ que no llevan a ninguna parte, tampoco pueden mantener reuniones secretas ni acuerdos ocultos. Y, desde luego, en mi nombre no tienen derecho a faltar a las normas principales de la educación y la categoría que exijo a los máximos representantes de la clase política de mi país.

No voy a decir lo que voté el pasado 20D, conmigo llevaré mi penitencia, o no. Lo que sí voy a decir es lo que desde luego no voté.

No voté a un Partido Popular al que cada día le salpica un nuevo caso de corrupción y que se encuentra absolutamente paralizado y fuera de juego en el escenario de las negociaciones. No voté a un PP cuyo líder se aferra a su silla y cuyos compañeros muestran indignación y desolación por la inacción de su presidente. Eso sí, en secreto, sotto voce, esperando que desde los medios de comunicación les hagamos el trabajo sucio, un trabajo que les corresponde sólo a ellos pero para lo que no tienen valor, a pesar de la democracia que existe en su partido.

Tampoco voté a un PSOE que durante toda la campaña mantuvo que no pactaría con Podemos y que 48 horas después de las elecciones ya estaba cerrando un acuerdo con Iglesias. No voté a un Pedro Sánchez intolerante que negó hasta tres veces, como San Pedro, sentarse a hablar con el líder popular respaldado por 7 millones de españoles. No, eso no lo voté. Y tampoco metí en la urna una patente de corso para que pudiera mantener decenas de reuniones que no llevan a ninguna parte, tan sólo a tener una buena foto en una portada, porque todos sabemos que la suma no sale. Esto es así.

Mi voto tampoco fue para que Ciudadanos vuelva al discurso de la ambigüedad en el que un día se mantienen firmes en su postura de antes, durante y después de las elecciones de no votar un sí en el debate de investidura de Sánchez o Rajoy, al día siguiente no lo tienen tan claro y un día después aseguran, sin que se les mueva un músculo, que si hay acuerdo sí lo harán.

Y, desde luego, no voté a Podemos. No tendría páginas suficientes para explicar los motivos por los que no lo hice pero aquí van algunos ejemplos. No voté a un partido que se erige como la nueva política y que viene aún si cabe más manchado que los viejos, porque ni siquiera han tocado poder…todavía. No voté a una formación a la que le gusta el espectáculo y las performance en escenarios serios donde se juegan cosas fundamentales como la formación del Gobierno de nuestra nación. Aún recuerdo aquella rueda de prensa en la que Iglesias salió acompañado de sus «ministros» hablando de sonrisas del cielo y de repartirse ministerios. NO, eso tampoco lo voté.

Ahora aseguran que urge un pacto porque unas nuevas elecciones arrojarían los mismos resultados. Tal vez sí, pero tal vez no. Lo que sí es cierto es que ahora tenemos mucha más información de la que teníamos antes del 20D. Ahora sabemos quién es quién. Como dice mi madre: «El movimiento se demuestra andando». Y otra cosa no, pero andar han andado. Y mucho.

Por ello insisto. Hablen en nombre de quien quieran, pero en el mío, no.

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